A un servidor, en un sábado como este de metalizada liquidez, esta lluvia fina, casi imperceptible, le lleva a ver el Madrid donde vive con una marítima solidez. Aunque para mí sea sábado, ustedes leerán esto cualquier día de la semana del 21 de febrero
La ciudad quisiera estar triste, forzar ese sentimiento honesto y valiente ante lo que le ha pasado a la presidenta de esta Comunidad. Es el primer día presuntamente festivo desde que Génova quiso apagar el Sol entrando por su puerta madrileña. Uno no ha notado muchas diferencias con cualquier otro día de estos últimos tiempos donde hemos asumido y digerido cada novedad como si de una tradición se tratase. Me he levantado pronto, la mirada se me ha encendido como si de un interruptor nervioso se tratase. Al subir las persianas, la oscuridad permanecía en la habitación. La belleza gris era ideal para ilustrar la presunta tensión política que acompaña al partido político que en esta región y ciudad gobiernan.
Salgo a la calle y la temperatura ha bajado. Hay poca gente en las calles por las que paso. Las miradas se desvían en el momento anterior a que pudieran cruzarse. Es el momento que eligen para ver si tienen bien abrochados sus abrigos o las cremalleras subidas hasta sus sonrisas inexistentes.
La seriedad de los rostros no creo que se deba a lo que ha pasado estos últimos días en el Partido Popular. No hay motivos para la alegría si estás en la calle un sábado y no son ni las diez de la mañana. Todo se llena de un sinsentido que sí que se parece mucho al mantenimiento de unos partidos políticos que siempre están perdidos si buscan cómo mejorar la vida del ciudadano. Estamos en la típica mañana triste y fría de invierno. Su falsa festividad impuesta hace que esa sensación se haga más palpable. Si estás en la calle es que vas a trabajar, lo estás haciendo o la tristeza te ha sacado de la cama para que la lleves a que le dé el aire. Cuando la tristeza se cansa de dormir un día que podría hacerlo durante más tiempo, no significa otra cosa que los sueños se han dado cuenta que no se consiguen ni durmiendo.
Una amargura de café malo
En los bares de la zona, las personas toman churros y porras y los mojan en sus chocolates y cafés. La grasa de la sociedad es algo que nos satura. Me meto en una de estas cafeterías y en la televisión sale Pablo Casado con gesto de una amargura de café malo. Sé lo que estás sintiendo y, además, a tiempo real. A mi estómago le está saliendo un alien con cara de Ayuso, que en su extrema libertad da vueltas dentro de mí, con sus simpáticos saltos y su belleza pizpireta, juguetona, como cualquier perro pecoso que juega con su ama a cambiar los roles hasta no saber quién es quién.
Salgo del establecimiento con un agujero que mancha mi camisa por un costado. En Madrid, el spoiler lo hizo Ayuso poniendo nombre y apellidos a la otra parte de la trama. Mi destripe no es metafórico, sino real, puedo tocarlas y sentir la blandura de mis sentimientos mal alimentados. A mí me ha disparado el camarero con las armas que le dio su jefe. Ayuso y Casado se disparan con huesos de aceitunas murcianos y pelos de barba canosa mojados en el mar. Parecen poca cosa, pero estas armas sí que son de destrucción masiva, y no las que buscaba Bush en los cajones de los despachos de la Casa Blanca.
Sigue haciendo frío y en las calles ya somos más los que salimos a destrozar las aceras con nuestros zapatos, siempre violentos en esta ciudad construida para caminar sobre su parte celestial. La realidad flota y se despereza en unos árboles ávidos de separarse de sus raíces y poder volar, como le pasa a Ayuso con respecto del Pablo con cada vez más cara de soltero. Sus ramas se estiran deseosas de tocar ese cielo madrileño tan único que ni la contaminación y su representación en la tierra, los políticos, han podido desdibujar sus colores de una naturalidad pintada por los dioses de ese olimpo.
Dicen que de los pobres será el reino de los cielos, y los de Madrid son los únicos que los políticos que sufrimos jamás podrán urbanizar para hacer sus chanchullos. Podrán cerrar bibliotecas públicas como la de Manuel Alvar en el barrio de la Guindalera, supuestamente por unas obras donde no se ha visto nunca ni a un obrero ni ninguna máquina para ello, o el centro de mayores del mismo barrio, cerrado la mayor parte del día y los servicios que prestaba.
Tenemos en esta ciudad el techo más bonito del mundo, uno a prueba de políticos, palomas y otras putrefacciones varias
Por cierto, la demostración de que los políticos se parecen demasiado entre sí es que a la líder de Más Madrid, que ahora no recuerdo su nombre y que no voy a parar de escribir para saberlo, pues no es importante su nombre, sino que nos hace el mismo caso que cualquier otro, es decir, nada. Lo dicho, intenté ponerme en contacto con ella a través de sus redes sociales en distintas ocasiones para hacerle saber esta problemática que sufre el barrio con su no-biblioteca y la respuesta siempre ha sido la misma, el silencio más atronador. Puede que la cultura y la educación no den votos ni dinero para los que se dedican a la política, pero podían disimular un poco, si van de que son diferentes y distintos a la por ustedes llamada vieja política. Ustedes dan el mismo asco que los otros. Ni más ni menos. Pero nuestro cielo no lo podrán tocar jamás, y aunque parezca que es conformarnos con poco, es mucho. Tenemos en esta ciudad el techo más bonito del mundo, uno a prueba de políticos, palomas y otras putrefacciones varias. Los animalistas me echarán en cara lo de las palomas, pero esas no son animales, sino enfermedades que vuelan a nuestro alrededor y que, sí no picotean sobre nuestras cabezas, es porque ya las ven con demasiados agujeros.
Va llegando la hora de comer y hoy tengo comida familiar. La sangre compartida es por quien más la derramamos. Supongo que Ayuso también comerá con la suya y el invitado especial será su hermano. Supongo también que se quitarán las mascarillas para comer y enriquecer así sus estómagos y no sus bolsillos. De la familia de Casado no se me ocurre cómo puede ser una comida familiar. Pero no sé por qué me da que cada vez estará más solo, soltero y solitario como el sol, que canta Kase O. La verdadera amistad puede sustituir a cualquier familia, también a la política. A veces es tan agradecida que se presenta a la comida con varios botes de aceitunas. Los huesos de estas, como los de las distintas familias posibles, cuantos más chupados, más lejos se lanzan. Todo tiene su técnica. Es cuestión de liquidez y de sangre fría.
Pablo Casado va a ser el único dirigente del Partido Popular en toda su historia que tenga que presentar su dimisión por denunciar corrupción en su partido. Ahí lo dejo el detalle
La rebeldía de derechas no para…!!
Me gusta mucho cómo lo expone Pablo Stefanoni en su ensayo: ¿La rebeldía se volvió de derechas?
La realidad, esta ya para memes, lo clava
Enzo Traverso.
Yo, personalmente prefiero el mito, por mi naturaleza tan primitiva (pero presiento que no es del agrado de este periódico).