¿En qué lugar del mundo nos seguimos buscando? ¿A quién acudimos cuando talla la tristeza? Verano de una figura del tarot. Gualdrapas de mulas que surgen de Afrodita. ¿Cuando el amor se va, como un Ulises, adónde acudimos? Nuestra im/paciencia es tan natural como las rocas re/quemadas
Sentimos que lo absolutamente necesario es contar El Cantar de los Cantares a los submarinistas que, con efecto óptico, se arrojan al fondo de los pantanos para ob/tener un per modo di dire. ¿Acaso dicen las palabras? ¿Acaso el lenguaje es un bip bop que reanuda toda desolación? Diremos que no. Creemos que lo hemos de decir. Por/que de lo contrario supondremos que el dolor des/aparece con las cañas de mayo que entran en nuestras bocas como capulíes que nunca se dan por vencidos.
Pero. Pero el dolor se debe guardar en las neveras, junto a la mantequilla y la música de Brahms. El dolor es inédito en cualquier hombre, celebración de una Nicea que sobreviene cuando ya estamos cansados de vivir, pues es la vida la que nos cananea como un Barac, che. Insistimos con darle crónica a nuestra soledad que pervive al lado del lago de Galilea y que nos impide crecer en edad y en osteología. Es entonces cuando acudimos a la amistad, esa ramera del Sur.
La amistad no existe, únicamente la proyección de nosotros mismos en el otro, que cumple o no cumple. Normalmente cumple si le invitamos a un café o si le regalamos ese libro de Horacio Quiroga que tanto desea. Uno se queda sin amigos cuando le pides un talento romano para ir al cine. La con/fraternidad adquiere la composición de las aventuras hipócritas, pues no hay mejor amigo que uno mismo y no toda esa urbanidad que anhelamos como perros en celo. La ciudad, esta ciudad de gárgolas góticas y de caminos por donde ya no se puede pasar, es un quídam de enajenación y de magicismo hegeliano. Marx odiaba a Bakunin. Eran dos ideologías que se enfrentaban en la catarsis de los jeroglíficos. La amistad perdura solamente en una idea. Cuando ésta se narra, la idea se volatiliza y se aproxima a los acantilados de la psicología. Un amigo quiere producirse como psicólogo, como brujo, como nigromante, pero es precisamente esa nigromancia la que nos aleja de nos/otros mismos. No hay mejor yo que el yo que nos aterra. ¿Para qué re/convertirlo en leyenda, en épica, en ese nocturno lirismo? Nuestro poema sólo lo escribimos nosotros, cuando es leído se sumerge en la tramoya de los escenarios, la cual exige una cierta crisis de valores y de características. Che.
En todo caso, en la vida, en el mundo, durante el tiempo en que no llueve, sólo co/existen en realidad, dos amigos, tres quizá, todo lo demás es mero acompañamiento de los clubs nocturnos y de las novelas donde los personajes se introducen en el mar para no escuchar más la telúrica ideación del que persiste en su negritud. El mundo no desea purgatorios, sólo ferias de caballos y una música trance en la que instalarse para obliterar su propia soledad. No lo olvidemos. Tal vez. A lo mejor no hay que olvidarlo.
Estamos solos ante esta contienda papaverácea en la que existimos sin desear que nadie nos exista. Toda existencia radica en la composición de carne y huesos del cuerpo que decoramos. Cuando el cuerpo se hunde, no hay nadie que pueda lanzarle un flotador. Sólo flotan los que se aman a sí mismos, de acuerdo, lo entendemos, todos somos egocéntricos y realizamos de nuestra vida un milenarismo de verbos plurales y de Cides que conquistan. Nuestra conquista debe producir la litología en la cual creemos. Toda ciencia que venga de lejos debe ser descartada, pues los métodos científicos siguen siendo i/rracionales, monetaristas y equipados de lecciones de universidades religiosas.
Persistimos en la forma
Entonces, persistimos en la forma, no hay mejor amigo que ese amigo que llevamos dentro y que nos eleva hacia la Torre Pera Biter. Es ahí arriba desde donde se ve todo Lisboa, que es un siglo XVI de Pessoa y de manteles policromados. ¿Por qué necesitamos siempre a alguien cuando el amor cesa? Insistimos en la idea. ¿De qué vale exhumar las noticias por el teléfono o por los telegramas que se enredan en los emails de la Nueva Era? Lo único que permanece siempre, siquiera en la memoria, es el amor, aunque éste termine en el badén de las carreteras internacionales.
Es de este modo cuando todo amor practica casi lo necesario para que conculque nuestra melancolía. Intentar compartir la melancolía con los demás remalla la pedantería. Toda amistad no es otra cosa sino la acción bélica de la pedantería, que se manifiesta única/mente en las cervezas que se instalan como peones de ajedrez cuando vemos la final de la Eurocopa con los que jamás sabrán a ciencia cierta dónde se impulsa el dolor en que nos estamos consumiendo como los panes ácimos en tiempo de Pentecostés.
Un amigo denota una fruslería, un macaneo, un celaje. Y no llegará mucho tiempo después en que la amistad nos traicione, en una venganza propia de los ejércitos israelíes. Y no es del todo imposible que vaya por ahí frunciendo nuestro lirismo por los rincones más bellos de la Tierra. Tener muchos amigos hipertrofia la ética que poseemos y por la cual tanto destino se nos ha escapado como peces sorprendidos. El compañerismo ora la decadencia en la que caemos cuando la libertad es usurpada por la cola de los reptiles. No remeda la lealtad, pues ésta pulula, como la sal en los zapatos, alrededor de la farsa y las comedias del siglo XVII. Cada cual cree en cada cual, en un orbicentrismo de hígados que escudan para no ser comidos por los buitres. Ya no somos prometeos, sino una radio/actividad que se extiende por los parasitismos materiales. Frivolidad de los gorros del astracán. Yo soy yo. Tú eres el que creo conocer. Abur.
Deduzcamos por ello que únicamente debemos subir hasta el Qutab Minar con esas palabras que nos pertenecen como piedras recogidas de las canteras en donde vivimos. Este canterismo es único e intransferible. Nadie nos va a salvar de nuestra ropa antigua, pues sólo la sabiduría, esa sabiduría que viene desde las épocas de Virgilio, se enciende como bengalas cuando derrotamos todo lo diabólico que unta nuestro onirismo, pues como dijo Poe: «Todo lo que vemos no es sino un sueño dentro de un sueño». Interrumpamos de tal modo esta cebanita realidad, que nos lembra el Lemur catta que ya somos, única realidad de adolescente que no crece, que se sitúa en el armario de Katy Perry, la cual fue criada por pastores evangélicos, que nos deja in puribus, que nos desolla el tiempo en el que vivimos como si fuera una insalivación forzada y humeante de la cual ya no podemos des/prendernos.
Cuando-el-dolor-fuma hay que buscar los paisajes más lejanos, retirarse allá donde viven los hurones y hacer fogañas en los Altos del Golán. Sólo de este modo the rest is silence y nos apeamos de esta cultura pop y electrónica que padecen los hombres en su ¡huich! de horóscopos que nos hirman en la hipotaxis de todo ese ego al cual pertenecemos, desde el nacimiento, como hallullos de ojos en el hándicap. Che.
Correr el peligro de ser libre
Total~ mente cierto
Soledad «bien ganada»