Bofetada al sueño americano

Los Óscar, 500 millones de espectadores. Los Óscar, cenit de la industria, oropel, flashes, glamur y sonrisas blanqueadas. Alfombra roja y parabienes. Todo debe ser perfecto la noche dorada, incluso el gesto pretendidamente feliz de los derrotados

En ese contexto de papel celofán, se dio la mayor cagada de la historia en 2017: ¿se acuerdan de una anciana Faye Dunaway diciendo «La La Land« en lugar de Moonlight? Todo el mundo pensó que aquello no podía volver a ocurrir nunca más… ¿O sí?

27 de marzo de 2022. El histriónico cómico Chris Rock le dice a Jada Pinkett Smith que está deseando verla en La teniente O’Neill 2. Un chiste faltón, porque la mujer de Will Smith no va rapada por exigencias de ningún guión. Lo que pasa es que tiene alopecia. No hace falta seguir, porque todo el planeta vio la bofetada a lo Bud Spencer y los posteriores gritos e improperios.

El mejor día en la vida del Príncipe de Bel-Air se empañó por un ataque de ira en el peor escenario imaginable. Es el final del sueño, un despertar brusco. Tendemos a creernos que nuestros héroes, nuestros ídolos, son egregios, inmaculados, intachables… Pero es mejor no investigar demasiado si no queremos una sobredosis de realidad.

Detrás del personaje hay una persona falible que soporta la presión mediática diaria y otras angustias: picos de trabajo y hoyos en los que el teléfono se queda mudo; sesiones eternas de promoción; conciliación familiar complicada; sacrificios físicos y mentales; renuncias varias… No trato de justificar la agresión, sólo reflexiono sobre los límites del aguante y la condena popular.

Will yerra dos veces: en la agresión y en el discurso, cuando gana el tan ansiado premio. Protect, protect, protect… ¿No se dio cuenta el amigo de Pablo Motos que, en una era de empoderamiento de la mujer, había anulado a la suya? No creo que la actriz que hizo de Niobe en la saga Matrix necesite a un hombre que la defienda. Esa mentalidad medieval, de western o de tiempos pretéritos no casa con los objetivos de igualdad y e independencia que llevan persiguiendo las mujeres desde hace muchas décadas. «El amor te hace hacer locuras a veces»… Sí, claro, dejar un trabajo, irte de una ciudad, volver con una persona que te ha engañado, comulgar con ruedas de molino en el día a día… Pero no pegarle a nadie por amor, es un contrasentido de libro. ¿Se lo hará pagar Hollywood? Ya hay gente que está exigiendo que le quiten el Óscar.

Will tiene su reverso tenebroso, como todos. Padre maltratador, depresiones, relación tormentosa (y, al parecer, abierta) con Jada… Pero es que el talento no tiene que ir acompañado necesariamente de buenismo ni de ejemplaridad. La opinión pública es un maremoto de heces que te cubre para, cuando ya estás en lo profundo, en lo más crudo del crudo invierno de tu carrera, resurgir de tus bonitas cenizas. Tarantino es un experto en recuperar viejas glorias, desde Travolta hasta Robert Forster. Porque así es la élite de cualquier profesión, con Hollywood como paradigma: si cometes un error, si te sales del guión, si sacas los pies del tiesto, te entierran sine die. Luego vendrá la redención. O no.

La verdad duele cuando siete almas (o algunas más) se sienten defraudadas. No era la primera vez que Rock se metía con Jada. Los tres tienen un pasado juntos, porque Will conoce a Rock desde El príncipe de Bel-Air. Ahí es nada. Y Jada trabajó con Chris en la saga Madagascar (2005-2019) y todo apunta a que hubo algo más que doblaje de voces. El presunto triángulo amoroso podría ser el caldo de cultivo donde se coció la bofetada. Pero Smith cometió el fallo que no se puede cometer: romper el velo de las apariencias. ¿O creen que actores, actrices, directores y productores no se dieron puñaladas por la espalda cuando la cámara no grababa? 

We Will Rock You, canción que une a los dos antagonistas. El prota de Wild Wild West ha roto su pacto con el diablo y, de repente, Dorian Grey se ha vuelto feo y viejo para una sociedad trumanizada en la que las personas son ya autómatas que ingieren información sin deglutir. Por eso hay tantos cadáveres andantes, víctimas de la deshumanización y del juicio cibernético. 

Se echa de menos unas declaraciones de Jada poniendo paz. Por su parte, Rock ha puesto cordura y no denunciará a Will. Ahora la Academia barrunta cómo castigarle. Quizá sería buena idea que Rock pidiera disculpas a Jada, por simple educación y compañerismo, ya que Will ya le ha pedido perdón al actor de Arma letal 4, porque, si usas la violencia en un contexto de confrontación dialéctica, pierdes la razón. Por otra parte, tú puedes bromear con cualquier tema, pero, si eres consciente de que alguien vulnerable (con la que has tenido una relación de amistad o algo más) se ha ofendido, hay que tirar del manual de la buena educación, sin más. Los problemas siempre se han arreglado así, independientemente de la religión, país o cultura. Disculpa, me he equivocado, no volverá a ocurrir… Bueno esta última frase borbónica no es necesaria. 

La paradoja máxima es que mucha gente pensó que era un montaje de la propia organización de los Óscar para subir la audiencia. No fue la hostia, sino el «fucking» lo que dio visos de realidad al tema debido al puritanismo estadounidense. Hace mucho que a la sociedad americana se le ven las costuras y los juguetes rotos salen al trasluz de las barras y las estrellas. El smoking y el maillot de lentejuelas no son suficientes para esconder el sufrimiento de llegar y permanecer en la élite. Ahí están los ejemplos de Will y de Simone Biles. 

Salvaje competitividad

Es curioso que, en la sociedad del pelotazo youtuber y de la superficialidad en línea, haya tanta gente con tantas cicatrices por chocar una y otra vez contra el muro del perfeccionismo y la competitividad más salvaje. La ansiedad del éxito a cualquier precio trae demonios que luego hay que purgar con pastillas y terapia.

Y, a todo esto, la bofetá eclipsó otros momentazos de la gala: el Óscar al Mejor Cortometraje de Animación para España; las emocionantes actuaciones musicales; el histórico discurso de Arianna DeBose; la aparición de Francis Ford Coppola acompañado por Robert de Niro y Al Pacino (desaprovechados, eso sí, porque ni Vito ni Michael Corleone dijeron una palabra); la reproducción del icónico baile de Pulp Fiction por parte de Travolta y Thurman; la inquietante aparición de Elliot Page, antes Ellen Page, por el 15º aniversario de Juno; los 30 años de Los blancos no la saben meter; el triunfo de CODA…

A los guionistas de la gala les faltó creatividad e improvisación. En lugar de salir las tres insulsas presentadoras en pijama, tenía que haber salido Will, con sus gafas de sol de Men in black y el neuralizador, aquel dispositivo reposicionador antisináptico neurotransmisor electro-biomecánico (o, dicho de otra forma, ese palo que borraba la memoria tras un flashazo de luz blanca), para hacer como si nada hubiera ocurrido. «Solo soy un producto de su imaginación», decía Tommy Lee Jones. La magia (negra) del cine.