Casado y Diaz Ayuso Covid

Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso saludan a un superviviente del Covid-19.

Opinión, Salud

La política del miedo es mala para la salud

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Coronavirus marca España: ¿el encierro es mucho más letal que el trabajo de riesgo?

“En un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder” (Noah Harari).

There are three kinds of lies: lies, damned lies, and statistics” (Mark Twain).

Es difícil imaginar qué habría pasado en la España del coronavirus sin aplicar el confinamiento más coercitivo de toda Europa. Aún así y pasados más de dos meses de encierro, hay algunos indicadores que no van muy bien. Y no hablo de la debacle económica.

El 10% de las muertes por coronavirus a nivel mundial, se han producido en España. La cantidad de muertes asociadas al Covid-19 por cada 100.000 habitantes es casi el doble de la que se observa en Suecia. Y en Suecia, a diferencia de España, no hubo ningún tipo de encierro ni alertas de pánico ni presión policial para controlar a la población.

No sabemos si el coronavirus se habría propagado de la misma manera si el personal sanitario hubiera contado con todo el equipo de protección necesario para preservar su salud y la de los pacientes. Los trabajadores de la salud denunciaron desde el primer momento carencias en el equipamiento y falta de pruebas de diagnóstico para el personal.

Todo indica que, al menos las dos primeras semanas de cuarentena, quienes estaban más expuestos al contagio no fueron testados. Imposible adivinar cuántas muertes se podrían haber evitado si gran parte del sistema publico de salud y de las residencias de ancianos no exhibieran descarnadamente los despojos del saqueo y de los recortes.

La OMS alerta de los peligros de la pandemia de información falsa, la infodemia. A la OMS parece preocuparle más la diseminación de las teorías conspirativas en las redes sociales que el empleo de parámetros erróneos en los modelos matemáticos.

¿Acaso impacta más a la salud general la opinión de la población que las medidas impuestas mediante el estado de alarma?

Este error en la apreciación del problema es muy grave. Porque valdría la pena preocuparse más por la información errada que pudiera condicionar a quienes tienen más poder de decisión y es de suponer que los gobiernos basan sus decisiones en publicaciones científicas, antes que en teorías conspirativas.

¿Acaso impacta más a la salud general la opinión de la población que las medidas impuestas mediante el estado de alarma? La complejidad que se refleja en la actual pandemia de coronavirus es evidente. Aún reconociendo que el conocimiento nunca es definitivo ni perfecto y que hay gran incertidumbre en las variables, cabe revisar la calidad de la información que se está utilizando para tomar decisiones.

Por más que tengamos el ordenador más potente y el modelo matemático más sofisticado, si se procesa información equivocada, difícilmente se obtengan resultados útiles. Para el caso actual, uno de los parámetros con los que se han alimentado los modelos informáticos es la tasa de mortalidad asociada al Covid-19.

Los ciudadanos mantienen los carteles de la esperanza en sus balcones.

En la dinámica de la pandemia, la cantidad de personas que muere sobre el total de casos diagnosticados va cambiando a lo largo del tiempo y depende no sólo de si aumentan los contagios sino de los medios disponibles para identificar los casos. Muchos de los modelos que orientan las decisiones, como el del conocido estudio del Imperial College, presentan estimaciones de la mortalidad muy tempranas y en base a muy pocos casos, por lo que su incertidumbre es enorme.

Más aún cuando corresponden a contextos diferentes. Cuando la OMS declaró la pandemia, sostuvo que la tasa de mortalidad por Covid-19 era de aproximadamente un 3,4%. Posteriormente, teniendo en cuenta la experiencia en Corea del Sur, hubo expertos que la situaron en 1,6% en ese contexto y en un 0,4% para el caso de España.

La disparidad entre las apreciaciones de los expertos es enorme, también hubo un médico español que la estimó, apenas con 10 días de diferencia, en más del 10%. Desde el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y su Equipo Covid-19, se publican informes sobre diferentes aspectos de la pandemia desde antes de declarada oficialmente.

Tasas de mortalidad

A esos documentos se agregaron, desde el 30 de abril, informes sobre la situación en profesionales sanitarios. Llama la atención que las tasas de mortalidad asociadas con Covid-19 en la población en general son muy diferentes de las del personal de salud, tanto por grupo de edad como diferenciando por sexo (8 y 9).

Los trabajadores sanitarios representan un 21,9% de los casos de Covid-19 notificados al Sistema para la Vigilancia en España – Centro Nacional de Epidemiología del ISCIII (SiVies) al día 6 de mayo de 2020. La cantidad de mujeres sanitarias contagiadas es más del doble que la de los trabajadores hombres. Las
mujeres representan el 76% del personal sanitario.

En cambio, en los casos identificados en la población en general, la diferencia entre mujeres y hombre no es tanta. Las tasas de mortalidad para hombres y mujeres trabajadoras de la salud son, respectivamente, 0,3% y 0,06%. Debido a esas diferencias y a que las mujeres son mayoría en el personal de salud, el porcentaje general de defunciones en profesionales sanitarios es del 0,1%.

La fachada del Instituto de Salud Carlos III.

El Informe del ISCIII no presenta información sobre la cantidad total de trabajadores de la salud que han sido testados durante la pandemia. El hecho de que, entre los tres informes presentados por el Equipo Covid-19 de la institución, desde el 30 de abril de 2020 hasta el 7 de mayo de 2020, la cantidad de casos diarios detectados en el personal aumente, podría indicar tanto mayor número de contagios como mayor número de testeos.

Aún considerando esas limitaciones, la cantidad de casos es más de diez veces superior a la cantidad detectada en la población en general. De los alrededor de 575.000 de sanitarios que trabajan en el sector público, al menos el 6 % estaría contagiado. Llama la atención que el número de bajas informado sea muy inferior al número real de profesionales contagiados.

Es obvio que el personal de salud, especialmente las mujeres, ha estado mucho más expuesto al contacto cercano con enfermos con Covid-19, no han podido mantener las medidas de distancia de seguridad, han sufrido y están sufriendo altos niveles de estrés y patologías habituales de la profesión: depresión, ansiedad, todo ello combinado con equipos de protección insuficientes.

El trabajo en hospitales y centros de salud conlleva riesgos laborales que se agravan con la pandemia. ¿Podría ponerse en duda que se trate de un trabajo más riesgoso que el teletrabajo domiciliario?

En abierta contradicción con lo anterior, la gravedad de la enfermedad asociada al Covid-19 en España, considerada especialmente por la cantidad de muertes que provoca, es aparentemente mucho mayor fuera del sector sanitario.

No se trata de considerar el porcentaje de defunciones total en la población diagnosticada (cercano al 8% y sesgado por la edad de la muestra), es superior considerando cada franja etaria y discriminando por sexo.

Para todas las franjas de edad incluidas en los reportes del ISCIII (coincidentes para sanitarios y población en general), la cantidad de personas muertas en relación con la cantidad de personas de esa misma franja de edad diagnosticadas, es varias mayor en confinamiento total que para el personal
sanitario
. Siendo especialmente preocupante lo observado para las mujeres de más de 60 años, que alcanzarían en confinamiento un porcentaje de defunciones 30 veces mayor que en la misma franja de edad como trabajadoras de la salud.

Se ha dicho al inicio de la cuarentena que el confinamiento de las personas relativamente sanas podía colaborar en proteger a las personas mayores. Sin embargo, acaba de hacerse público que 17.730 personas han fallecido en residencias de ancianos españolas, tanto públicas como concertadas o privadas. Es decir, la mayor parte de las muertes se ha producido en sitios donde las personas estaban aisladas desde principios de marzo.

El informe más reciente publicado por el ISCIII indica que “el 87% de los pacientes que fallecen tienen más de 70 años, el 95% de los mismos presentaban algún tipo de enfermedad de base previa y el 61% padecían una enfermedad cardiovascular”.

Ojalá el confinamiento haya servido para proteger a alguien. Los informes recientes del ISCIII muestran que las personas diagnosticadas con coronavirus que, durante esta cuarentena, estuvieron realizando trabajos riesgosos sin estar confinados totalmente, parecen tener una probabilidad de morir muy inferior a la de la población en general de su mismo grupo de edad.

Esta evidencia debería considerarse de manera urgente e incidir en relajar las medidas de desescalada para toda la población que no detente factores de riesgo y sin agravios comparativos. Porque especialmente para la población sana, tal y como era de esperar, el encierro enferma y el remedio podría ser peor que la enfermedad.


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