Hemos acabado febrero. Aquí en Sevilla, hace un tiempo muy agradable y primaveral, con unas mañanas de sol luminoso y alegre y ya comienza a hacer calor
Siempre he pensado que hay libros adecuados para leerlos según la estación, y El señor Doubler y el arte de cultivar patatas me parece muy apropiado para leer ahora que se acerca la primavera, ya que la naturaleza es un elemento importante en el libro.
La verde campiña inglesa, que cambia según las estaciones, acompaña al protagonista en sus también cambiantes estados de ánimo, da sus frutos gracias al esfuerzo y la perseverancia del agricultor y le hace reflexionar sobre las cosas realmente importantes y admirar la belleza del paisaje.
La autora, Seni Glaister, es una escritora inglesa no muy conocida, librera de profesión y empresaria (su empresa pone en contacto a cocineros, amantes de la cocina y organizadores de eventos). Su interés en la vida del campo y la cocina natural y saludable se nos muestra continuamente a lo largo de sus páginas, pero sin resultar pesado ni excesivamente didáctico.
Me llamó la atención la portada del libro, en la que se ve a un anciano agricultor de espaldas, paseando por un bonito campo de patatas. El ejemplar, barato y de pasta blanda, estaba en la sección de rebajas. Si soy sincera, no tenía grandes expectativas con su lectura, aunque el título llamaba mi atención: quería seguir a ese hombre que caminaba por sus tierras, saber si tenía algo que contar aparte de su interés por las patatas. Y me llevé una agradable sorpresa.
Un acomodado agricultor
Doubler es un acomodado agricultor que se queda solo en su vejez. Vive en una preciosa finca en el campo. En su particular Arcadia, parece no necesitar nada más y podría aplicársele la frase dichoso el que huye del mundanal ruido.
Su única compañía es la sabia y encantadora señora Millwood, su asistenta, que además de ayudarle en sus tareas domésticas, comparte con él todos los días un rato de almuerzo y conversación. La vida sin sobresaltos de Doubler se tambalea cuando ella ingresa en el hospital y él se siente muy perdido sin su compañía.
Me gusta esta novela con pocos personajes, ya que creo que eso permite a la escritora dibujarlos mejor, darles más profundidad psicológica. El señor Doubler vigila la finca con sus prismáticos, a quien entra y sale, desde su atalaya. Pero nosotros también como lectores, desde la nuestra, seguimos sus pasos desde que se levanta y pasea por el campo hasta su último pensamiento antes de acostarse.
Descubrimos sus pequeñas manías y, a veces, nos despierta simpatía y empatizamos con él, y otras, nos parece un personaje altivo, pedante, obsesionado con el cultivo de sus patatas, y al que su mujer abandona de puro aburrimiento…
A lo largo de todo el libro nos preguntamos: ¿es el señor Doubler un ermitaño? ¿Realmente ama tanto la soledad como nos hace creer en un principio? ¿Es un padre desnaturalizado del que sus hijos huyen? O por el contrario… ¿Es una persona de profunda humanidad, que realmente no ha conocido a casi nadie con quien merezca la pena mostrarse tal como es?
La señora Millwood, a través de sus conversaciones telefónicas con él, desde el hospital, resulta ser una magnífica psicóloga que le conoce mejor que nadie
Llega un momento en el que las circunstancias de la vida (en este caso el ingreso de su asistenta en el hospital) le ponen entre la espada y la pared. La señora Millwood, a través de sus conversaciones telefónicas con él, desde el hospital, resulta ser una magnífica psicóloga que le conoce mejor que nadie. Le encarga que le sustituya en una asociación protectora de animales con la que colabora y, en realidad con esta petición, lo está invitando a salir de su zona de confort y a conocer a otras personas.
Y es cuando Doubler interactúa con los demás, como realmente descubrimos su potencial. Se muestra como una persona empática y sensible, que se interesa en ayudar a sus compañeros y a los animales del refugio. Es un sibarita al que le gusta el buen comer y un excelente repostero, capaz de contagiar esta pasión por la cocina a sus nuevos amigos. Tiene otras muchas cualidades que iremos descubriendo poco a poco. Él comienza a darse cuenta del cambio que está experimentando y se siente feliz y confiado consigo mismo.
El arte de cultivar patatas se convierte, gracias a la señora Millwood, en el arte de vivir. Doubler descubre que hay más cosas importantes en su vida si sabe apartar por un momento la vista de la tierra y comienza a mirar a los ojos a las personas.
El tema de la vejez se aborda desde distintas perspectivas: la del resentimiento de la anciana a la que no le gusta que sus hijos decidan por ella y se siente engañada. Otros se muestran resignados: «Mis hijos no vienen a verme porque viven muy lejos». Y también está la del que lucha contra la pérdida de la identidad y la monotonía al enfrentarse a la jubilación.
No hay piedad ni justificación para el comportamiento de algunos hijos. La autora les pone ante un espejo donde contemplan su miseria moral. Esto nos plantea algunas preguntas peliagudas: ¿tenemos que querer a nuestros hijos simplemente por llevar nuestros genes? ¿Tienen derecho los hijos a decidir sobre la forma de vida y el bienestar de sus padres aún yendo en contra de su voluntad? También se aborda el amor en la tercera edad… ¿vale la pena enamorarse al final de la vida?
En definitiva, me ha gustado esta novela sencilla, con más pretensiones de las que aparenta, principalmente porque nos hace reflexionar y ponernos en los zapatos de los mayores, ya que nos acerca de forma muy realista a sus sentimientos. Nos dice que nunca es tarde para cambiar, y si podemos cambiar a mejor… ¿por qué no
hacerlo? Nunca es tarde, señor Doubler.
Pues sí, Julia… Las personas cuando se hacen mayores se vuelven algo egoístas, pero no se puede dejar atrás a los hijos ni dejarse llevar por la soledad, porque nos necesitamos unos a otros y el tiempo que se pierde no se recupera, así que, ante todo, disfrutar de todo lo bueno que nos viene y disfrutar dentro de lo que se pueda de los mayores, ya que, cuando se van, no se puede dar marcha atrás. Besitos, guapísima.😘😘
Bonito artículo que comenta un hermoso libro que sin duda leeré.
Gracias Julia por tus palabras.
Efectivamente Julia,nunca es tarde para cambiar…mi más sincera felicitación por su escrito.Saludos cordiales.
Que bien la has contado…me parece una historia muy tierna y creo que estaria muy bien para llevarla al cine…a lo mejor me lo compro
Muchas gracias por el bonito análisis, me han entrado muchas ganas de leer el libro y de analizar si estoy sembrando demasiadas patatas, jajaja, gracias y enhorabuena por el artículo!
Es cierto, Mónica, nunca sabemos cómo vamos estar cuando lleguemos a viejos, por eso hay que ser empáticos ahora. Gracias por tu comentario. Un abrazo
Escribes muy bien Julia, de una manera directa, clara, precisa y entrañable. Dan ganas de leer el libro. Sin duda, lo buscaré. Gracias y espero seguir leyéndote.
Este libro tiene buena pinta y… sí, me lo imagino llevado al cine. Espero leerlo prontito. Me gustan las historias humanas, que hablan de sentimientos y emociones, que nos acercan a los demás y nos devuelven la esperanza en que el cambio siempre es posible 😉