Este submarinismo que danza como una bebida alcohólica en los pubs donde se erige el ‘gulasch’ de Idaho no deja de sorprendernos a los que vivimos un ‘vernissage’ en los huecos de los ojos. Nos han en/señado que la feria de las vanidades sacude un mundo que ya no es el nuestro, sino de los que dan vueltas alrededor de las leticias. ‘He has no manners at all’. Piénsalo, viejo
No dejemos de irrumpir en las plazas públicas donde se vomita toda esta desesperación que no cabe en un tubo de cardenal. La humanidad sólo es un constante idealismo, pero hay un caramelo masticado que cotiza en el dos y dos, en las discadas por donde penetra un abismo que ya ha troceado todas las camas. La política es un Galois que quema los jardines y que sublima los ejercicios antiliterarios. ¿Acaso tenemos lo que nos merecemos? C’est regrettable, Ay, ay, ay. Duelen los labios que se besan. Duelen los peces que nos azotan con sus colas. Innumerables hombres de tamaño natural rocían con salfumán al perro que vive en nuestras casas.
La humanidad, decimos, sí, lo decimos, mejor, lo decimos, es un idealismo de chambres vacías en las que cae la noche con su anís de pelotari. No nos dejan vivir. Creemos que eso es exacto. No nos dejan vivir en los campos donde el sol atraviesa el sexo de Mnemósine. Leproso amor el que de un combate se alimenta. Cae la Torre de Babel y, con ella, el arameo que se enseña en Argentina.
Nadja en las escaleras de Washington.
Pero aquí estamos, intentando razonar un Gandhi en los pucheros donde cae el llanto como una escuela epicúrea.
Tomemos mate
Reflexionemos, hermanos. Tomemos mate y barajemos el caló de Radio Belgrano. Push. Push. Push. Este agonismo que zumba en la sciencie-fiction. Tomá la mano de Talita y salí del Hades en que cada vez se hace más difícil el demostrandum. Los políticos, pieza irracional que se escracha, deben vender los coches oficiales y recorrer el mundo con muletas fifty-fifty. Que des/alojen los monumentos históricos que cumplen años de un modo extraordinario y que se tablonen los labios con chicas que jamás hayan cruzado los puentes. Así lo decimos, pibe. Todo está ahí, entre el Libro de los Muertos y una educación que la política ha infantilizado en las carreteras que llevan a la Escuela de Austria. ¡Oh, corazón mío, no te levantes para testimoniar en contra de mí!
La tarde se precipita contra el Ronald del inglés. ¡Pero qué susto! ¡Pero qué susto! Ya no podemos viajar en Air Berlin porque el Reichstag ha descuartizado los pianos en que tocaba Liszt. Sin Liszt, sin romanticismo, sin primero el blanco, sin estética de Irène. Todo se corrompe como una vuelta al fin del mundo. ¿Por qué no nos ponemos todos de acuerdo? Per què no es possam tots d’acord? Digamos the word en los lugares que aún nos quedan, que son todos, que son todos, todos lo son, desde el café-créme hasta el collage de las imágenes que convergen en el amor que sentimos por las alfombras rojas que se arman en las chozas, en la literatura de Proust, en los bulevares que llegan hasta el Gran Hôtel.
No olvidemos, por mucho que nos ocurra, que seguimos siendo la Historia y la Geografía y una ville donde los objetos apenas tienen infancia. ¿Por qué tanta desnutrición? ¿Por qué todavía no se cura el cáncer? Ya no hay investigación, porque la política prefiere apostar por los mercados bursátiles antes que por los laboratorios de las universidades. ¿Qué cosa es la más correcta? ¿Dónde se deducen las preferencias? Han comprado la astronomía y han dejado de fabricar acueductos romanos para que el agua llegue hasta Etiopía. Estamos sufriendo, ¿o no estamos sufriendo? Estamos sufriendo de… un Maldoror que comparte el 9 con la Z, que bulle cuerpos vivos en el club donde el humo de los cigarrillos interrumpe el álbum de discos de los hospitales, ejerciendo con ello una inmensa prórroga ante lo que continúa considerándose insignificante, perecedero.
Nos duelen los riñones de Floresta y ya no se permite el acceso de los amores oscuros en las sinagogas de Judea.
El ibuprofeno, un chantillí
Vivimos a base de ibuprofeno, un chantillí que oblitera toda la felicidad espiritual. ¿Dónde están los filósofos? ¿Dónde la juventud? Movimientos especulativos de una monarquía que dice lo que no tiene que decir y que calla lo que debe usar con palabras propias. La espuma de los vasos es la espuma de las olas, en donde debemos continuar soñando una tierra en la que la Biblia se lea como un mero ejercicio literario. Los dioses políticos bíblicos se resisten a amputarse los senos, pero hay un día que luce su ostra de cerveza en los ascensores donde hacemos el amor con una caja de zapatos.
Conocés, pibe, este deslumbramiento.
Mañana podremos entrar en las ciudades espléndidas. Okey.
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