María Dolores Morillo Rojas, oftalmóloga sevillana del Servicio Andaluz de Salud con plaza en el Hospital Infanta Elena de Huelva y de 44 años de edad, cuenta en EL LIBRE su experiencia como doctora en el SAS y aborda los principales problemas del sistema con motivo del Día Mundial de la Mujer Médica, que se celebró ayer: la falta de personal, la fuga de batas blancas, el mal funcionamiento de la bolsa, el aumento de agresiones a profesionales sanitarios…
-Como mujer, ¿ha notado alguna vez discriminación tanto en la carrera de Medicina como en su trabajo diario?
-Empezamos fuerte por lo que veo. A lo largo de mi desempeño profesional no puedo decir que me haya sentido discriminada por el hecho de ser mujer, aunque es cierto que, en no pocas ocasiones, he podido percibir actitudes por parte de pacientes y compañeros asociados al hecho de ser mujer. Estas diferencias no las considero discriminación, pues culturalmente percibimos de manera diferente a hombres y mujeres, pudiendo preferir una mujer en determinados contextos.
-En el Día Mundial de la Mujer Médica, ¿tiene la sensación de que ahora hay más médicas que médicos, al revés que hace 30 años? ¿A qué cree que se debe?
-Ciertamente, el número de mujeres en las facultades de medicina ha aumentado progresivamente en las última décadas, siendo actualmente superior al número de hombres. Por ello, también está habiendo un aumento en el número de mujeres médicas que ejercen su profesión. Esta supremacía de la mujer en el terreno sanitario se debe, desde mi punto de vista, a que las mujeres obtienen puntuaciones superiores en las pruebas de acceso a la universidad y tienen mejores expedientes académicos que sus compañeros varones. Además, tradicionalmente el rol de la mujer se ha asociado más a los cuidados que a la tecnología y la industria, por lo que, posiblemente, las mujeres eligen la rama sanitaria frente a la tecnológica en sus estudios. Es difícil saber hasta qué punto esta inclinación es algo meramente cultural o realmente el cerebro femenino tiene tendencias diferentes al masculino.
-Me llegan muchísimas quejas de pacientes de lo mal que está funcionando el SAS en los últimos años. A su entender, ¿cuáles son las grandes carencias de la sanidad pública andaluza?
-Esta es una pregunta muy compleja de abordar. El funcionamiento del SAS, como el de todos los sistemas de salud, es complejo de analizar y de modificar. Existen cambios demográficos progresivos, con envejecimiento de la población y tendencia a la cronicidad, mientras que el sistema sanitario sigue centrado en el tratamiento de la patología aguda. Además, la población es cada vez más demandante y exigente porque, una vez mejorada la esperanza de vida, las personas quieren mejorar su calidad, lo que es una aspiración completamente lícita. Por simplificar algo muy complejo, yo diría que los grandes pilares en los que se debe basar cualquier sistema de salud para mejorar son la dotación de recursos humanos y materiales, así como la optimización de la gestión.
-¿Ha recibido alguna vez alguna agresión de un paciente? ¿Cree que el aumento de las agresiones se debe a la falta de personal y al colapso de la Atención Primaria que, a su vez, provoca colapso también en las urgencias de los hospitales?
-Afortunadamente no he recibido nunca una agresión por parte de un paciente, aunque no me he librado de ciertas actitudes no deseables. Pienso que el aumento en las agresiones, en gran medida, está condicionado por los cambios sociales, que van más allá del ámbito puramente sanitario. Se ha pasado de un modelo social en el que ciertos elementos como médicos o profesores estaban considerados, en cierto modo, como un estamento superior al que había que tratar con respeto a una situación en la que las relaciones humanas se han igualado a la baja. Entiéndase esta expresión como el hecho de no ser capaz de diferenciar el contexto, de no ser capaz de cambiar el estilo de comunicación cuando la persona pasa de un entorno familiar o de confianza a uno más formal.
Los medios de comunicación y las redes sociales, a veces, contribuyen a difundir la sensación de que los usuarios del sistema de salud solo son depositarios de derechos, pero carentes de responsabilidades u obligaciones. Los profesionales también tenemos nuestra parte de responsabilidad en la creación de un clima de tensión y malestar. Debemos ser conscientes de que a veces podemos parar una escalada de violencia siendo receptivos ante la demanda del que tenemos enfrente, intentando ser cordiales.
«Un retraso diagnóstico y terapéutico para un profesional médico es, sin duda, motivo de frustración e impotencia. Desde mi parcela personal intento, en la medida de lo posible, no empeorar la situación»
-El Gobierno andaluz siempre argumenta que no hay médicos suficientes para cubrir tantas jubilaciones como las que se están produciendo (y las que se producirán en los próximos años). Pero tengo muchos ejemplos de doctores que se están yendo a trabajar a otras comunidades autónomas y a otros países porque pagan más que el SAS. ¿Cómo se podría parar esa fuga de batas blancas que también afecta a los enfermeros?
-Veo que no vamos a dejar ningún punto polémico sin tocar. La respuesta rápida es mejorar, en primer lugar, la estabilidad de los contratos y, de manera prioritaria, hacer los sueldos más atractivos.
¿Es cierto que no hay médicos en la bolsa del SAS, como decía la anterior consejera? ¿Están actualizadas las bolsas de todas las especialidades?
La bolsa del SAS es un sistema de valoración de méritos y contratación complejo y poco claro. Es posible que no existan médicos disponibles pero habría que analizar dónde están los médicos que faltan. La bolsa del SAS no se actualiza de manera adecuada, los contratos no siempre se ofertan por la misma vía y en general existe un pesimismo manifiesto entre los profesionales que optan por desarrollarse laboralmente en el sistema público.
-La lista de espera quirúrgica de Oftalmología es de las más largas de todo el SAS. ¿Cómo vive usted esa impotencia de los enfermos, que pueden agravar sus dolencias por tardar tanto en ser operados?
–Un retraso diagnóstico y terapéutico para un profesional médico es, sin duda, motivo de frustración e impotencia. Desde mi parcela personal intento, en la medida de lo posible, no empeorar la situación, por lo que veo imprescindible sopesar cada indicación realizada, siendo consciente de que disponemos de recursos finitos, por lo que debemos priorizar aquellos pacientes que requieren un abordaje más precoz por el motivo que sea.
-Se habla mucho de lo colapsado que está el Hospital Universitario Juan Ramón Jiménez de Huelva, pero no tanto del Infanta Elena. ¿Cómo está ese hospital en cuanto a la efectividad en la atención sanitaria y en cuanto a la dotación de recursos humanos y maquinaria?
-En este punto puedo darte información limitada, pues estoy trabajando aquí desde julio de 2024, cuando tomé posesión de mi plaza en propiedad en el servicio de Oftalmología. Puedo exponerte lo que he percibido en estos meses y es la facilidad para el contacto humano entre profesionales, lo que permite agilizar muchos de los procesos. Además, existe un ambiente general de resolver frente a cronificar.
«Enfermeros y médicos son profesionales que deberían trabajar de manera conjunta y coordinada en equipos multidisciplinares, pero sus funciones son diferentes y complementarias»
-Por último, observo mucho pique insano entre los gremios de médicos y enfermeros (Satse llegó a iniciar acciones legales contra el SMA por «injurias») en Andalucía, algo que, a mi parecer, beneficia al político que toma las decisiones (divide y vencerás). ¿Por qué no se unen estos dos gremios de una vez para luchar unidos por una sanidad pública digna?
Desde mi punto de vista esta situación de tensión se debe también a cambios sociales que llevan décadas fraguándose. Desde las universidades, ha habido un movimiento orientado a mejorar la situación de los enfermeros, pasando de ser diplomados universitarios a graduados con la implantación del plan Bolonia. Es cierto que, en la actualidad, médicos y enfermeros son ambos graduados universitarios, pero eso no los hace equivalentes en cuanto a carga lectiva ni funciones. Haciendo una semejanza que se acerca a lo ridículo, un graduado en Ingeniería Mecánica con cuatro años de formación universitaria es graduado igual que un médico con seis años, pero a nadie se le ocurriría consultar al ingeniero por hipertensión arterial o pedirle al médico que construyera un puente.
Enfermeros y médicos son profesionales que deberían trabajar de manera conjunta y coordinada en equipos multidisciplinares, pero sus funciones son diferentes y complementarias. La retribución económica mayor en Medicina está a mi modo de ver plenamente justificada por la mayor exigencia en cuanto a formación, así como el grado de responsabilidad que conlleva la profesión. Volviendo al divide y vencerás que plantea, creo que ahí está la clave. Para los políticos es más provechoso hacer creer a los enfermeros que reciben una remuneración inadecuada para su formación en lugar de que todo el colectivo de trabajadores sanitarios nos unamos para exigir unas condiciones laborales y económicas acordes a los tiempos actuales.
«El primer incentivo sería mejorar los contratos en cuanto a estabilidad: no puedes tener a un especialista formado en el sistema MIR con contratos mensuales»
-¿Se podría incentivar de alguna manera en la carrera de Medicina que los nuevos licenciados se decanten por Medicina de Familia, Pediatría o Anestesiología, que son las tres especialidades más necesitadas de personal según la Junta?
-El primer incentivo sería mejorar los contratos en cuanto a estabilidad: no puedes tener a un especialista formado en el sistema MIR con contratos mensuales y esperar que las nuevas generaciones sigan optando por ese camino. Además, los jefes de servicio y responsables de contratación deben dejar de transmitir que no existe una vía alternativa. Todos los que trabajamos en el SAS hemos vivido en algún momento el jefe o la jefa que te plantea que la precariedad laboral es algo natural e inamovible.
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