Todo pasa por algo. También lo bueno, aunque esto ocurra muy pocas veces. Perdón por el optimismo, pero hoy me he levantado viendo las cosas más brillantes y más bonitas de lo que son
Aunque la oscuridad ha caído sobre mí, no hay una nube que pueda hacer a mis ojos no disfrutar de todos los paisajes distintos que pasan por delante de ellos. No hay paz como la que se encuentra en el sufrimiento sostenido. Mis espaldas son fuertes y pueden con el peso de lo que no conocen ni entienden. Este es mi estado natural. Una incomprensión ante el mundo que le rodea y que le pone excusas perfectas para seguir actuando y pensando de la misma manera. Puede que parezca que me dejo engañar, pero yo lo único que hago es dejar que los demás se manifiesten.
Este puede que sea mi último texto por aquí. He intentado contar cosas que tuvieran un interés. Respetar siempre al que dedica un tiempo de su vida en estas pajas mentales, que a veces son las más lechosas, pues uno a veces se siente como una vaca exprimida con la gratuidad con la que lo hacen los humanos. Creo que escribir hacia fuera no trae nada bueno. A mí, por lo menos, nunca me ha dado nada que no estuviera ya en mí. De fuera solo he recibido indiferencia por quien decía que le daba valor. Cuando se repite la mecánica, está claro que el problema debe ser mío.
Escribir es una necesidad. No da placer, pero tampoco duele. Yo la realizo para no querer estar durmiendo siempre. Descansar es lo contrario a escribir. Juntar frases es un deporte extenuante que ni te pone más fuerte, ni te produce endorfinas, ni serotonina, ni ninguna sustancia que no sea tóxica. Yo escribo para esconderme dentro de mis palabras. Una huida hacia fuera que solo busca soledad. Escribir hacia fuera ha sido mi perdición. No hay libertad en escribir. Escribir es vaciarse para no llenarse jamás. Es perder vida, pero hacerlo por la belleza de ver cómo se va muriendo uno intentando construir algo. Nunca he pretendido enseñar nada. No soy el más indicado. Os puedo enseñar a fracasar, pero eso es algo muy personal y hay tantas maneras como personas habitamos este mundo maravilloso. Porque el mundo es bello: cuánto más te duele estar en él, más ves que las pocas cosas que podrían hacerlo un poco más semejante a cómo eres, se desvanecen en un montón de partículas sin sentido que bailan y vuelan por este suspiro que dura la vida.
Siempre se me ha dado mejor la huida
Todo está bien. Despedirse es una cosa que no suelo tener la oportunidad de hacer. Decir adiós es el acto más poético que se me ocurre. A mí siempre se me ha dado mejor la huida. Que nadie se dé cuenta de mi no presencia me parece lo más elegante que puedo hacer por los demás, y por mí. Pero hoy es un buen día para cambiar algunas de esas cosas. Me voy al lugar donde no se escribe para que le lean. Que me hayáis leído algunas personas es algo que valoro y que os agradezco. Vuestra parte arregla y soluciona las carencias evidentes de mi escritura caótica. Gracias por ordenar un poco esta casa mía y hacerlo sin protestar nunca, aceptando encontrarse con mis zapatillas de andar por casa, alguna camiseta del Real Zaragoza más roída que la dentadura del Ronaldo brasileño y alguna taza con café frío con la marca de los labios de alguna pingüina.
Me voy a buscar paz y guerra a otros lugares. Va a ser un viaje alucinante. Pues es un lugar que no existe. Mientras escribo esto suena Radiohead, y sé que no habrá nunca canciones que me relajen de la misma manera. Este dolor apaciguador me deslumbra y me hace ver la belleza de una manera nítida. Siento como si flotase en el mar mientras la noche me rodea y me mece sobre ella. Aquí no necesito mis palabras escritas. Todo es papel mojado cuando tienes el cielo tan cerca. La solución era no esperar nada de la realización de una acción artística y sentimental.
Todo sigue tranquilo, como el título del libro de Chusé Izuel, amigo de mi gran referente como escritor aragonés, que es y será siempre Félix Romeo. En esencia este soy yo. El que siempre ha querido dejar de escribir lo que escribía, para escribir sobre ellas las que para mí son las mejores. Mis tachones. Vaya sueño bonito está siendo esta despedida, como el título de la canción de Radiohead Nice Dream. No me preocupa el estilo ni la forma ni el fondo. Sangre a borbotones. Una herida de tinta que pronto se secará para siempre. Quien me lee sabe que estaré bien y que puede que algún día vuelva, eso sí, en la siguiente glaciación, y si tengo paciencia para esperarla.
Las últimas palabras siempre son las peores. Como terminar un partido de tenis, se te agarrota el brazo y tienes miedo a no saber ganar. Mi miedo es seguir escribiendo y hacer de este texto algo eterno. La libertad colectiva llegará tarde o temprano. Mientras tanto seré feliz en mi utopía, de eso estoy seguro.
Perderse para encontrarse
Tomar aliento
para seguir.
Hasta la vista… y más allá.
Aquí estaré.
Gracias a ti Lucía, por quitarle el sentido a mi escritura solitaria, por ponerle poesía a algo tan prosaico como lo es mi estilo. Tus comentarios han mejorado y rematado el texto, cuando yo no sabía por donde seguir.
Tus palabras son un montón de cagadas sin váter que las recoja… yo no me limpio el culo ni creo que tú tampoco lo hagas. Vienes al periódico de la verdad a hablar sin argumentos, nada más que buscas causar imágenes vacías.
Muchas Gracias, Sr. Manuel,
echaré mucho de menos sus artículos.
Espero que sea solo un hasta luego… Nuestro trabajo es ingrato a veces, pero mientras logremos conmover o sorprender, habrá valido la pena… Ánimo.