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Juanma Moreno y Carolina España, cantando un villancico hoy en el Parlamento de Andalucía.

Opinión, Política

Políticos en ‘playback’

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Había un programa en mi infancia, en los añorados años 80, que se llamaba ‘Tocata’, en el que artistas de relumbrón cantaban en directo, pero otros preferían el sonido pregrabado

Entonces, salía el rótulo que indicaba que lo que estábamos viendo los espectadores era a Marta Sánchez, de Olé Olé, moviendo la boca sin emitir ningún sonido al cantar Lili Marleen. O a Miguel Bosé no cantando Sevilla. Lo que sonaba era el disco. A veces, me acuerdo de aquello cuando escucho el discurso de los políticos en España.

Cuando Elías Bendodo, Antonio Sanz, Ramón Fernández-Pacheco o Carolina España repiten hasta la saciedad eso de que «nunca se ha invertido tanto en la sanidad pública como en los últimos años», el que lo está diciendo en realidad es Juanma Moreno. Pero el ciudadano sabe que la canción es un pastiche, un refrito que no cambia la crudeza de esos cientos de miles de pacientes que agravan sus dolencias a la espera de una intervención quirúrgica o que viven en la incertidumbre por no poder acceder al especialista en una fecha razonable.

Cuando España, la portavoz actual, insiste en que Andalucía «ha pasado de estar a la cola a ser el motor de la economía española«, se siente la sombra del presidente malagueño (y sus amigos los empresarios) por detrás. Por mucho que la consejera de Economía y Hacienda mueva la boca en perfecta sincronía con la voz de Moreno Bonilla que se escucha en su cabeza, la gente conoce la realidad de los barrios pobres de Andalucía, que son demasiados y siguen abandonados, con el PSOE y con el PP.

La voz de su amo

Cuando Salvador Illa decía en pandemia que lo de la covid «no se podía saber», no era él quien ofendía a la verdad, sino Pedro Sánchez. Y Fernando Simón era como el cantante de Boney M, que bailaba compulsivamente pero no cantaba un pimiento (la voz que se escuchaba en los playbacks era del productor, Frank Farian). Simón hablaba, pero se podía escuchar al fondo del pasillo el susurro engolado del exjugador del Estudiantes.

Se podría hacer un paralelismo entre el mundo de la política y el de la música. Cuando estás arriba, cuando vendes discos y entradas a mansalva, todo son flashes, palmaditas en la espalda… Eres un imán para la gente, que se arrima siempre al éxito. Pero si fracasas, si se te ocurre sacar los pies del tiesto, si cruzas alguna de las muchas líneas rojas que delimitan tu día a día, prepárate para recibir el huracán de mierda.

Siluetas sin rostro

Nos quieren con pensamiento único y en binomios enfrentados: blancos contra negros; flacos contra gordos; mujeres contra hombres… Así nos tienen entretenidos con esta pelea de gallos mientras los raperos del poder se dedican a contar billetes y a atesorar collares de oro. Y el autotune, a toda pastilla.

Todos ellos ponen la cara y montan el espectáculo, pero las cuerdas vocales las maneja otro. Aunque detrás de ese otro haya muchos otros, siluetas sin rostro que acumulan el poder económico que dictan el contenido de las canciones: «Coge unas palabras de aquí y otras de allá para que parezca que mejora la sociedad, aunque en realidad nosotros sigamos enriqueciéndonos igual; redactad planes, proyectos y paquetes de medidas con el fin de que todo se remueva para que, al final, la rueda siga girando y podamos seguir lucrándonos unos pocos«. Todo con sonido pregrabado, sin capacidad de improvisación.

Y, como Milli Vanilli, consejeros, ministros y concejales cacarean y cacarean, pero sin salirse del guión, proclamando su pleitesía incondicional al líder en cada oración subordinada. Al menos, Rob y Fab eran coreógrafos y ofrecían un gran show en sus conciertos, aunque la voz saliera del sintetizador. Pero siempre hay un precio: Rob falleció por una sobredosis tras convertirse en un juguete roto al recorrer demasiado rápido el trayecto entre la fama mundial y el escarnio social (y menos mal que no había redes sociales en aquellos años). Por eso, se habla muchas veces de muerte política inminente cuando un diputado le lleva la contraria al líder de su partido y empieza a utilizar su propia voz para decir lo que piensa realmente.

El consejero de Presidencia, Antonio Sanz, tocando el cajón hoy en el Parlamento andaluz.

Hoy, en el Parlamento de Andalucía, se han puesto a cantar villancicos, con Antonio Sanz al cajón. Normalmente desafinan en la toma de decisiones, porque se palpa que el ciudadano no es la prioridad. Ellos sólo quieren poder sacar otro disco de éxito en las próximas elecciones. Visto el resultado de la zambombá improvisada, hoy sí podían haber cantado en playback.


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