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manos arena

Una mano cogiendo arena.

Medio Ambiente, Opinión

La Tierra tiene alma y habla

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La rotura del glaciar italiano ha dejado víctimas de una tragedia para la que no encontramos sentido, pero que sí pueden servirnos para darle un sentido. El papa Francisco cree que estas tragedias «deben empujarnos a buscar urgentemente nuevas formas que respeten a las personas y a la naturaleza»

¿La Tierra está viva? Platón diría que «tiene su propia psique». Pero me parece que hemos perdido la capacidad de conectar con ella, hablamos lenguas distintas… Anima mundi era la expresión de los filósofos griegos como Platón y Plotino para referirse a esa mente del mundo. «La Tierra es una sinfonía de experiencias», pero «pocas veces sentimos el latido de la vida» (Jordi Pigem), nos falta inteligencia vital. De algún modo, esta mente del universo está en todo ser vivo, desde mamíferos y aves hasta microorganismos unicelulares y causantes de pandemias.

¿Podemos conectar con esa mente que tiene el planeta? Hoy día, nuestro sistema de vivir entre paredes nos aísla de la Tierra, que es el entorno que nos acoge. Estamos distraídos, pensando en muchas cosas inútiles e, incluso cuando salimos a pasear, estamos ausentes del momento presente, cuando es precisamente la atención al presente lo que nos conecta con la tierra y todo ser viviente. Tagore proponía en sus escuelas dejar a los niños 15 minutos al día solos por entre los árboles del jardín para que «conectaran» y aprendieran el valor sagrado del silencio.

En un mundo en el que estamos entre-tenidos (tenidos entre muchas cosas) y pre-ocupados, ocuparse solo del momento presente es más necesario que nunca para abrir los ojos a una comprensión de amor, a una información precisa y tener una visión amplia. Poner esas herramientas -como la dicha del silencio- para salir de nuestra visión por un canuto, entrar dentro de nosotros y reconocer que somos un microcosmos, donde conectamos con todo el universo, que tenemos un alma que conecta con esa anima mundi, que somos una ola de agua que forma parte de algo muy grande como es un océano mayor que incluye a todo el universo y que se manifiesta en cada instante. Que volver a conectar con uno mismo y con la naturaleza es la solución para tantas preocupaciones, de desconexión de sí mismo y con los demás.

La falta de sentido en la vida humana, lo que es «el hombre frente al vacío existencial» (Viktor Frankl), «la insoportable levedad del ser» (Milan Kundera), es causa de las nuevas enfermedades psicológicas. En la modernidad valoramos las cosas que se ven, pero hemos perdido la vista para lo más importante, valores que no se ven, pero que si faltan no hay nada que valga. Y la vida es la primera de ellas.

Estamos llenos de datos, estadísticas y progreso pero perdemos la relación con la Tierra y con los demás. Esta época nos pide un salto de conciencia, un despertar y abrir los ojos al alma del mundo, donde las tradiciones espirituales cristianas, musulmanas, budistas e hindúes nos hablan de recuperar la interioridad y la trascendencia y salir de la cárcel de la «la existencia cosificada» (Ortega y Gasset), de un mundo de hipercontrol digital donde la existencia humana es un simple engranaje de un sistema tecnocrático y una sociedad del bienestar aparente. Necesitamos un nuevo paradigma con un mundo más sostenible, más en contacto con la naturaleza y lleno de espiritualidad en el que cada uno esté en conexión consigo mismo y con la creación.

Respeto a la naturaleza

Sabemos que la Agenda 2030 no está siendo valorada por algunas grandes potencias, que un desarrollo sostenible implica evitar el despilfarro y crear una mentalidad de respeto con la naturaleza. Para cuantos están borrachos de ansias de poder y del tener, es difícil este camino del ser: recuperar nuestra alma y conectar con el Anima mundi. Pero hemos de luchar por ello pues nos jugamos el presente y el futuro, todo. En la jungla de la competencia y de correr hacia ninguna parte, en ese mar tempestuoso donde el canto de las sirenas puede estrellarnos entre los escollos de una destrucción del ecosistema, es importante que recuperemos la sensibilidad y que no nos quedemos soñando una utopía sino pasando a la acción.

Es momento de ver que ser productivos en una sociedad esclavizante no es bueno y aportar, sumar, para construir una sociedad en el que la convivencia pacífica con toda la Tierra sea una realidad, que el bien común sea la meta, donde todo y todos importan, todos tienen su sitio y nadie es más que nadie.

Trascender el modelo productivo, desprogramarnos de tantas necesidades impuestas, dejar un consumismo inútil y poner nuestras energías en cosas que aporten al auténtico crecimiento. Solo así creceremos como civilización, con una consciencia más viva de que depredar es una manera de suicidio colectivo, que hemos de pasar del competir al compartir y tener una vida auténtica, en libertad.


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3 comentarios

  1. Lucía Ramos

    Inhumana condena
    Todos No comemos del mismo pan
    Pero
    Todos buscamos a un dios

  2. Magnífico artículo. Hemos perdido la capacidad de conectar con nosotros mismos y con los demás

  3. M Reyes F Loaysa

    El título del artículo me condujo a leerlo, y no me ha defraudado: vuelvo a la necesidad del silencio y del contacto con la naturaleza; vuelvo a la sinrazón de tanto invento sintético que daña nuestra salud; sencillo, bien documentado, con ocasión de una nueva señal de nuestro planeta, de otro s.o.s que no sé si escucharemos.
    Ahora bien, si hay algún SORDO integral al grito de auxilio del planeta, es precisamente la Agenda 2030, que en su escaparate muestra precisamente lo que NO está dispuesto a hacer ningún gobierno, es la mentira más grande que nos hayan podido echar en cara los poderosos: su maqueavélica utilización es para todo lo contrario de lo que postula. NO A LA AGENDA 2030, es la GRAN MENTIRA para usar los presupuestos en las aberraciones más disparatadas. Nada que ver con la buena gestión de nuestra querida Madre Tierra.

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