espadas elecciones

Juan Espadas. / EFE

Opinión, Política

Juan Espadas ‘trabaja’ para el PP de Andalucía

Comparte este artículo:

Juan Espadas y el PSOE han ‘trabajado’ para Juanma Moreno y el PP estas elecciones. También Teresa Rodríguez ha formado parte de ese equipo para que el PP saque 58 diputados, para construir un gigante en votos y dar una estabilidad institucional desconocida desde las mayorías absolutas del bueno de Manolo Chaves. Todos a una cayeron en la tela de araña tejida por los medios de comunicación y por las encuestas. El miedo a Vox les unió a todos. El grito «que viene el fascismo» agitó el miedo en las mentes de los andaluces

Los abuelos, durante cuarenta años, contaban historias de una guerra a los nietos. El recuerdo de los años del hambre y de la prohibición de la libertad ya se iba disipando en los recuerdos de los andaluces. La generación de hierro iba desapareciendo poco a poco en Andalucía. Y, con ella, la memoria y la represión de la clandestinidad. Los que estuvieron allí clandestinos ya están todos jubilados y esperando a la parca, y a los jóvenes ya no les agita el miedo a la derecha que ya ha gobernado. Fue el rechazo a esa derecha que consideran y señalan como heredera del franquismo lo que movilizó a los andaluces.

El cambio no era virar para atrás

El cambio que se pedía no era una vuelta atrás a los años 60, a que todo esté prohibido. Nos dijeron que la libertad, uno de los más sagrados bienes del hombre, estaba en juego. Habían aparecido señales, ya estos últimos años, por toda Europa, de una vuelta a los años 30 del siglo pasado, a una vuelta a los totalitarismos. A una vuelta a una democracia herida de muerte. Los viejos fantasmas que tenían las manos manchadas de sangre se aparecieron en las madrugadas, provocando pesadillas y miedos. Otra vez, no.

En el fondo, eran los valores propios de nuestra civilización los que estaban en juego. La democracia actual es imperfecta, pero es lo que tenemos como dique de contención a los extremos de un lado y otro. Esos mismos extremos llenaron de guerra las calles de toda Europa en los años 30 y los 40. Unos contra otros y el pueblo en medio, sufriendo y muriendo. No habíamos aprendido nada desde la caída de Berlín en 1945. El viento dejó de soplar para delante y fue para atrás. Y los que se escondieron salieron a la luz para ver si su obra podía tener sucesión o incluso ser reconstruida. Eran los mismos que usaron a Odessa, pero ahora no escapaban, ahora pretendían volver.

El miedo a Vox

El grito helado de la izquierda de la llegada de lo que, según ellos, representa Vox, avivó memorias y recuerdos. Despertó conciencias. Espadas se puso a trabajar para que el PP de Moreno Bonilla se impulsara por el desembarco de los de Abascal, que no traían ni programa ni fuerza electoral. Hicieron crecer al globo inflándolo de soflamas, de mensajes de derrota y, sobre todo, de miedo.

Cada vez que Espadas hablaba, el contador de votos de Juanma crecía. Cada vez que señalaba Espadas con el dedo, el Parlamento crecía y crecía para la bancada azul. Esos votos no eran para él, eran para que Vox no entrara en el gobierno andaluz. Hasta los suyos se le fueron enfrente para dotar de fortaleza al PP de Andalucía para frenar ese imaginario tsunami.

Hasta Teresa Rodríguez se instaló en la propagación de ese miedo, en ese ataque visceral a lo que VOX, según ella, representaba. En los debates fue al cuerpo a cuerpo con Olona, cuchillo en mano, como el cuadro de Goya. Aldabonazo tras aldabonazo. La guerra no era con Juanma, sino contra Olona, a la que había que desnudar políticamente.

El desconocimiento de la candidata de Vox de los problemas de Andalucía era tan grande y tan profundo que se vieron sus carencias políticas y, sobre todo, el hecho de que sus propuestas eran un absurdo tras otro. Pero ella era el enemigo a batir. Y la Tere se lanzó a ello como si no hubiera un mañana. Y hasta llegó a decir y alegrarse que, gracias a ella, Vox no formaba parte del gobierno de la Junta.

Espadas se puso la camiseta del susto a los andaluces. Y no supo ver que Vox no era un enemigo de talla, sino el PP de Juanma, que estaba tan escondido detrás de su nombre que no se veían ni las siglas ni el charrán ni la gaviota ni nada de nada. Hasta Marín se había sacrificado, él y todo su ejército para que el bueno de Moreno Bonilla entrara en la historia de Andalucía por la puerta grande, con mayoría absoluta de 58 diputados.

Ahora queda por ver su gestión, libre ya de Ciudadanos y, sobre todo, su gestión sin el manijero y muñidor de la pasada legislatura, su alter ego y amigo Elías Bendodo. Buen trabajo, Espadas. Buen trabajo, Teresa Rodríguez.


Comparte este artículo:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*