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Una encrucijada que deja claro que el éxito o el fracaso dependen en buena parte de la toma de decisiones.

Opinión, Política

España, abocada al fracaso por el exiguo espíritu pionero

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No, no es este un tema baladí. Es la clave que explica por qué los españoles no deciden cambiar su status quo, prefiriendo mantener en un círculo vicioso sus numerosos problemas sociales, políticos y económicos

Cuando algún español expone con evidencias que en España no hay separación de poderes, que no hay representantes en los Parlamentos, que el poder judicial no es independiente, que los partidos políticos están integrados en el Estado español como un órgano más, que no existen mecanismos para evitar o frenar los actuales abusos y desviaciones de poder de los partidos que ocupan las instituciones públicas, que los españoles no tienen posibilidad de protegerse de dichos abusos y que corren un grave peligro por los efectos de la creciente degeneración de dichas instituciones, o que, en resumen, no hay democracia formal, aparecen detractores que menosprecian dicha exposición, poniendo a la Constitución del 78 como un modelo ejemplar de carta fundamental, y que nunca habíamos disfrutado de las libertades y derechos que tenemos en nuestro país (lo comparan interesada y exclusivamente con el régimen dictatorial, que es lo que conoce la mayoría de españoles), sin que el detractor ofrezca un solo argumento o prueba que constate su opinión.

Si, además, a ese español se le ocurre decir que en España se implantó una partidocracia gracias a la Transición española, en la que los partidos políticos no quisieron una ruptura democrática con el régimen dictatorial a fin de convertirse en grupos privilegiados, y que para lograr la instauración de una democracia formal es necesario un periodo de libertad constituyente, “utópico” y “antisistema” son los términos más ligeros que los detractores le dedican a aquél.

Sin embargo, muchos de los que sí aceptan dicho planteamiento consideran, sin reflexión alguna o sin informarse previamente, que es imposible cambiar el sistema político, y que sólo puede solucionarse votando a partidos, es decir, haciendo lo único que han aprendido. Otros lo matizan con el voto a “nuevos partidos regeneradores”, sin observar que esos partidos igualmente acaban dentro del mismo sistema político como un órgano más del Estado, siendo tan partícipes como los antiguos partidos.

Los partidos políticos ni siquiera entran en el debate sobre el sistema político, porque saben que el silencio es la mejor arma que tienen para no dar publicidad gratuita a quienes osan quitarles el poder que hoy disfrutan sin controles efectivos. Sólo exponen como única solución la de votarles a ellos, es decir, la de mantener la corrupción sistémica que los alimenta. Y no falta quien utiliza la baza del miedo a lo desconocido para bloquear a los españoles, aprovechando que estos prefieren quedarse anclados en el pasado o presente y seguir en sus zonas de confort antes que informarse y actuar para mejorar formidablemente.

La idea de ridiculizar o rechazar a personas innovadoras o pioneras que plantean soluciones alternativas a lo conocido no es nueva, pues ha sido una constante en nuestra Historia. Pero, ¿se imaginan cuál sería el presente de la Humanidad si las ideas, teorías e inventos de tantos innovadores, pensadores y pioneros, a pesar de sus múltiples detractores, nunca hubieran sido aceptados, sometidos a debate o demostrados finalmente?

Sin querer ser exhaustivo, piensen en las propuestas que realizaron en su época Tales de Mileto (624 a.C. – 546 a.C.), Pitágoras (579 a.C. – 475 a.C.), Heráclito (540 a.C. – 480 a.C.), Sócrates (470 a.C. – 399 a.C.), Platón (427 a.C. – 347 a.C.), Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.), Arquímedes (287 a.C. – 212 a.C.), Jesucristo (0 – 33), Ptolomeo (100 – 170), San Agustín (354 – 430), Hipatia (360 – 415), Ibn al-Haytham (964 – 1040), Tomás de Aquino (1224 – 1274), Leonardo da Vinci (1452 – 1519), Maquiavelo (1469 – 1527), Copérnico (1473 – 1543), Servet (1509 – 1553), Galileo Galilei (1564 – 1642), Kepler (1571 – 1630), Hobbes (1588 -1679), Descartes (1596 – 1650), Pascal (1623 – 1662), Boyle (1627 – 1691), Locke (1632 – 1704), Hooke (1635 – 1703), Newton (1643 – 1727), Leibniz (1646 – 1716), Berkeley (1685 – 1753), Fahrenheit (1686 – 1736), Montesquieu (1689 – 1755), Voltaire (1694 – 1778), Franklin (1706 – 1790), Linneo (1707 – 1778), Hume (1711- 1776), Rousseau​ (1712 – 1778), Kant (1724 – 1804), Watt (1736 – 1819), Lavoisier (1743 – 1794), Volta (1745 – 1827), Laplace (1749 – 1827), Madison (1751 – 1836), Dalton (1766 – 1844), Fourier (1768 – 1830), Hegel (1770 – 1831), Ampere (1775 – 1836), Avogadro (1776 – 1856), Gauss (1777 – 1855), Gay-Lussac (1778 – 1850), Ohm (1789 – 1854), Faraday (1791 – 1867), Morse (1791 – 1872), Doppler (1803 – 1853), Tocqueville (1805 – 1859), Stuart Mill (1806 – 1873), Darwin (1809 – 1882), Galois (1811 – 1832), Marx (1818 – 1883), Pasteur (1822 – 1895), Mendel (1822 – 1884), Thomson (1824 – 1907), Maxwell (1831 – 1879), Nobel (1833 – 1896), Mendéleyev (1834 – 1907), Koch (1843 – 1910), Nietzsche (1844 – 1900), Edison (1847 – 1931), Graham Bell (1847 – 1922), Pavlov (1849 – 1936), Ramón y Cajal (1852 – 1934), Tesla (1856 – 1943), Hertz (1857 – 1894), Planck (1858 – 1947), Weber (1864 – 1920), Curie (1867 – 1934), Landsteiner (1868 – 1943), Marconi (1874 – 1937), Einstein (1879 – 1955), Fleming (1881 – 1955), Bohr (1885 – 1962), Schrodinger (1887 – 1961), Hubble (1889 – 1953), Heisenberg (1901 – 1976), Pauling (1901 – 1994), Fermi (1901 – 1954), Oppenheimer (1904 – 1967), Severo Ochoa (1905 – 1993), Carson (1907 – 1964), Bardeen (1908 – 1991), Crick (1916 – 2004), Franklin (1920 – 1958), Rutherford (1925 – 1930), Watson (1928), Higgs (1929), Hawking (1942 – 2018)…

Leonardo da Vinci.

Sin cambiar lo que siempre hacen, ¿qué intentan lograr los españoles?

¿Cómo pretenden algunos españoles mejorar sus vidas si no asumen riesgos, si no se enfrentan a sus miedos y salen de sus zonas de confort? ¿No vale la pena actuar sabiendo que el resultado tiene mucho más valor que el camino para conseguirlo? ¿Qué sentido tiene una vida que deja pasar los días sin aventurarse, sin sacrificarse por mejorar la vida propia y la de los demás? El objetivo y la vía para conseguirlo están ahí, esperando que una mayoría de españoles decidan dar el paso: aprobar una nueva Constitución mediante un periodo de libertad constituyente, haciendo uso del poder originario que posee la nación política española (el pueblo español), a fin de establecer una democracia formal con los mecanismos adecuados para evitar o reducir los abusos de poder y sancionar al osado que lo haga.

Valentía para el cambio

Me decía una persona que nunca un país en la Historia ha cambiado su Constitución sin revoluciones violentas. ¿Consideran este hecho un motivo suficiente para no intentarlo, cuando cabe la posibilidad de hacerlo pacíficamente y sabiendo que los beneficios son inmensos para todos los españoles? Si no probamos instaurar un sistema político nuevo que mejore el actual, ¿cómo pretenden algunos que cambie la situación social, política y económica en España? ¿Votando a cualquier partido cuyas medidas podrán ser revertidas por el siguiente que llegue al poder, manteniendo el círculo vicioso?

¿Se imaginan a un científico excelente utilizando sistemas antiguos que no logran los resultados buscados sin realizar ni una innovación en dichos sistemas? Les aseguro que no, pues ese científico excelente sabría que estaría abocado al fracaso. Y esto es lo que nos está ocurriendo a los españoles con nuestro sistema partidocrático: nos estamos estrellando social, política y económicamente, por el escaso espíritu pionero y preferir no salir de la zona de confort.

Cuando las oportunidades potenciales están ahí delante, esperando que una mayoría las aprovechemos, ¿qué impide asumir el reto? ¿El miedo, la comodidad, la ignorancia…? Todos los obstáculos pueden vencerse si uno tiene la determinación de conseguir el resultado buscado. Incluso de los fracasos se puede aprender para seguir adelante y seguir innovando. No intentarlo supone asumir que somos unos fracasados e inútiles.

Por fin ha llegado la reacción de muchos españoles

Existe una parte de la sociedad española que sí quiere asumir ese reto y va a dar el paso para lograr instaurar una democracia formal en España. Para ello, será necesario contar con una mayoría de la nación política española, la que posee el poder originario y constituyente. Hoy ya se están dado los pasos adecuados y, en breve, se anunciarán medidas concretas que podrán ser asumidas por aquellos españoles que sí tienen ese necesario espíritu innovador y pionero, que están convencidos de que España se merece tener una Constitución que defina el sistema político que más pueda beneficiar a todos los españoles y no a unos grupos de privilegiados. Y ese sistema tiene un nombre: democracia formal.

Si la mayoría de la nación política así lo decidiera, podrían ser elementos esenciales del nuevo sistema político la separación de los poderes del Estado (Legislativo, Ejecutivo y Judicial), con mecanismos adecuados que garanticen la independencia de los mismos y con los adecuados frenos y contrapesos entre ellos, que hoy no existen; la representación directa en el poder Legislativo (elecciones de diputados por distritos electorales uninominales a dos vueltas, cuyos candidatos serán personas con nombres y apellidos sin necesidad de pertenecer a un partido), con la posible revocación de los diputados elegidos por sus electores del distrito si incumpliera su programa o los perjudicara con sus actuaciones, así como en el poder Ejecutivo (elección del Presidente en distrito único nacional a dos vueltas); procedimientos electorales absolutamente transparentes (con medidas tales como el escrutinio de actas de las mesas electorales grabados en vídeo y la publicación de todas las actas de mesas electorales); los controles para evitar abusos de poder, hoy inexistentes o ineficaces; contar con un poder Judicial cuyo órgano de gobierno se elija por los operadores jurídicos (jueces, fiscales, abogados, procuradores, letrados, etc.), donde los jueces sólo podrán acceder a través de pruebas selectivas y promocionar por méritos sin interferencias de los otros poderes del Estado, y contar con su propia administración (la actual del Ejecutivo pasaría a depender exclusivamente del poder Judicial); la posibilidad de que el electorado pueda elegir al Fiscal General del Estado o/y otros fiscales jefes entre fiscales y jueces de carrera y abogados, dado el papel fundamental de los fiscales para velar por la independencia de los Tribunales y la defensa de los derechos de los ciudadanos, a fin de no dejar al poder judicial (integrado únicamente por jueces y magistrados) sin ningún control por parte de la ciudadanía y convertido en un poder endogámico; determinar las libertades y derechos fundamentales cuyo contenido esencial no podrá ser modificado por Ley; el Tribunal Constitucional dejará de existir y sus funciones corresponderán a una Sala del Tribunal Supremo; atribuir al Estado, en función de su organización territorial, las competencias mínimas que realmente sean necesarias (Educación, Defensa, Seguridad, Relaciones exteriores, etc.), dejando el resto de funciones en manos de la sociedad española, disminuyendo de esta forma el poder estatal y su capacidad de recaudación -tributos- y gasto público; organizar el Estado territorialmente como más beneficie al pueblo español, que es otra forma de dividir los poderes del Estado (dejarlo como está hoy, o sólo con Estado y Comarcas, o con Estado y Provincias, con Estado y Municipios, etc.), evitando las duplicidades de competencias (como ocurre hoy); etcétera.

Con una democracia formal, los españoles conocerían la estabilidad política y social que nunca han conocido, así como unas posibilidades de crecimiento inauditas hasta ahora

Cuesta entender que los españoles aún no se hayan dado cuenta de que tienen en sus manos acabar de un plumazo con la mayoría de los problemas que padece: injusticias, abusos de las Administraciones Públicas, desempleo, corrupción sistémica, separatismos, etc. Con una democracia formal, los españoles conocerían la estabilidad política y social que nunca han conocido, así como unas posibilidades de crecimiento inauditas hasta ahora, y todo ello sin abusos de los poderes del Estado. Si lo analizan con detalle, podrán observar qué bien se han encargado los distintos grupos privilegiados (no debe confundirse con ricos) de que nunca se instauren sistemas políticos democráticos. Si quieren comprobarlo, intenten encontrar y analizar los argumentos de los detractores de una democracia formal, y observen el silencio de los medios de comunicación al respecto.

Puedo asegurarles sin lugar a dudas que, en una democracia formal, sometida a numerosos controles y en la que sólo se podrá elegir directamente a personas y no a los partidos, quedarán marginados de la política muchos parásitos e indeseables que viven de este sistema corrupto. Igual que los políticos de los partidos no paran de vender las bondades de la innovación, ¿por qué no hacerlo con el propio sistema político? Los que votan a los partidos, podrían exigir a los mismos que expliquen con detalle por qué no quieren una democracia formal, a pesar de sus grandes beneficios para los españoles.

¿A qué esperan para decidirse?


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6 comentarios

  1. Ángeles Suárez Pozo

    La gente solamente conoce del estado al presidente, lo demás es un mundo aparte, es este, el que pone la identidad al partido, pero, ¿qué es lo que se esconde en un partido?

    ¿De qué manera usan estos el poder?

    ¿Quiénes son los que cooperan con ellos?

    Los partidos políticos están financiados por las empresas y avalados por el periodismo.

    Lo que les interesa a los empresarios es que haya un partido que les sirva.

    el partido tomará todas las estrategias para permanecer en el poder, les da igual jugar sucio, inventar cosas que no son ciertas .

    Es un poder que no trabaja para los ciudadanos, sino que trabaja para permanecer en el poder.

    Y eso lo sabemos porque nos lo han demostrado, porque no son cosas que nosotros nos inventemos, porque están en los juzgados.Aunque desgraciadamente los hechos delictivos se mantienen durante mucho tiempo ocultos.

    • Luis Escribano

      Gracias por su comentario, Ángeles.
      Efectivamente, pocas personas saben como funciona realmente un partido, y la mayoría desconoce sus relaciones de poder. Por eso hay que desenmascarar a «la bestia», y exponerla ante los ojos de todos. Con trabajo y paciencia, avanzaremos en la consecución de esa deseada democracia formal para España.
      Un saludo!

  2. Maria Vicenta Beltran Almazan

    Es razonable que cambien muchas cosas y las apoyo.
    Pero me temo que pueda costar sangre.
    Estos «partidos mafiosos» no tienen límites.

    • Luis Escribano

      Gracias por el comentario, María Vicenta. No es una tarea fácil, pero se están consiguiendo muchas cosas. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, lograremos que el mensaje de la verdad se imponga pacíficamente, con el boca a boca, la pedagogía, las charlas, la abstención, las manifestaciones, etcétera.
      Un saludo!

  3. No será fácil, seguramente yo no lo podré ver, pero al menos haré todo lo posible para que un día nuestros nietos sí puedan sí disfrutar de una verdadera democracia en España, y el difundir estos artículos suyos es una manera de contribuir a lograrlo (lo cierto es que cuesta mucho que la gente lea y analice).

  4. Es que la Transición fue eso: una transición. Quedarse en ella es como quedarse en el camino, no haber llegado. Un ejemplo es el absurdo procedimiento electoral, que Felipe Gonzales cristalizó en ‘ley’, haciendo que mi voto para el Congreso de residente en la Comunidad de Madrid valga sensiblemente menos que el de un votante de Esquerra, pagando los mismos o más impuestos estatales. Si los Reyes tienen un hijo varón, adiós “princesa”. Etc. No sé si estoy en lo cierto, porque vivo aislado y un tanto de memoria.

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