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Mantener la distancia social y llevar mascarilla dificulta mucho el contagio por coronavirus.

Opinión, Salud

Distancia social y contagio de Covid-19

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Se viene hablando sin cesar, desde hace unos meses, de la distancia social -la distancia óptima que hay que mantener entre personas- como uno de los puntos clave para prevenir el contagio de Covid-19. En todo este tiempo, los cambios en el mensaje que nuestros gobernantes nos han enviado han sido constantes, como expresión, una vez más, de su falta de criterio. Y eso que entre la mínima y la máxima distancia de las que se habla solo es de un metro -el que va de uno a dos-

Después de estar constantemente hablando alternativamente de «un metro y medio o dos» durante semanas, el Dr. Fernando Simón, para expresar una vez más que no era partidario de recomendar el uso de la mascarilla, aseguró por primera vez el pasado 13 de mayo que «la mejor mascarilla son los dos metros de distancia».

Tuve la necesidad de ir a la Estación de Atocha de Madrid al día siguiente. Y para mi sorpresa, la misma estaba llena de carteles, recientemente instalados pero con apariencia de definitivos, en los que figuraba el siguiente mensaje: “Respete la distancia entre personas de 1.5 metros”, para aumentar la confusión generada por el Gobierno y sus asesores durante esta pandemia.

Una semana después, la mascarilla se convertía en obligatoria y el Consejo del Gobierno cambió de nuevo, pues ahora nos dicen que la distancia de referencia para la nueva normalidad será inferior, de sólo un metro y medio.

Aunque pueda parecer banal la diferencia entre estas dos distancias, no lo es en absoluto, pues tiene unas implicaciones prácticas de gran calado. Cuanto menor sea la distancia necesaria, más se podrá aprovechar el espacio en centros de trabajo, restaurantes, bares o escuelas en los próximos meses de la odiosa nueva normalidad, hasta que haya un tratamiento o una vacuna que permitan volver a la antigua. Incluso para hacer cola para que te atiendan en tiendas etc. o para establecer qué es un contacto de riesgo que deban monitorizar los servicios de vigilancia epidemiológica.

Correlación entre cercanía física y contagio

Según la mayor revisión científica publicada hasta la fecha –The Lancet, principios de junio de este año- se conocen algunos datos muy concretos al respecto, que deberían permitir al Gobierno aclararse de una vez por todas también en esta cuestión.

  • A una distancia de hasta 1 metro, se contagia el 12,8% de las personas.
  • A una distancia superior a 1 metro, el riesgo se reduce a un 2,6% (Un 80% menos).
  • Cada metro adicional multiplica la seguridad 2,2 veces.

Pero hay que establecer un equilibrio entre los riesgos sanitarios y los económicos, pues en ello nos puede ir nuestra viabilidad como sociedad. Y en función del conocimiento científico, de una vez por todas, decidir en consecuencia. A este respecto conviene saber cómo van las cosas por el resto del mundo:

  • La OMS mantiene la cifra de 1 metro como referencia actual en su recomendación a los países.
  • Referentes de buena gestión en el control de la pandemia como son Dinamarca, Hong Kong o Singapur mantienen un mínimo de un metro, al igual que China y Francia.
  • Otro país modélico, Corea del Norte, la ha fijado en 1,4 metros.
  • España se ha incorporado recientemente al club del metro y medio, como Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, Bélgica o Australia.
  • En Estados Unidos se recomiendan 6 pies -cuya equivalencia son 1,8 metros-.
  • Los dos metros de distancia, grupo al que hasta hace unas semanas pertenecía España, solo los mantienen ahora mismo Canadá y Reino Unido.

Pero, para minimizar óptimamente el riesgo de contagio, no sólo importa la distancia. El tiempo del contacto entre dos personas también se ha demostrado fundamental. Y eso es un aspecto que no aborda la revisión de The Lancet.

En España, se considera oficialmente que un contacto estrecho es aquel en que dos personas han mantenido contacto a menos de dos metros durante quince minutos. Sin embargo, los epidemiólogos británicos indican que estar a un metro de alguien contagiado durante seis segundos supone un riesgo equivalente a pasar un minuto a una distancia de dos metros. Espacio y tiempo son, por tanto, dos magnitudes igualmente relevantes a la hora de valorar el riesgo de contagio.

Incluso dichos dos parámetros no son los únicos importantes. Otras circunstancias influyen también de forma significativa, como es el volumen de la voz de esas personas en contacto. Los altos volúmenes de voz multiplican considerablemente el riesgo de contagio. Esto ha sido demostrado en estudios realizados en ambientes laborales en que las personas están muy próximas entre sí, como los mataderos industriales, donde el volumen de la voz acostumbra a ser muy alto, o en los ambientes donde un notable número de personas muy próximas entre sí canta, como son los coros. En ambas circunstancias, se emiten más gotitas respiratorias que cuando hablamos a un volumen considerado normal.

En lo que coinciden todos los estudios realizados es que, en cualquier ambiente, y a cualquier distancia, el uso sistemático de la mascarilla frena la emisión de partículas al toser o simplemente al hablar, reduciéndose el riesgo de contagio, según el estudio de The Lancet, del 17% al 3%. ¡Otra vez las innecesarias mascarillas, Dr. Simón!

Es obligado que los asesores técnicos de cualquier gobierno sean capaces de valorar adecuadamente los datos que aportan todos estos estudios para elaborar clara y definitivamente los mensajes más adecuados a la población, evitando el constante ir y venir de cifras y sentido de los mismos. Y esto en España no se ha producido. Horas de ruedas de prensa y sermones vacíos de contenido, opacos y contradictorios, no son la mejor manera de conseguir la adhesión de la población a los consejos emitidos.

Debe ser señalado, además, que en España -como en la OMS- sigue sin admitirse el papel crucial de los aerosoles como mecanismo de contagio. Y, en consecuencia, no hay recomendaciones a la población a ese respecto. Y es necesario resaltar el hecho de que las medidas a recomendar para luchar contra ellos son otras distintas a las de la lucha contra las gotitas respiratorias. Esto a pesar de que hace escasos 10 días se ha publicado en Science un importante trabajo colaborativo de siete de prestigiosos institutos y universidades de Estados Unidos, donde se demuestra su papel central en la pandemia. Y de que el científico español Jose Luis Jiménez, de la Universidad de Colorado, probablemente el mayor experto mundial en aerosoles, se ha cansado de explicar su importante papel, habiendo avisado directamente al Gobierno español de su relevancia, como él mismo ha asegurado en declaraciones a distintos medios.

Muchos españoles siguen considerando un ejemplo la actuación del Dr. Simón. A la vista de todo lo anterior debemos preguntaros: pero ejemplo ¿de qué?, porque se puede ser ejemplo en aspectos positivos pero también en aspectos negativos. Algunos incluso hablan de la suerte que tenemos de contar con su presencia en el centro de esta crisis. Resulta ya cansino seguir criticando al Gobierno de España y a sus asesores, pero su torpe actuación no nos deja otra salida. Dentro de unas semanas repetirán la famosa frase de no se podía saber.


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