visigodos

Una ilustración en el que se representa al ejército visigodo.

Historia, Opinión, Política

La traición de los Spata en Andalucía

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Corría el año del señor de 711 cuando el pueblo visigodo, convertido ya al completo al catolicismo, aun gobernaba en toda Spania

Toledo era la majestuosa ciudad donde la riqueza de toda Europa fluía por sus tiendas y comercios, donde los judíos vendían las mejores joyas hechas por los más célebres artesanos de Constantinopla. Nadie podía soñar siquiera la marea que vino después, que como un tsunami barrió toda la geografía hasta dejar irreconocible Spania, ya que incluso su nombre y toda su memoria fue borrada y cambiada de todos los mapas y del recuerdo.

Los Spata, cuyos antepasados habían sido senadores y hasta cónsules de Roma y alguno de ellos incluso fue honrado con un triunfo, habían tiempo atrás gobernado en nombre de los godos en la Spalis romana. Eran viejos terratenientes y mantenían una villa en la antigua Itálica, cuna de emperadores, para dar lustro a su apellido. Incluso habían sido patronos de San Isidoro, quien les dedicó una obra que, desgraciadamente, se ha perdido entre las hojas del tiempo. Ahora sus descendientes llevaban muchos años apartados del poder por el escándalo contable y el enriquecimiento de unos pocos y no eran ya tan ricos y poderosos como antaño.

Educado en Constantinopla

Aun así, uno de los últimos Spata fue llevado a educar a Constantinopla, donde estaba el último reducto del saber de Occidente. Allí vivió en la corte del emperador y tuvo a los mejores maestros de su siglo. También asistió a la caída de Justiniano II y a las revueltas que lo derrocaron y lo desterraron, aunque éste luego volvería al trono hasta su muerte, en el año del Señor del 711. Vivió allí que la llegada e irrupción de los árabes era lo más temido por los bizantinos, pues fueron de derrota en derrota hasta que sitiaron la capital con una flota que fue destruida por el famoso fuego griego. Luego las tormentas liquidaron lo que quedó de aquella poderosa flota invasora.

Spata vivió allí de cerca la llegada de los árabes y su expansión imparable por todo el Mediterráneo. Viendo el potencial de estos para usarlos y que su familia fuera otra vez poderosa, decidió viajar a Damasco para conocer más profundamente quiénes eran y hasta dónde llegarían. Para ello, aprovechó sus dotes de comerciante y se infiltró en una de las caravanas que llegaban a Damasco. Gracias a las lenguas aprendidas en su instrucción, llegó hasta la corte del califa Al-Walid con la intención de establecer algún negocio con él, llegando a hablar con él en persona varias veces.

El pacto con el califa omeya

Las conquistas árabes eran por aquel entonces imparables, habían liquidado al otrora todopoderoso imperio persa y destrozado a los bizantinos en agosto del 636 en la batalla de Yarmuk, lo que les abrió Siria y Anatolia hasta la capital Constantinopla. Por el este, las conquistas estaban en aquella época ralentizadas, pero por el Oeste habían llegado hasta el norte de África. Aquí vio el Spata su oportunidad. Le habló al califa de las bondades de la tierra de Spania, de las riquezas sin fin del reino visigodo, del poder de entrar por el Sur del antiguo imperio romano. Entonces, allí mismo, fue cuando empezaron los planes de conquista.

Al volver a Spania para colaborar con los poderosos árabes paró en la antigua fortaleza de Ceuta, esa que guardaba las columnas de hércules y donde gobernaba en nombre del rey visigodo el oscuro conde Julián. Este había servido en otro tiempo a los intereses del emperador de Bizancio, pero ahora estaba al servicio del rey visigodo de nombre Rodrigo, aunque parece ser que no tenía escrúpulos en servir a un nuevo señor si había oro de por medio. La historia muchas veces la escriben hombres oscuros y el Spata, vive Dios, que lo era.

Tras recibir la hospitalitas de Julián, se puso manos a la obra para desplegar su plan de recuperar el poder perdido de su familia y las riquezas que anteriormente les habían sido arrebatadas. Así fue a ver al wali nombrado por el califa Al-Walid, para aquella zona de África, que tenía por nombre Musa, quien había acabado con la resistencia bereber y tenía algo de prestigio en la corte. Spata le entregó las instrucciones que el mismo Al-Walid había ordenado y que estaban troqueladas con su sello personal. Tras leer el documento, Musa tan solo sonrió y obedeció lo que él se le decía. No hay más Dios que Alá, se le escuchó gritar como señal de sumisión.

La preparación de la conquista de Spania

Así pues, una vez terminado lo que fue a hacer a Ceuta, embarcó a Spania para ir directamente a Spalis. Allí reunió a su familia y les dijo todo lo que había tramado desde su vuelta de Constantinopla y su reunión con el califa. Tras conseguir la aprobación familiar, se dispuso a ejecutarlo al completo. La situación había dado un vuelco por aquella fecha. El rey visidogo Witiza había muerto y un desconocido llamado Rodrigo, que era el comandante del ejército, se apoderó del trono de forma violenta, relegando a los partidarios de Witiza y a sus tres hijos.

Spata los buscó a todos ellos y entabló amistad con todos los duques que odiaban a Rodrigo. Finalmente, los convenció de solicitar la ayuda de Musa, gobernador nombrado por el califa, y del conde Julián para recuperar el trono que se les había arrebatado. Así, llegó a las mismas manos de Musa la petición de ayuda que esperaba de los traicionados visigodos, que en el fondo era lo que le había ordenado el califa para seguir con las conquistas en el oeste del califato. Spata veía cómo su plan se ejecutaba al completo. Nada parecía interponerse en sus ambiciosos planes de devolver a su familia el poder y la riqueza que les fueron arrebatados.

Musa ordenó que un pequeño ejército al mando de unos de sus lugartenientes, Tarik, que fue desembarcando esas tropas en la bahía de Algeciras en la primavera del 711, y, poco poco, avanzó por las llanuras bajo la forma de conquista, quemando cosechas y tomando fortunas, sobre todo, a mujeres jóvenes godas e hispano-romanas muy apreciadas en su mundo. Así fue conquistando algunas ciudades a su paso en nombre del califa de Damasco. Rodrigo, el rey visigodo, que se hallaba en el norte sofocando una revuelta de los siempre problemáticos vascones, como pudo, recorrió la península ibérica de Norte a Sur para plantar cara a los nuevos invasores. Spata veía así cómo su plan se ejecutaba.

El fin del reino visigodo

Tras la larga marcha, Rodrigo llegó a la llanura donde había una laguna cerca de la antigua ciudad de Asido, hoy Medina Sidonia, donde se había establecido Tarik y sus tropas a la espera de entablar batalla. La noche antes de la misma Spata se reunió con los hijos de Witiza y sus partidarios para trazar el plan de batalla, para que no se olvidara ningún detalle. Luego ya de madrugada fue a ver a Tarik para acordar los términos en los que se desarrollaría el plan final y la aniquilación del traicionero duque Rodrigo y sus partidarios. No olvidaban algunos de las filas visigodas cómo había llegado al poder.

Esa mañana de julio del 711 se levantó calurosa. Incluso empezó a soplar un viento de Levante que acentuaba aun más el sofoco del ambiente. La humedad del entorno agobiaba a ambos bandos por igual. Los ejércitos se fueron formando frente a frente al rayar el alba. Pequeñas escaramuzas entre ellos empezaban a forjarse. Finalmente, en formación de combate, la temida y poderosa caballería goda que aniquiló a los romanos en Adrianópolis y acabó con un emperador de Roma, cargó contra los árabes. Estos se habían situado poco a poco rodeando las alas de los visigodos.

El propio Rodrigo encabezó aquella carga. Pero, al llegar a la línea enemiga, los flancos del ejército godo comandados por los hijos de Witiza abandonaron la batalla dejando solo al rey que fue inmediatamente rodeado. Spata, desde lejos, observaba cómo el todopoderoso ejército visigodo se deshacía frente a él. Era el plan trazado desde el principio. Traicionar al rey felón que los había apartado del trono mediante el engaño y la fuerza. Con el ejército traicionado, el rey fue saeteado por los arqueros y, herido de muerte, huyó del campo de batalla, marcando la señal de la derrota, pero su cuerpo y su tumba jamás han sido encontrados. Los demás lo siguieron para evitar la total aniquilación.

Ese día, la flor y la nata visigoda yacía esparcida por la tierra seca. Los hijos de Witiza se reunieron con Tarik para ponerse a su servicio. Pero también aquello formaba parte del engaño ideado por Spata. El nuevo ejército no había venido a reponerlos en el trono de su pueblo, sino a conquistar en nombre del califa y del Islam. Aun así se les respetaría su posición tras la conquista, conservando tierras y privilegios. Los Spata fueron parte del poder que dejó instalado el califa en Spalis, según marcaba su acuerdo. Recuperaron tierras, palacios, riquezas y el honor perdido. Incluso llegaron a abrazar la nueva religión y cambiaron el nombre por el de Banu Saif, adaptándose así al árabe. Y todo aquello se hizo para conservar el poder, al precio que fuera.


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3 comentarios

  1. José Ramón Talero Islán

    Magnifico relato histórico,mi más sincera enhorabuena…es un usted un historiador muy bien formado y documentado…necesitamos muchos como usted… Saludos cordiales.

  2. Salvador

    Magnifica clase de Historia.
    Después de leerlo, rápidamente me ha venido a la mente la próxima visita de los moncloas a la Corte del Rey Mohamed . Cosas mías….

    Un saludo.

  3. Que pena que nos han quitado la verdadera historia, ahora solo enseñan pamplinas, gracias por su información.

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