La Tierra es abundante y tiene suficientes recursos para posibilitar el uso de ellos a través de la fraternidad y la libertad de todos los hombres que habitan en ella. Para conseguir que se afiance una revolución radical que sea posible y definitiva son imprescindibles tres grandes cambios: la superación del sistema monetario, la eliminación de los Estados y la destrucción de las manos que manejan la economía neocapitalista. ¿Es imposible? No, no lo es. Es tan posible como el nuevo urbanismo del alma libre
Una vez realizado este cambio, debemos pensar que la tecnología y los métodos científicos avanzan a pasos casi incontrolables. En 10 años hemos cambiado más rápidamente que en 200 años en relación a nuestras posibilidades de progreso, las cuales deben ser nuevamente estudiadas y aplicadas desde su justo movimiento y desde las adecuadas actitudes de uso y de inserción en este nuevo modelo que estamos proponiendo. Las nuevas tecnologías, avanzadas y proclamadas como un avance fundamental para la transformación del mundo, deben ser las impulsoras de una original sustitución del sistema que hoy nos aterra y que secuestra un profundo pensamiento.
Es precisamente este pensamiento nuevo el que debe facilitar las condiciones de vida y el bienestar social de todas las comunidades. Tanto las nuevas tecnologías como la evolución del método científico podrían crear un mundo que genere un nivel de abundancia que hoy parece impensable. Por eso debemos pensar qué es lo que queremos que sea nuestra vida, hacia dónde queremos ir, cuáles son nuestros objetivos a la hora de optar por un sistema, el actual, o por otro mucho más generoso, fraternal, igualitario, aplicable a todas las necesidades de los pueblos y a su existencia no afianzada a la supervivencia, sino obtenida gracias a las siempre viables circunstancias que reafirmen un alto nivel de vida. ¿Acaso no es eso lo que esperamos del sistema monetario: un alto nivel de vida? ¿Acaso la economía de libre mercado nos lo está facilitando? No, esto no está ocurriendo.
Por lo tanto, pensemos en cómo podemos cambiar las cosas y no tengamos miedo al cambio, porque todo cambio presupone un avance y una modernidad que, quizá desde sus inicios, pueden parecer imposibles, irreales, supersticiosos, poco pragmáticos. Pero lo que realmente no obedece a una praxis a la hora de obtener una satisfacción global de todo ciudadano es el actual tiempo en que permanecemos y al cual renunciamos a transformar. ¿Por qué renunciamos a ello? Porque sencillamente nos invade el miedo, el individualismo, el egoísmo planetario, la alienación instalada desde siglos, los cuales imponen que el hombre siempre deba dejarse dirigir por las minorías selectas. Los pueblos son los que deben decidir su propio destino. Eso es irrefutable.
La esclavitud debe terminar
La esclavitud debe terminar. Somos esclavos de un sistema político y económico al cual adoramos, porque es el que nos han inculcado desde que nacemos hasta que nos convertimos en máquinas sin pensamiento controladas por el pensamiento único que ha sido diseñado desde nuestra educación, desde niños, desde nuestra entrada en la universidad, lo cual nos convierte en hombres preparados para trabajar para aquellos que controlan el sistema a cambio de una recompensa mísera y un dinero que utilizamos en consumir. Debemos entender que constantemente nos están enseñando que hay que consumir para ser felices. Dinero, dinero, más dinero para fabricar una sociedad basada en el materialismo y en la división de clases -luchas de clases según Marx- que procuran que existan las élites enriquecidas y el pueblo básico al que se utiliza para el sistema de producción, para que el producto sea consumido por este pueblo básico. Y así va girando la rueda de la fortuna una y otra vez, imparable, redundante, vigilante. Porque la suerte nunca está de nuestro lado, sólo de unos pocos, los que se lucran a costa del sufrimiento de la inmensa mayoría.
Decimos que, para que esta revolución radical funcione, es imprescindible realizar el uso de los recursos ilimitados de la Tierra de forma sostenible. Con la aplicación inteligente y humana de la ciencia y la tecnología, los diferentes pueblos de este planeta podrán guiarse y modelar y convivir en un futuro no demasiado lejano mientras se protege el medioambiente, tan desolado hoy por el uso de los combustibles fósiles acaparados por las grandes corporaciones económicas, como son el petróleo, el gas natural, el carbón, los hidrocarburos, los microbeads, los residuos de fábricas, grandes urbes, insecticidas, pesticidas, fertilizantes, la salvaje deforestación… En definitiva, todo aquello que está consiguiendo que la capa de ozono se agrande cada día más y que los mares y océanos estén a punto de devolvernos todo ese daño que le estamos haciendo y que, por lo normal, resumimos con estas palabras: cambio climático o calentamiento global.
Pero debemos recordar que estos elementos funcionan como energías finitas -poseen fecha de caducidad-, además de producir alteraciones en el cambio climático y en el calentamiento de la Tierra, abriendo la capa de ozono hasta límites insospechables, como decimos. No existe dinero que pueda mantener dichas formas de energías ya obsoletas, pero sí recursos naturales que, aplicados desde la sostenibilidad, pueden actuar de sustitutivos con mucha más capacidad energética que los que ahora utilizamos.
Estos nuevos recursos serán los garantes a la hora de proporcionar un efecto sobre nuestra salud y nuestra convivencia como jamás podríamos haber imaginado. ¿Por qué no se sustituye ya el petróleo, el cual nos llevará a un pico de producción que nos dejará sin posibilidades de mantener este planeta sin la principal fuente de energía que ahora utilizamos, por esos otros que provienen del sol, del viento, de las mareas, de los océanos, etcétera, que son los que facilitan la biodiversidad y un concepto de la naturaleza mucho más rico y apropiado para nuestro bienestar y nuestra salud? Sólo con el sol, con la energía solar, podríamos producir energía suficiente para mantener nuevas ciudades enteras y su aplicación en otras áreas que necesiten de energía. Seamos conscientes de ello.
A esta nueva revolución le aplicamos el término, como ya hemos dicho, de Economía Basada en los Recursos de la Tierra.
No estamos inventando nada nuevo, sólo somos los transmisores de investigaciones que se están estudiando, incluso ya aplicando desde la metodología de la tecnología, la sociología, la psicología, la física, la ciencia moderna, la nueva economía, la filosofía. En definitiva, la aplicación de las ciencias y el humanismo modernos que auguran un futuro mejor para todos, que es posible y que no nace desde la utopía o desde lo ilusorio, sino desde una praxis que ya se está extendiendo por 70 países y que ya está creando redes de ciudadanos por todas partes del mundo.
Esta Economía Basada en Recursos se abre como una acción real que debe proponer la concienciación de millones de ciudadanos que queramos plantear la respuesta de que verdaderamente otro mundo es posible. Hagámoslo pues. No nos quedemos con los brazos cruzados. Reunámonos en los distintos foros que apuestan por este cambio global. Por ejemplo, nos estamos acordando de esa transformación, que sería, a nuestro entender, la más grande de toda la Historia de la Humanidad que propone el llamado Movimiento Zeitgeist o Proyecto Venus, donde los ideólogos Peter Joseph y Jacque Fresco están siendo atendidos desde su combate particular por distintas ramificaciones ciudadanas y globales y apoyados por multitud de técnicos que están dando forma a este proyecto que intenta ya, de una forma definitiva, la poderosa transformación del mundo. Participemos todos en esta gran obra transformadora. No nos queda mucho tiempo ni siquiera para pensar cómo hacerlo, puesto que ya está pensado, sólo es necesario llevarlo a la práctica.
Julio Llamazares -al que tuve el privilegio de conocer en Madrid- escribió en (a mi entender) su gran libro La lluvia amarilla: «Cuando lleguen al alto de Sobrepuerto estará, seguramente, comenzando a anochecer. Sombras espesas avanzarán como olas por las montañas y el sol, turbio y deshecho, lleno de sangre, se arrastrará ante ellas agarrándose ya sin fuerzas a las aliagas y al montón de ruinas y escombros de lo que, en tiempos, fuera (antes de aquel incendio que sorprendió durmiendo a la familia entera y a todos sus animales) la solitaria Casa de Sobrepuerto…».
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