didufri

Didufri, hijo de Keops.

Opinión, Política, Salud

El sueño de Didufri de una sanidad pública

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A los pies de la esfinge en Guiza, soñaba por aquel entonces, en la aurora de la historia, el joven príncipe Didufri un día con ocupar el trono de su padre Keops. En el sueño, el gran sacerdote lo coronaba como señor del alto y del bajo Egipto delante de la corte y en la gran explanada del templo de Ra

Eran los días en que su abuelo Snefru construyó la pirámide roja, la primera perfecta. Todos los recursos del país se pusieron a trabajar como un solo hombre para Keops. El Estado se ocupaba de la alimentación y del cuidado sanitario de todos los trabajadores, obligando a los sacerdotes al cuidado de los enfermos en los templos que se habilitaron para ello.

Pero Didufri tenía otros hijos de su padre por delante de la línea de sucesión al trono y le era imposible, además, llegar a él por ser el hijo de una mujer secundaria del harén de Keops. Por eso, todas las noches volvía el dios Ra con diversas formas a visitarlo en sueños para susurrarle que él era hijo de Ra, su primogénito. Y esta ascendencia divina le daba derecho al trono por encima de los demás mortales. El aliento de Ra corría por su interior, lo llevaba impreso en su sangre. Al despertar cada mañana asumía su posición más elevada en el mundo por ser hijo de un dios.

Su padre Keops había levantado la segunda pirámide perfecta. Era la época en que se empezaba a escribir la historia y el faraón quería ser recordado por su pueblo a través de esa inmensa mole de piedra, que serviría como su tumba, que ellos habían levantado con el esfuerzo de sus manos. Cada puesta de sol, el pueblo rezaba a Ra por ser el dador de la vida, el creador de todo, orando en postración en dirección a la pirámide que había levantado Keops para rendir tributo a los dioses por parte de toda la humanidad. Hasta la diosa Isis paró el tiempo para contemplar cómo se levantaba aquella mole de piedra viva.

Keops había creado el primer sistema sanitario público de la historia y había puesto al frente de todo a la figura del sacerdote sanador, integrándolo en el nuevo sacerdocio de Ra, el que viaja por el cielo, para que atendiera a su pueblo de forma gratuita y universal. En esta atención también se incluía a todos los esclavos sin excepción, ya que eran mano de obra que era imprescindible para el país, porque, mientras el pueblo construía, ellos cuidaban los campos y obtenían el alimento. Así se mantenía una cadena de producción inalterable en el tiempo y en el espacio.

Lesiones derivadas de la construcción de la gran pirámide

Todos los sacerdotes sanadores vivían en lo más profundo de los templos con sus propias familias y el Estado les mantenía en todos los sentidos: hogar, comida, ropa y educación para sus hijos. El gran templo de Ra era donde se formaban durante largos años, desde la infancia, para el cuidado de enfermedades y las lesiones corporales derivadas de la construcción da la gran pirámide. No era raro el día en que llegaba uno de los trabajadores lesionado, bien en manos, bien en piernas, y era cuidado y tratado para su sanación como si fuera un hijo propio del gran Keops.

Dos de los hermanos de Didufri, los príncipes Hordjedef y Baufra, empezaron a conspirar para lograr el trono por encima de los demás príncipes. Para ello, necesitaban poder y riqueza. Empezaron a montar estructuras paralelas a la sanidad que había levantado su padre Keops para la atención de todos los enfermos. Lo primero que hicieron es montar una serie de casas de sanación cerca de la esfinge con la excusa de apoyar a los sanadores públicos del templo de Ra, sin coste alguno ni para las arcas del Estado ni para los enfermos y su familia. Lo segundo que hicieron es llevarse a sacerdotes sanadores a esas casas de sanación privadas para provocar una falta de atención médica en los templos, pues llegaban más enfermos que sanadores había para atender, con lo que la atención primaria sanitaria empezaba así a colapsarse.

El embudo que se formaba en el templo de Ra en las curas y en la atención prestada empezó a derivarse a las casas de sanación privadas montadas por los príncipes. Estos empezaron a desviar más y más enfermos a sus propiedades, que era el plan trazado. Una vez fueron indispensables para el entramado sanitario de la construcción de la gran pirámide, se presentaron delante de su padre para hacerle ver que ellos controlaban el aparato sanitario del Estado y no el faraón. Se habían encargado de difundir que el gran Keops había urdido aquel plan entre los enfermos para que aceptaran su destino.

El gran Chambelán de palacio, que también estaba en la trama de aquella derivación sanitaria, presionó al faraón para que aceptara aquel trato

Luego exigieron que el Estado incluyera parte del pago sanitario a sus propios bolsillos, exigiendo parte de los tributos anuales, parte de la cosecha real, otra parte de los silos donde se guardaba el trigo y de cebada, también parte de los beneficios de la fabricación de cerveza, animales vivos para su engorde en sus propias granjas y hasta mujeres del gran harén del propio faraón. El gran Chambelán de palacio, que también estaba en la trama de aquella derivación sanitaria, presionó al faraón para que aceptara aquel trato que le ofrecían los príncipes, sus hijos. Por fin, obligado por las circunstancias, ya que la construcción de la pirámide era la prioridad absoluta, cedió a aquellas oscuras demandas.

Entonces Didufri escuchó a su padre Ra desde el cielo. El gran dios no estaba de acuerdo con la derivación sanitaria que habían montado los príncipes a costa de desangrar al Estado mismo y, además, aquel modelo sanitario era la mejor parte que los templos del dios ofrecía de manera gratuita a su pueblo. Por ello, visitó templos, habló con sanadores, ofreció su propio patrimonio como aval para que no se siguiera derivando, hizo retornar a los sacerdotes sanadores al templo y volvió, poco a poco, a que la sanidad fuera pública, gratuita y universal.

Luego fue a la corte de su padre y, sin pasar por el corrupto Chambelán del palacio, para hablar a solas con Keops. Después reunió a toda la corte y allí, delante de todos, empezó a desmontar las mentiras de las derivaciones sanitarias a las casas de sanación montada por sus hermanos, de cómo los recursos del Estado habían estado enriqueciendo a los príncipes y de cómo se había disparado el gasto público con los mismos recursos tanto humanos como materiales. Demostró que la quimera de la sanidad paralela había pasado ya a ser privada, puesto que cobraban del Estado por la prestación sanitaria.

La condena de los príncipes

Aquella trama costó la condena de los príncipes, pues los recursos del Estado estaban solo al servicio del faraón y éste los ponía al servicio de su pueblo. La construcción de la gran pirámide no podía tener en su trama elementos tan nocivos y peligrosos para el Estado. El príncipe Baufra fue condenado al exilio tras conmutar su pena de muerte por intercesión de su propia madre. Nunca más volvió a pisar el país del Nilo y murió pobre, triste y solo en la ciudad de Ebla. El hermano mayor, Hordjedef, fue enterrado vivo en un mastaba que nunca llegó a terminarse y cuya decoración fue terriblemente dañada. Así fue encontrada muchos siglos después por los arqueólogos.

Su padre Keops lo recompensó con ser heredero al trono. El propio dios que se había declarado su padre lo coronó en su templo de Guiza, junto a la esfinge. Ahora era el señor el alto y del bajo Egipto tal y como Ra le había enseñado en sueños. Por ello, se declaró ante su pueblo como Hijo de Ra y empezó el mismo día en que accedió al trono la construcción de su propia pirámide, llamada Didufri es una estrella reluciente, como hizo su abuelo Snefru, lejos de la de su padre, en Abu Roash, unos diez kilómetros al norte de Guiza. Era aún más alta y más grande que la de su padre.

Pero los hijos de Didufri, alentados por las familias de los príncipes que él había denunciado, Hordjedef y Baufra, acabaron con el hijo de Ra para volver a hacerse cargo del negocio sanitario privado que habían montado años atrás. Luego accedió al trono uno de sus hermanos menores, Micerino, que construyó su pirámide junto a la de su padre Keops. La pirámide y los templos de Abu Roash fueron saqueados, abandonados y desmantelados. Tan es así que en la época romana se terminó de destruir la que una vez fue la mayor pirámide jamás construida por el hombre. La demolición fue tan feroz que, hasta hace pocos años, no fue encontrada por el servicio de antigüedades de Egipto. Y entonces se supo de su grandeza. Se la conoce como la Pirámide Perdida.


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