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Un fotomontaje de la quinta entrega de 'Cazafantasmas', que se estrena hoy en los cines de toda España.

Cultura

De la patada de la grulla al moco verde pasando por Sarah Connor y la risa de Axel Foley: 40 años de una cosecha excepcional

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En 1984, hace 40 años, confluyeron diversos estrenos de películas que supusieron un hito en la historia del cine y dieron lugar a franquicias que, a día de hoy, siguen dando guerra, como ‘Karate Kid’, ‘Cazafantasmas’ o ‘Superdetective en Hollywood’

La gente iba con walkman y los televisores eran de tubo. La industria del cómic, con la eclosión de los superhéroes, entretenía a la chavalada… y el cine seguía siendo esa pantalla mágica a la que sólo se podía acceder esperando una larga cola.

Las personas que nacieron en los 90 y en años posteriores deben saber que los 80 fueron muy prolíficos en calidad cinematográfica y en la mezcolanza perfecta entre cine de autor y arte popular gracias a El imperio contraataca (1980) y El retorno del jedi (1983), la saga de Indiana Jones, Rambo (1985), Big (1988), La princesa prometida (1987) y Footloose (1984), entre muchas otras. Eran acontecimientos culturales a los que, en la medida de lo posible, se acudía en familia o en pandilla. Y luego te tomabas un emparedado o una pizza con un refresco comentando las mejores escenas con gran entusiasmo. Risas y sensación de confort con tu hermano o tu mejor amigo tras vivir una experiencia plena, algo imposible de sentir con las plataformas en el sofá de tu casa (las negociaciones con tu pareja sobre qué ver cada noche son agotadoras: demasiado contenido y saturación mental).

Pero el año 84 fue especialmente singular, porque se estrenaron filmes emblemáticos que han generado legiones de seguidores y millones de euros en merchandising y en secuelas. Echemos un vistazo a los nueve principales:

¿A quién vas a llamar?

Hasta Diana Ross, en la interminable sesión de grabación de la canción We are the world, pronunció la famosa frase de Cazafantasmas, una película que explota como pocas la vis cómica de dos de los mejores monologuistas que han pasado por el Saturday Night Live, Dan Aykroid y Bill Murray, con dosis de terror muy ajustadas para no obtener la calificación de No apta para menores de 16 años, que le hubiera restado millones de espectadores adolescentes de entre 11 y 15 años (al final fue calificada con PG-13), que hoy día siguen disfrutando de la viscosidad de Slimmer y del socarrón Veckman tirándole los tejos a la teniente Ripley, que nunca ha estado más sexy que cuando la posee el demonio Gozer, un término hebreo que se refiere al mohel o cirujano que realiza circuncisiones dentro de la religión del judaísmo. De hecho, hoy mismo se estrena la sexta entrega de la franquicia: Cazafantasmas: Imperio Helado.

«¡Gizmo, caca!»

El grito de guerra de Stripes es sólo uno de los tropecientos momentos para el recuerdo y la nostalgia que los cuarentones y cincuentones tenemos en nuestra memoria tras haber ido al cine a ver Gremlins, una película que hizo historia porque, gracias a su peculiar forma de matizar el terror y revestirlo de comedia, se creó la clasificación PG-13 (mayores de 13 años) en Estados Unidos, pero finalmente nunca fue recalificada, sino que se quedó con su clasificación como PG (se recomienda la compañía de un adulto).

A día de hoy, el peluche de Gizmo y las figuras de los bichos verdes se siguen vendiendo como rosquillas. ¡La memorabilia al poder!

«No te duermas»

Hay tres sagas de terror que datan de los años 70 y 80 cuyos elementos representativos se han convertido en iconos pop: la máscara de Michael Myers (La noche de Halloween), la máscara de portero de hockey de Jason Voorhees (Viernes 13) y las cuchillas y el sombrero de Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street, que fue el taquillazo inesperado del año 1984 y que generó ocho secuelas y una serie de televisión.

El acierto del maestro Wes Craven -creador también de la franquicia Scream– fue ahondar en el mayor miedo que puede tener una persona: que sus pesadillas se conviertan en una realidad tangible. Lo que te hace Freddy en el sueño, te pasa en la vida real. Era un campo virgen que Craven explotó con mucha inteligencia, dando rienda suelta a la imaginación y a escenas oníricas oscuras nunca vistas en la pantalla grande (inolvidables esa mano saliendo de la bañera donde dormita Nancy a la altura de su entrepierna y esa lengua que sale, lascivamente, del auricular del teléfono)

Acción y humor a raudales

Eddie Murphy fue un enorme referente en la taquilla de los años 80. Fue el príncipe de Zamunda, el chico de oro y, sobre todo, el agente Axel Foley en Superdetective en Hollywood, un contraste absoluto entre la pillería y la cultura gangsta de Detroit y el glamur y la belleza retocada de Beverly Hills. Todo ello cocinado con acción trepidante y una banda sonora que, con el paso de los años, se ha convertido en un clásico, los acordes definitivos para tocar en cualquier sintetizador.

La melodía instrumental pura Axel F., compuesta por Harold Faltermeyer, es muy reconocible y ha sido versionada desde entonces por numerosos artistas. La banda sonora ganó un premio Grammy por Mejor Álbum Original Escrito para una Película Cinematográfica o Especial de Televisión (1986). La cuarta entrega, producida por Netflix, se estrenará el próximo verano.

Los frikis consiguen una placa

Inolvidable ese Tackleberry tomándose la profesión de poli de ciudad como si fuera Rambo en Vietnam o ese padre que saludaba a su hijo por la mañana con un puñetazo, sin olvidar a la candorosa Hucks, el bigardo Hightower o el señor ruiditos Jones, todos ellos capitaneados por el casanova Mahoney. Y la sargento Callahan fue objeto de sueños húmedos por parte de muchos adolescentes de la época.

El éxito de esta desternillante comedia, en la que también puede verse a una despampanante Kim Catrall mucho antes de Sexo en Nueva York, provocó la realización de seis secuelas y no se descarta un reboot en próximas fechas.

Como anécdota, la escena del bar Ostra azul gustó tanto que fue un gag recurrente en Loca Academia de Policía 2, 3 y 4. «¡Bailemos el bimbó, que está causando sensación!», cantaba el añorado Georgie Dann

Dar cera, pulir cera

La historia de Karate Kid es un bonito cuento de reencuentro de amigos que se reúnen 35 años después y se dan cuenta de que los golpes siguen doliendo igual y que la familia ha crecido para cautivar a nuevas generaciones. El pacto con el diablo que han realizado William Zabka (58 años) y Ralph Macchio (62 años) es evidente, porque su plena forma reluce en Cobra Kai, una magnífica serie que cuenta ya con cinco temporadas a la espera del estreno de la season finale, donde, presumiblemente, Daniel Larusso pegará la patada de la grulla definitiva en la mandíbula del maquiavélico John Kreese.

Pero Robby, Miguel, Samantha o Tory no existirían sin la película original, estrenada con gran éxito en aquel fabuloso año, el de la plata de Los Ángeles para la selección española de baloncesto, de 1984. Un par de anécdotas: la actuación de Pat Morita como el señor Miyagi (¿cuántas veces hemos tratado de atrapar a una mosca con unos palillos chinos?) le valió una nominación al Óscar por ese halo de misterio con el que recubrió a un sensei que llegó a servir en la Segunda Guerra Mundial. Otra curiosidad es que la famosa canción You’re the best, cantada por Joe Esposito y compuesta por Bill Conti (música) y Allee Willis (letra), iba a ser el tema principal de Rocky III, pero Sylvester Stallone se decantó finalmente por Eye of the tiger. También fue ofrecida para Flashdance, pero fue rechazada en favor de Maniac, de Michael Sembello. Finalmente, John G. Avildsen, que también dirigió otra película deportiva de superación como es Rocky (por la que le dieron el Óscar a Mejor Director), se la quedó para Karate Kid… y el resto es historia.

El poder de Fantasía

Atreyu, Artax, la Nada, ese mundo llamado Fantasía que todos debemos tener presente en nuestro día a día… La historia interminable fue una película inolvidable para los que teníamos, más o menos, la edad de ese niño protagonista que tiene que soportar a los abusones y encuentra la mejor manera de librarse de ellos: meterse en una librería y ponerse a leer de forma apasionada un libro de aventuras.

Es una coproducción entre Alemania Occidental y Estados Unidos del género fantástico, fue dirigida por Wolfgang Petersen, con guión basado en la novela homónima de Michael Ende, y estuvo protagonizada por Noah Hathaway y Barret Oliver, entre otros actores. La canción de la película, Neverending story, interpretada por Limahl, tuvo un enorme éxito y, con el paso del tiempo, se ha convertido en un clásico de las bandas sonoras cinematográficas.

«Ven conmigo si quieres vivir»

Cuando alguien dice el nombre de Schwarzenegger, la primera imagen que se te viene a la cabeza es la del cyborg embutido en ropa de cuero, portando unas gafas de sol y escopeta en ristre. Ésta es la icónica imagen que la saga dedicada al androide ha marcado a fuego en nuestras mentes desde aquel mítico 1984. Arnold puso su contundente imagen, pero el hacedor de la franquicia fue el ínclito y díscolo James Cameron.

La primera entrega está repleta de momentos para el recuerdo, desde la pregunta previa al disparo del robot («¿Sarah Connor?») hasta la mejor frase que ha dicho el actor Michael Biehn en toda su trayectoria: «Ven conmigo si quieres vivir». Un guión extraordinario, realizado con mimo y con el acento puesto en el realismo de los efectos especiales -no en vano Cameron era técnico de FX-, este filme envejece muy bien, como Ralph Macchio, porque te atrapa en el asiento todo el rato, siempre va in crescendo ora por angustia, ora por diálogo revelador, ora por ver cómo se cura el Terminator, ora por disfrutar de las persecuciones.

Y en el año 92 llegó otra maravilla, esa secuela que supuso un antes y un después en los efectos visuales con ese T-1000 que estaba compuesto por una polialeación mimética de metal líquido junto con nanochips que le permitían autorregenerarse. ¿Es Terminator 2: el Día del Juicio mejor que The Terminator? Ahí hay un debate sin fin, como con El Padrino.

«¡Mola, Ram: prepárate para encontrar a Kali… en el infierno!»

Steven Spielberg concibió la saga de Indiana Jones con George Lucas, su gemelo infantil y todopoderoso. El director de Tiburón soñaba con hacer una de James Bond, pero el creador de Star Wars le convenció de que debían inventar juntos a ese nuevo personaje, un arqueólogo aventurero flemático con cazadora de cuero y sombrero Fedora (el mismo que lleva Freddy Krueger, curiosamente). Y así fue.

En busca del arca perdida, estrenada en 1981, fue un bombazo, y su secuela, El templo maldito, llegó, cómo no, en el año de las luces cinematográficas, en 1984, para convertirse en el taquillazo mundial del año. Esta segunda experiencia aventurera -con ese canalla socarrón llamado Harrison Ford al frente- está concebida como la atracción del tren fantasma (precisamente, la persecución de las vagonetas de la mina reproduce este modelo al pie de la letra), que alterna escalofríos, aceleraciones, falsas calmas y buenas palabras.

Así, Indiana Jones y el templo maldito se adentra en las entrañas incandescentes de la Tierra en busca de los ritos paganos sangrientos donde los corazones se arrancan con las manos. Spielberg no asumió totalmente este giro gore a través de la magia negra, que se saldó con una prohibición de la película para menores de 13 años. El filme tiene escenas memorables, pero ninguna como la del puente, en la que se detonó un puente de verdad fabricado ad hoc, no como el fuego que sale en las películas de ahora, que se nota que es falso. El cine antiguo se hacía con mucha verdad, por eso molaba tanto. Se ha perdido esa pasión por la artesanía del séptimo arte en favor de la fría informática.

Éstas fueron las películas más taquilleras del año 1984 en el ámbito mundial, ocho de ellas aquí reseñadas:

Han pasado 40 primaveras de aquel año y los espectadores de estas películas no podemos creerlo, porque nos seguimos sintiendo como Tapón, como los protas de Los Goonies (otro referente de esa década maravillosa), dispuestos a vivir la vida como si el tesoro del pirata Willy el Tuerto estuviera escondido en el mundo del revés. Con el mapa de la ilusión desplegado hacia la esperanza de volver a escuchar aquella risa, de volver a soñar, como Atreyu, que somos capaces de cambiar el mundo.


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