La saga de las hermanas Wachowski no solo era una propuesta cinematográfica de acción revolucionaria y tecnológica que supuso un antes y un después en la evolución de los efectos especiales. Fue también un oráculo que vaticinó la extrema dependencia que iba a desarrollar el ser humano de las máquinas, de las pantallas y de la interconexión continua
Los tres monos que representaban la ceguera, la sordera y el mutismo se han convertido ahora en un sinfín de estímulos sinápticos que atrofian nuestras neuronas a base de telebasura, confrontación en redes sociales, infoxicación mediática… El entretenimiento se ha convertido en prioridad y tenemos la necesidad de estar en permanente interacción con mucha gente a través de la dichosa pantalla. En una casa familiar de cuatro personas (los padres y sus dos hijos), suele haber ocho pantallas: los cuatro teléfonos móviles, una tableta, un ordenador portátil, otro de sobremesa y el televisor. En algunos hogares, este número asciende a 10, porque hay más de una tableta y más de un televisor. Saquen ustedes sus propias conclusiones. ¿Estamos viviendo en una especie de Matrix?
Porque ya la carne no sabe tan auténtica como antes. Porque ahora, al parecer, dejamos morir de frío a un hombre mayor en una calle céntrica de una gran ciudad. No somos capaces de conmovernos, de seguir al conejo blanco, de discernir entre la paja política y el grano corruptor. Nos ponemos las gafas de Neo para seguir programados, un propósito absurdo dentro de una vida superficial en la que las lágrimas de nuestra propia familia se pierden en el tiempo, en ese mar de algoritmos infernales. Los lazos ya no son de sangre sino de fibra óptica.
Y ahí seguimos, metidos en nuestras cápsulas, enganchados a la matriz de los bulos, de la deslealtad, de la pereza, de la impotencia y de la frustración, deseando en silencio cortar el cable, pero temiendo perder lo poco que hemos conseguido… o que nos han dejado conseguir.
Pasan los años y nuestro día a día es descargar programas, subir fotos a la nube, editar videos cortos y compartir todo nuestro ocio, que es muy trascendente, relevante y crucial para el resto de la humanidad. Mientras todo ese carrusel de vacuidad sucede, hay una resistencia, un Sion beligerante que trata de denunciar y perseguir a los malos, poniendo el foco en las corruptelas que se perpetran en la sombra.
Esos valientes se niegan a tomarse la pastilla azul para seguir viviendo en la tranquilidad del Matrix patrio. Son miembros de un comando que ha marcado el camino a seguir: atravesar el espejo y plantar cara a la gran máquina del poder, esa que nos ha puesto la venda creando una burbuja de pasatiempos digitales para que no veamos cómo se degradan los servicios públicos, cómo se retuercen las leyes, cómo se interpreta el teatro del Parlamento, cómo los banqueros y los dirigentes de las compañías eléctricas y de telefonía nos mean en la cara y cómo los billetes verdes acaban volando solos hacia Panamá o Emiratos Árabes Unidos.
No me importa recibir un puñetazo del agente Smith si así puedo despertar. Cada cuatro años hacen una versión mejorada del Matrix español, con mejor definición de imagen y más difícil de descifrar. Aunque pasemos todos los niveles, siempre hay un último muro, un salto de fe, una prueba final. Pero no pienses que solo el Elegido puede superarla, porque, de algún modo, todos hemos sido elegidos para vivir de verdad, aunque nos cueste darnos cuenta.
Si algo nos queda de arrestos en nuestro burgués interior, es el momento de sacarlo. Si todavía tenemos un atisbo de esperanza por cambiar las cosas, no hay otra oportunidad. Porque solo la unión de luchadores podrá acabar con este programa-bucle al que los virus han ido corrompiendo en los últimos 44 años y lograr la libertad mental definitiva. Libres para elegir nuestro destino y dejar de ser vegetales en hibernación vigilados por el ojo incansable del Gran Hermano. Y entonces, solo entonces, se podrá vivir sin quejas manidas y confrontaciones pueriles. Una combinación única de las palabras decisión, convicción, solidaridad, justicia, igualdad, honestidad, equidad, amor y lealtad descifra el código fuente. Acabemos con la deshumanización imperante.
Primerísimo primer plano al ojo cerrado. Poco a poco, se va abriendo. Cuesta incorporarse debido al entumecimiento de tantos años. Neo, Trinity, Morfeo y Niobe te esperan esbozando una sonrisa. Elige la pastilla roja, la que te llevará de viaje por un mundo desolado que necesita arreglo, y desecha para siempre la azul, una droga placentera, sí, pero que nos proporciona la muerte en vida con un solo propósito: convertirnos en una pila del sistema. Quedan muchas batallas por afrontar. Hay que solucionar una gran cantidad de problemas coyunturales y estructurales, vías de agua de muchas almas en pena que imploran ayuda. Sumidos en nuestro letargo orwelliano, hemos sido negacionistas de la imperfección y de la oscuridad porque no queríamos salir de nuestra zona de confort, pero eso se ha terminado. Bienvenido al mundo real.
Nuestra distinguida Emily Dickison también
lo manifestó a su forma, escribiendo:
«Vivir incluye el morir muchas veces
sin tener el alivio de estar muerto».
De acuerdo en muchas cosas, en desacuerdo en unas cuantas; pero me encanta tu modo de escribir.
Paco ponte una de calamares, quillo