Uno, dos, tres, cinco, siete. Perdón, perdón. Hay que volver a empezar. Uno, dos, tres, veinte, cincuenta, sesenta. Perdón, perdón. Las lentejas, sobre la mesa de hule, piden mucho dedo y mucha, mucha vista cansada
Santiago Abascal tiene pensado asaltar el cinturón obrero de Madrid, consciente del deterioro de Iglesias por aquellos pagos y empezar a captar eso, obreros de derechas. Conocí a algunos abuelos franquistas que le decían a sus nietos con mil carreras, mil títulos y 400 euros de sueldo como becario: “¡Tú eres gilipollas, yo a tu edad pagué la casa en menos de seis años, el coche en dos y hacíamos vacaciones todos los años!”. Claro, claro. La casa era en una barriada franquista de los años 40/50, el coche un utilitario y las vacaciones del mar al apartamento con todo en la nevera portátil. Todo eso vuelve. Sacarle brillo al obrero de derechas para olvidar la máxima de Raúl del Pozo, padre del periodismo español junto a Umbral: “No hay nadie más tonto que un pobre de derechas”. Abascal acude presto al barrio bajo y rojo.
La situación no puede ser más cómica: Podemos se desintegra como un azucarillo en un café oscuro. Gabilondo ha dicho que no pactará con Iglesias: cero extremismos, cero choques, cero confusiones, cero coaliciones consistentes en coger al otro por el escroto para todo lo que a uno se le ocurra, cero mentiras.
Muchos periódicos digitales acuden a esa hoguera y hacen vídeos en Vallecas (el mejor El Español) donde gente obrera habla claro sobre Iglesias: “¡A ese tío no lo queremos ver ni en pintura: nada más que tuvo un duro lo primero que hizo fue irse de aquí!”. El casoplón, el mayor error de un político, los signos externos, el creerse rico o aparentarlo… por ahí a doble espacio y todo seguido. Gloria Fuertes, roja de las que ya no quedan, tenía cien kilos en el banco, tomaba una frasca de blanco de la casa todas las tardes en Antonio Sánchez, taberna taurina, y el monto total acabó destinado a un hospicio porque sabía muy bien de qué iba la vida, ajena a maquillaje, cosmética, palabras de viento y fachadas. Los obreros vallecanos no quieren saber nada de Pablete, se sienten timados, engañados y dirán NO a su hechizo.
Mucho Manolo Escobar y mucho jamón malo
Abascal sabe bien el oficio: mucho Manolo Escobar, mucho jamón malo, mucha bandera y buscar en su auditorio emociones, no ideas, con las que enloquecer a los jubiletas. Gabilondo merece un aplauso: deja claro de antemano el tablero, para evitar gresca, estira el palo y va a lo que va: romper la piñata en el techo de Ciudadanos. Ese voto de centro izquierda, que en Ciudadanos existe, puede beneficiar mucho al PSOE.
Coincido con todos los analistas del Espasa actual: la Transición, en mayúsculas, consistió en acercarse juntos al centro, incluso gentes que pensaban diferente, Carrillo y Fraga, siempre por medio de la concordia, y hoy la política es la crispación donde todos compiten por alejarse de ese centro, empujando hacia fuera como bestias hasta que el cesto rompa.
Tengo de Gabilondo el mejor concepto, conste: serio, leído, viajado, limpio, soso, intelectual, un tío que viene de la universidad y ya en estas declaraciones donde avisa de afectos y desafectos, muestra una personalidad, un talante, un aquel, distinto a quien se pierde en la borregada del rebaño donde hace de Tancredo (no moverse) mientras las balas silban a ambos lados formando dos carreteras simétricas. Sale, incluso, Ábalos a decir que: “No pasa nada con Pablo Iglesias, pero que el PSOE va a ganar”. Iglesias volverá a la uni e igual le pide los apuntes a Gabi, a saber, oye.
El misterio de todas las barajas, el enigma absoluto, es el Ayusazo. La hostelería le pone velas y la llaman Santa. Siempre a su aire, fue partidaria de no cerrar la actividad económica y ello encendió los mostradores. ¿Hay distinción entre el PP de Casado y el de Ayuso? Dicen otros analistas del Larousse que sí, mientras Bárcenas afecta y carcome al primero, le resbala a la segunda. Los sobres negros hacen mucho daño. La sede despoblada deja salir a los fantasmas y todos por la calle convencen a desconocidos de que el lucro fue una fiesta. Aznarín, como lo llamaba Umbral, tuvo que quitarse el bigote.
Igual, amiguitos, a lo que estamos asistiendo es a la vuelta del bipartidismo, para lo cual (y no se atreven, pero lo piensan todas las noches boca arriba en la cama) es preciso meter a gente famosa de Ciudadanos en las listas, bien a derecha o a izquierda. Y así ese puñado de votos se recoge a dos manos o con pala. La suerte está echada.
Abascal cuenta las lentejas, vale, pero hay otra duda además de poner Manolo Escobar a toda mecha. ¿A dónde irán los votos de Podemos? He ahí el mayor drama. Pocos a la derecha, muy pocos. Nos cuente Abascal la historia de la casita, el coche y las vacaciones del abuelete en directo o en diferido. ¿Convergerán en Gabilondo? ¿Por eso dijo lo que dijo? Uno que grita yo en ese bar no entro, pues se junta a otro que tampoco quiere entrar y juntos buscan un nuevo aposento para sus risas, charlas y salseo bajoprovenzal. Pero usted qué me dice: ¿Lo de Gabilondo iba por el electorado de Podemos y no solo por el de Ciudadanos? Por los dos, hombre, por los dos, para qué quedarse con uno solo.
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