cata lina

La consejera de Salud, en la rueda de prensa del Consejo de Gobierno del pasado martes.

Opinión, Salud

Las tretas de doña Catalina

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La teleconsulta viene de la mano de la teledermatologia, modalidad de consulta instaurada años atrás y que gozaba de la aprobación de muchos dermatólogos con la pandemia

Lo que se venía haciendo en la especialidad de Dermatología se hace extensivo a todas las especialidades médicas. Era algo excepcional pero conveniente. Por entonces, lo más urgente era controlar y evitar los contagios en los centros de salud y hospitales. Los pacientes no covid podrían seguir siendo atendidos sin necesidad de tener que desplazarse de un centro sanitario a otro.

Si nuestro médico de cabecera no podía dar solución a nuestro problema, se ponía en contacto con el especialista para que este, tras la información dada, decidiera la pauta a seguir. A veces, el médico de cabecera, con las recomendaciones dadas, podía dar el caso por resuelto y en otras, las menos frecuentes, el especialista podría necesitar explorar a ese paciente en consulta para poder diagnosticar y prescribirle un tratamiento.

Una vez pasada la pandemia y ya con la actividad normal establecida, esta modalidad de consulta, lejos de desaparecer, se va extendiendo poco a poco por todos los centros de salud y cada vez son más los médicos de cabecera que ya no pueden solicitar una primera consulta para el especialista como habitualmente lo hacían. Así, si no tuviera capacidad para poder dar solución a ese paciente, contacta vía telemática a través de una aplicación informática diseñada para tal fin y le informa de lo que le pasa y, si le ha realizado alguna prueba, se la envía. El especialista debe responder en no más de 70 horas.

Un caso verídico

Una vez expuesto lo anterior, voy a contar un caso verídico que ha sucedido en el SAS: resulta que una paciente pide cita para su médico de cabecera para que este le solicite una cita con el ginecólogo. No ha tenido revisiones desde hace años y se observa una lesión que no considera normal. La cita para con su médico de cabecera se la dan una semana después y este le dice que la única forma que tiene para poder contactar con Ginecología es a través de la teleconsulta y que, aunque quisiera ya no puede hacerlo como antes.

Ginecología responde y pide una fotografía de esa lesión. La paciente, algo cabreada, respira hondo y consiente posar. Nueva teleconsulta y a esperar a que el ginecólogo, con solo esa foto, pueda diagnosticar. El tiempo pasa sin respuesta y la paciente, algo preocupada, se presenta sin cita previa en la consulta de su médico de cabecera exigiéndole una cita presencial con el ginecólogo y le hace saber que, de no conseguirlo, reclamaría y haría lo que fuera necesario para conseguirla.

El médico de cabecera parece recapacitar. Lo dicho por la paciente consigue lo que antes parecía no ser posible: hace nueva teleconsulta solicitando «por favor», como así consta en el documento de teleconsulta, una cita presencial. En cuestión de 10 días, la paciente consigue ser vista por el ginecólogo. Este, en una primera impresión, resta importancia a esa primera lesión motivo de la consulta, pero tras una exploración minuciosa (demostrando con ello ser un buen profesional), observa algo que precisa de más pruebas. Prescribe estas pruebas con carácter preferente y los resultados de estas confirman su sospecha: cáncer renal con una alta probabilidad de malignidad. Ante esto, pone en funcionamiento el protocolo y la deriva a Urología que precisa de más pruebas para confirmar ese diagnóstico.

La paciente es sometida a una nefrectomía total más una suprarrenalectomia por ser ese tumor de gran tamaño. El informe de Anatomía Patológica confirma ese cáncer renal en estadio III. De no haber insistido la paciente en que se le diera esa cita presencial para con el ginecólogo, quizás la historia hubiese sido bien distinta. El cáncer renal es uno de esos cánceres que se presentan la mayoría de las veces de forma silenciosa, sin mostrar síntomas, hasta que ya está muy avanzado. Su hallazgo suele ser casual.

Cuatro meses después, esa paciente tiene un riñón y una suprarrenal menos y aunque tendrá que seguir encadenada a revisiones permanentes, afortunadamente hoy puede contarlo. A los que les parece bien esta modalidad de consulta dicen que, con ella, se le da al paciente una respuesta más rápida por parte del especialista y evita desplazamientos. Por supuesto que evita desplazamientos, pero no a lo de que la respuesta sea más rápida. Baste con que echen cuentas para poderlo comprobar.

Si el médico de cabecera solicita directamente al paciente una cita para el especialista, este lo debe ver en no más de 60 días, porque es una primera cita procedente de Atención Primaria. Con la teleconsulta, si el especialista precisa verlo en su consulta, le da cita, pero como una revisión, no como una primera consulta, que es como debía ser al no haber visto y explorado antes al paciente. Las revisiones no tienen garantía de plazo de respuesta y tienen una demora superior a los 60 días.

En conclusión, sí a la teleconsulta para aquellos pacientes con dispersión geográfica y con imposibilidad de movilizarse y no, porque se utiliza de forma generalizada ante todo paciente que precise ser visto por un especialista. Hacerlo así solo se puede interpretar como otra forma retorcida de la consejera de Salud de disminuir la lista de espera de primeras consultas para el especialista. En los últimos datos publicados, había 695.659 peticiones de consulta sujetas a plazo de garantía. De ellas, 335.440 superaban el plazo de los 60 días.

Y no a la teleconsulta porque se carga de un plumazo el Decreto 128/1997 que regula la libre elección de Médico Especialista en el SSPA que aún sigue vigente, algo que sería conveniente recordar y por lo que tendríamos que reclamar si nuestro médico de cabecera decidiera derivarnos al especialista a través de la teleconsulta. Dobles agendas de citas para con los médicos de cabecera, consultas telefónicas, consultas de acogida por parte de Enfermería con capacidad de resolución sin participación de un facultativo, teleconsultas… Todo un arsenal con el que poder llevar a cabo su propósito, que no es otro que el de cargarse nuestra sanidad pública.


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Un comentario

  1. Blanca

    Es de una impotencia total y absoluta, parece que de nada sirven las quejas y reclamaciones, tropiezas contra un muro y cuando accedes al medico, la desilusión es total, ni te mira la cara.. por supuesto hay excepciones, pero son eso excepciones… muy desolador todo.

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