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Una imagen alegórica sobre la izquierda y la derecha.

Opinión, Política

Izquierda y derecha: la metáfora acabada (II)

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El origen de la izquierda y la derecha nos da una base sólida en la cual podemos entender los términos y con ello la metáfora, pero cuando la definición política de dichos términos no es unívoca ni lineal, nos encontramos con la ardua y complicada cuestión de intentar definirlos aun conociendo los comienzos; esto no quiere decir que no tengan relación, pues el origen de los términos es tratado como base para entender las demás

Al no ser los términos unívocos quiere decir que no han tenido siempre la misma analogía, pues izquierda y derecha son una variante de la historia cuyo contexto social los ha definido. Es por ello que, sobre estos términos, no se debería de hablar en singular, pues no habría una sola izquierda ni derecha, sino en plural, pues el paradigma variaría entre el filosófico, político, religioso, sociológico… que a lo largo del siglo XVIII en adelante se ha dado, no siendo todas las izquierdas iguales ni válidas.

Así, Gustavo Bueno solía burlarse de aquellas personas cuya definición de su ideología consistía en soy de derecha de toda la vida o soy de izquierda de toda la vida, pues como exposición de los ideales de cada uno es errónea.

La definición de la izquierda en su genealogía por criterios sociológicos inseparables como el socialismo, liberalismo, comunismo, etc… conlleva toparse con errores que no definen el significado ontológico del término, pues las concepciones para la derecha también existen en estas categorías (derecha comunista, derecha socialista, derecha liberal).

Tampoco podría definirse por progresista, pues las llamadas derechas democráticas son también progresistas en tanto que están a favor de la democracia, es decir, justamente de lo que estaban a favor los liberales ilustrados de la izquierda francesa. Es también maniqueo el término progresismo, pues como progreso se pueden entender muchos sucesos.

Franco… ¿socialista?

Así, Franco hubiera sido un dictador de derecha socialista que en la segunda mitad del franquismo provocó desarrollos importantes en España, siendo objetivamente progresista y socialista. Nos encontramos con que la izquierda política -y aquí hay que diferenciar esta de las sociológicas, psicológicas, religiosas, etc… debido a que el término político tiene influencia en el Estado como proyecto y así pueden ser definidas- se compone de generaciones. Todas estas generaciones definidas de la izquierda no sólo son la negación de la derecha sino también la negación de otras generaciones de la misma izquierda.

Así, la izquierda jacobina de la Revolución Francesa con principios liberales que abogaba por controlar el Estado desde la nación rompe con la izquierda anarquista que desea acabar con el Estado, pero esta izquierda anarquista tiene subgéneros que se contraponen también. Es por ello imposible definir una única izquierda por los criterios sociológicos anteriormente dichos, por la heterogeneidad del sentido de los términos, pero sí se puede definir la izquierda con criterios ontológicos.

Estas izquierdas definidas son generaciones que suceden históricamente a partir de la izquierda jacobina de la Revolución Francesa, así tendríamos una fila de izquierdas definidas: izquierda liberal, izquierda anarquista o libertaria, izquierda socialdemócrata o socialista, izquierda comunista, izquierda maoísta.

Cada una tiene una visión del Estado y de su organización de modo diferente, viendo por ejemplo cómo la izquierda socialdemócrata tiene como proyecto tener un Estado del bienestar o cómo la izquierda comunista tiene como proyecto la dictadura del proletariado. La forma en la que verdaderamente se definen de forma ontológica estas izquierdas, y por tanto a la izquierda, se basa en el proceso de racionalización revolucionario, apareciendo de nuevo el pensamiento painesiano acerca de la revolución.

De esta forma, con la revolución se establece un nuevo orden con el objetivo de establecer una configuración política estable basada en los ciudadanos. Dichas revoluciones no tienen por qué ser con armas pues podrían ser pacíficas, pero sí necesitan ir acompañadas del Estado. Es en este sentido revolucionario, a través de la razón, el que define a una izquierda.

Por otra parte, están las izquierdas indefinidas. Estas izquierdas no tienen una propuesta de Estado y son los residuos de los proyectos fallidos de las izquierdas políticas. Se hacen llamar de izquierda por analogía con semejanzas o por atribución, es decir, son izquierdas porque desde un punto de vista emic (punto de vista desde el propio agente) se consideran así mismo de ello, pero desde un punto de vista etic (punto de vista de quien observa desde fuera) no son realmente izquierdas definidas.

Movimientos como podría ser el veganismo, antiglobalización, anticultura, ONGs, movimientos en busca de la pureza, movimientos en busca de los DDHH… Son movimientos culturales o éticos pero no políticos. De hecho, a estas izquierdas le horroriza el concepto de patria y nación abogando más por los pueblos, justamente contraria a toda izquierda definida y quedando así expresado cómo la búsqueda de una causa justa no hace a nadie de izquierda.

Ejemplos de esta izquierda indefinida podría ser cómo algunas universidades de Estados Unidos donde existen los espacios seguros, siendo catalogadas como guarderías para veinteañeros por Santiago Armesilla, están diseñadas para que el estudiante no escuche mensajes opresores.

La cuestión de la derecha es algo distinta a la izquierda, pues dicha izquierda ha tenido diferentes proyectos que, como criterios ontológicos para definirlos, ha sido el racionalismo revolucionario lo que hace que la izquierda no pueda ser per se la de la Revolución Francesa, haciendo que haya una pluralidad estructural de diferentes generaciones, pero todas compartiendo los mismos criterios.

Hablar del antiguo régimen en la actualidad sería equívoco, porque nadie querría una forma de Estado absoluto

Por el contrario, la derecha no puede tener generaciones porque no ha tenido más proyecto que el del antiguo régimen. Ahora bien, hablar del antiguo régimen en la actualidad sería equívoco, porque nadie querría una forma de Estado absoluto, ni siquiera los que están a favor de la monarquía, pues estos defenderían la monarquía constitucional con separación de poderes.

Para hablar de la genealogía de la derecha se habla de modulaciones. Así, la idea de derecha sólo sería una, estructuralmente hablando, pero con diferentes formas de mostrarse y los criterios ontológicos para definirla tendría que ver con la reproducción del antiguo régimen respecto al mantenimiento del poder. El franquismo era una representación de mantenimiento de poder del antiguo régimen.

Esta representación no sólo se da en dictaduras. Por ejemplo, se da también en autocracias o aristocracias, pues el poder político está reducido a un grupo de personas. Algunas derechas como la de los serviles de las Cortes de Cádiz sí se asemejaban más a un modelo canónico de antiguo régimen, pues fueron ellos los que, junto a los liberales, lucharon contra Napoleón cuando este quería invadir el trono en España.

Estos serviles lucharon para defender la monarquía instaurada, preservando el orden eterno de Burke y haciendo su relación con el antiguo régimen más consistente. Pero, tras el paso de los años, esa ambición se ha desdibujado y desde la mitad del siglo XX, con el auge de las democracias, se ha perdido.

Realmente, la derecha que busca un régimen con libertad política no sería catalogada como derecha. De esto viene que, en Estados Unidos, la dicotomía se haga entre el partido republicano y demócrata, sin llamarse izquierdas o derechas, pues la libertad del país ha hecho que la dicotomía antigua deje de tener sentido.

Esta derecha también se caracteriza por ir en contra del racionuniversalismo que ha tenido la izquierda definida. Así se podría ver el ejemplo del fascismo, pues como corriente creada bajo un etnicismo lo hace irracional, haciendo de cualquier corriente llamada como izquierda que sea nacionalista o racista lo mismo.

Así, el término no estaría envuelto en un paradigma explícito de sólo querer una monarquía absoluta sino en preservar un régimen de poder en el cual haya privilegios políticos respecto de unos a otros cuya similitud tuviera con el antiguo régimen. Estos regímenes de poder donde la derecha está presente no tiene porqué ser dictaduras, como ya dije, y se representaría en España con la Constitución de 1978 pues es el claro ejemplo que no hemos roto con el antiguo régimen, con el franquismo.

La metáfora acabada

Pareciera irónico que quisiese acabar con el mito de la metáfora de izquierda y derecha pero haya defendido el artículo usando los mismos términos, pero esto no es más que la necesidad de jugar en la misma dialéctica.

Como se ha visto, la izquierda y la derecha no existen en un sentido unívoco, sino que existen las izquierdas y las derechas. En la búsqueda de qué definen a cada una se ha visto el proceso de racionalización revolucionario (izquierda) y la conservación de un antiguo régimen que puede tornarse de varias formas (derecha).

Estos criterios ontológicos definen los términos en plural, haciendo ver que definir la izquierda por comunismo o socialismo, como si de una idea lineal se tratase, es erróneo. De la misma forma sería erróneo definir a la derecha por ser monárquicos, absolutistas, etc… Se ha visto también la inutilidad de la metáfora en cómo no sirve realmente para definir las diferentes corrientes, pues podríamos decir que el socialismo, por poner un ejemplo, es tanto de izquierda como derecha, siendo este término algo secuestrado por la izquierda, haciéndonos imposible saber con exactitud, jugando con la dialéctica dicotómica, si se refiere a un u otro término; pues lo que es de izquierda es de derecha también.

Automáticamente, cuando alguien dice “soy de izquierda/derecha”, salta la pregunta: “¿De qué corriente?”. Por ello, el sujeto izquierda o derecha no sirve como respuesta definitoria de nuestro pensamiento o ideas. Es un término vacío que, como dijo Tocqueville, dejó de existir cuando dejó de existir la Francia revolucionaria; a pesar de ello, los términos no se utilizaron en ese periodo revolucionario.

El tiempo en el que una metáfora es eficiente es algo tasado, pues lo que en un momento histórico determinado significa algo pasa a significar algo distinto en otro. Así, una metáfora muere cuando la naturaleza metafórica es ajena a la conciencia de quien la utiliza -es decir, que el significado de origen no tiene nada que ver con el dado, así se llaman de izquierda los nacionalismos catalanes y son tratados como tal-, pues aquella persona que no sepa contrastar su interpretación de los términos con otros posible, queriendo decir que para él está unívocamente determinado dichos términos, aparece la muerte de la metáfora, pues el carácter metafórico aparece como diluido en el tiempo.

La utilización última que se le da a los términos ya no tendría que ver con unas ideas u otras sino como utilización partidista. Así sería cómo Hitler, con el nazismo, siempre se quiso ver de izquierda pues sería esta la única manera para justificar su acto en el exterior. Tanto era así que, para él, primero iba la raza y luego las clases, a pesar de haberse opuesto al comunismo.

Estos términos han servido para controlar a las masas indiscutiblemente. Así, los partidos de masas que nacieron en la república de Weimar, llamándose de izquierdas porque eran socialistas, intentaron unir a cuanta más gente posible mejor para llegar a gobernar y, en nombre de esa izquierda, justificaban acabar con la democracia formal de un gobierno para implantar una democracia material -la cual consistía en delimitar el igual acceso al voto para llegar al poder cuanto antes e iniciar el cambio hacía una igualdad económica y social-. Como términos inservibles, conlleva la superación de los mismos en un proceso definitorio más justo y entendible.

Puede leer la primera parte del artículo aquí: Izquierda y derecha: la metáfora acabada (I).


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