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Fotomontaje de Juan Marín. / TWITTER

Opinión, Política

Salvar al soldado Marín

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Dicen que la política es el arte de lo imposible. Pero esto lo dicen los políticos para justificar su existencia. Porque el caso de Juan Marín sobrepasa ya todos los límites de ese arte de lo imposible

De la relojería saltó sin red a la política municipal, donde la nómina es segura. No hace falta perder años y años haciendo el infeliz estudiando unas oposiciones en la soledad de un cuarto oscuro. Eso es para los del vulgo, los siervos de la gleba y el populacho andaluz desclasado. Para el político, la nómina llega mes a mes como caen las hojas de un calendario, como maná caído del cielo, mientras que el resto de los mortales tiene que buscárselo cada día.

He aquí que la ambición política del entonces relojero surgió de una huelga de basuras en Sanlúcar de Barrameda cuando su ahora exesposa le preguntó en plena calle llena de contenedores y bolsas sin recoger: «¿Y tú no vas a hacer nada?». Y es cuando llegó a la iluminación como el Gautama: ¿cómo puedo vivir de la política sin dar un palo al agua? E ideó un plan perfecto para vivir de la mamela y abandonar el negocio familiar de la relojería. La solución. Crear un partido, luego rellenar los huecos con mis trabajadores, mis más cercanos familiares, amigos y allegados, y, finalmente, lo más importante, buscar a los pardillos que me voten en las municipales, sabiendo de antemano que, una vez obtenida la representación en el ayuntamiento, me alineo con el PSOE en Sanlúcar para gobernar y empezar a cobrar el sueldo público, que los problemas de los vecinos son y serán siempre el justificante y el justificado.

El salto a proyecto andaluz

Pero en aquella trama no dejaba de ser un pobre concejal de pueblo en un partido de pueblo: Ciudadanos por Sanlúcar. Y entonces se le aparecieron los querubines, los serafines, los ángeles, los arcángeles y la mismísima Virgen María. Un tal Albert Rivera estaba buscando por aquella época un proyecto de partido nacional cimentado desde su Catalunya natal, y se abrió a buscar socios. Y ¡helo aquí! que la mano derecha de Rivera por aquel entonces veraneaba en Sanlúcar de Barrameda y había visto que allí había un partido que también se hacía llamar Ciudadanos. De pueblo, pero de nombre Ciudadanos. Y habló con ellos del proyecto, de ambiciones, de crecer y de vivir de lo público. Eran los tiempos en que el germen de aquel Ciudadanos primitivo se tildaba de socialdemócrata, aunque ahora renieguen y se llamen en su refundación-entierro de liberales. Entonces idearon montar el partido a nivel estado en Andalucía y articular unas primarias para que Marín se hiciera el adelantado. El descamisado Marín era por aquel entonces el único que tenía dinero de la representación municipal del partido para financiar su campaña y ganar por goleada, como ocurrió.

A su lado situó a su fiel escudero-cuñado conocido como Pierre Nodoyuna, y empezaron a montar el negocio familiar y de extrabajadores de la relojería en la región. Y empezaron a llenarlo y rellenarlo de listas llenas de rebotados y de excluidos sociales de otros partidos con el objetivo de trincar de la nómina pública, pagar las hipotecas y llenar de yogures la nevera. Decían que venían a regenerar la vida pública, que su voz era de la del pueblo, que venían a cambiarlo todo. Y solo cambiaron su forma de vida, con mejores casas y mejores coches, y, sobre todo, ampliar el saldo de sus cuentas bancarias gracias al salario público. Nunca un conjunto de vividores llegaba tan alto y tan lejos en Andalucía.

La llegada al Parlamento de Andalucía

Llegaron las elecciones autonómicas con el tufo de los ERE que había echado a Griñán de la presidencia de la Junta de Andalucía y entronado a la Khaleesi de Triana al Palacio de San Telmo. En ese momento esta estaba necesitada de votos nuevos y de sangre nueva para gobernar. Que con el pacto de gobierno con la IU de Valderas que acababa de romper le dolían hasta las muelas. La misma jugada le salió bien a Chaves cuando los tiempos de la pinza. Y entonces llegó Marín y su tropa de artistas al Parlamento andaluz con cierto halo de misterio y de falsa gestión de pueblo. Y se vistieron de salvapatrias andaluces con trajes de catetos a lo Armani. Parecían el antiguo ejército de Pancho Villa cabalgando por las playas de Sanlúcar, aunque el se creía un Aquiles arrastrando el cadáver de Héctor por Bajo Guía frente a las marismas de Doñana. Un auténtico Hércules reencarnado.

Marín cortejó a Susana para que cambiara de novio en el gobierno y, a cambio, le daba su apoyo para gobernar sola desde el trono de hierro

Y cortejó a Susana para que cambiara de novio en el gobierno y, a cambio, le daba su apoyo para gobernar sola desde el trono de hierro. Era la repetición del pacto de Sanlúcar de Barrameda con el que habían gobernado con el PSOE muchos años, porque como el tal Rivera, en aquellos tiempos de revolución, ya hemos dicho que eran socialdemócratas. Y los de Valderas se fueron todos en su conjunto a la venta, pero maldiciendo a estos nuevos siervos del pueblo que venían a cambiarlo todo, y lo cambiaron, pero solo para ellos.

Llegó Marín y su tropa descamisada a ocupar los asientos del Parlamento como si de la Montaña de la Revolución de Francia se trataran y llegaran recién salidos todos ellos y ellas de los libros de historia. Aquel era el espíritu. Incluso se reunieron con los denunciantes de la corrupción, el germen del famoso comando anticorrupción, para tomar muchas notas y apuntes que terminarían todas llenas de polvo metidas en oscuros cajones. Antesala de lo que a este y a los suyos le importaba la corrupción, como demostraron más tarde en cuanto pusieron un pie en la Consejería de Empleo. En esta época, el caso ERE estaba en plena ebullición y Marín apoyó al PSOE por encima de todo y de todos. Había que asegurarse la nómina pública al precio que fuera.

La traición al ‘Susanato’ y el cambio

En las siguientes elecciones Susana ganó, pero perdió. Era el día en que Zoido venía de Madrid en AVE a destronar a Juanmamo I y traía bajo el brazo al conde duque de Tomares –hoy candidato consolidado por el partido al Sultanato de Sevilla- como sustituto no interino, consumando la venganza final sobre Soraya Sáenz de Santamaría. Pero el soldado Marín ya había dejado de amar en la profundidad de la noche a Susana. Cambió de bando, de bandera, de corazón y se hizo liberal. Y se entregó en cuerpo y alma al nuevo rey de Despeñaperros para abajo con el apoyo de los abascalitos. Estrenó consejería, Iphone nuevo, coche oficial y piso en Sevilla. Era el sueño soñado del Sancho Panza de Sanlúcar de Barrameda. Empezaba a ser el segundo hombre más importante de Andalucía. ¡Y todo esto empezó en el almacén oscuro de la trastienda de una relojería!

Pero Marín aun no sabía que el reloj de arena que trajeron los descendientes de los fenicios a las costas andaluzas hace tres mil años le tenía señalado desde entonces. La legislatura iba consumiendo sus energías y él trabajaba más para Juanmamo I que para los suyos y su partido. Rivera se había ido con la cara partida y la carta de despido de los españoles. Marín escuchó en los profundo de Bonanza que las campanas estaban doblando con el triste tañido del son del muerto. De veinitiuno a cero. Es cuando empezaron a desertar en masa los suyos y, en ese instante, Marín comprendió que apuntalando la obra del PP tendría un futuro asegurado. Y entregó sin lucha la llave de Ciudadanos cuando le prometieron tierras, ínsulas, títulos y contratos.

El papel de hombre ‘bueno’

Desde entonces se dedicó a hacer el papel de hombre bueno, de defender en todos los foros, en todas las playas, en todas las calles, en todos los debates, la gestión del PP (que no la de su partido), asumiendo las ropas del Iscariote, y pregonar a viva voz por las esquinas que no quería nada de todo lo que, supuestamente, le ofrecían. De irse tras la gran derrota del Gaugamela andaluz. Pero las tardes de Sanlúcar en el largo invierno son muy frías y tienen una profunda soledad con el mar de fondo. Que más cornadas da el hambre. Y sabe que su nuevo señor le tiene ya un contrato preparado para rescatarlo como alto cargo de algo o para gobernar un ente de esos que posee la Junta de Andalucía, antes de que le llegue la edad de la jubilación. La operación Salvar al soldado Marín ya está en marcha. Ha dejado colocada y recolocada a parte de su antigua tropa. Solo queda por saber el nuevo destino donde agarrarse a la última nómina pública. Lo dicho, nunca antes un conjunto de vividores llegaba tan alto y tan lejos en Andalucía. Eso sí, conservará para siempre las treinta monedas de plata intactas en los bolsillos para más inri de su todavía partido.


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2 comentarios

  1. Antonio Higueras Aranda

    La descripción acertada, irónica y amena, que Antonio Barreda hace de quien cambió, oportunamente, el manejo de la maquinara relojera por la del partido que se pusiera a tiro para asegurarse la pecunia, es un perfecto ejemplo de talla política y de estulticia votante -a sumar los que se arriman por si pillan cacho-. El protagonista genuflexo hasta la hernia, ha cambiado de look pero sigue impertérrito al rubor. Gracias por ilustrarnos.

  2. Martin

    Pues aquí estamos dos meses después de la publicación de este artículo, comprobando las dotes de visionario del autor…

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