Las primeras noticias que tenemos de esta ciudad nos sitúan en el año 852, cuando el emir Muhammad I mandó construir en la orilla del río Manzanares una fortaleza
Tiempo después, junto a ese recinto amurallado iba creciendo la villa de Madrid y fue el rey Alfonso VI quien la incluyó en el territorio ganado a Al-Andalus. Mas la actual ciudad no llega a cobrar verdadera notoriedad hasta el año 1561, en que Felipe II traslada a ella la Corte, considerando su situación geográfica en el centro de la península.
Junto a la de Valladolid y la de Salamanca, la de Madrid es una de las primeras plazas con la denominación de programadas, teniendo sus orígenes arquitectónicos en la Plaza Mayor de Valladolid, la primera regular de España. A partir de la época de Alfonso VI -más arriba mencionada-, dado el rápido crecimiento de su población, Madrid fue extendiendo el que fuera su polígono medieval, y lo hizo hacia la zona conocida como El Arrabal, donde se construyó una plaza que sirviese como centro comercial del creciente barrio. Y fue denominada Plaza del Arrabal, que no era muy grande y las casas que la bordeaban, pequeñas y de irregulares alturas, ofrecían un aspecto nada estético.
En 1608, el rey Felipe III encargó a un equipo de arquitectos que elaboraran un proyecto para que la plaza -que ya empezaba a conocerse como Plaza Mayor- fuese cuadrada y regularizada. Las obras comenzaron el año 1617; la normativa indicaba que tendría 136 casas con soportales. En su flanco sur se estableció la Real Casa de la Panadería, la planta baja de la cual se dedicó a la venta del pan y la parte superior acogió las habitaciones de los Reyes para que desde los balcones de la fachada presidieran los grandes festejos que allí se celebraban.
En la visita a la plaza, localicemos esta real casa y disfrutemos la belleza arquitectónica de la fachada entre sus dos torres laterales.
Estreno oficial
El estreno oficial de la plaza tuvo lugar el año 1620 con motivo de la fiesta de beatificación de San Isidro, patrón de Madrid. A partir de entonces ha sido magnífico escenario de celebraciones en destacados momentos históricos. Algo después se engalanó por la llegada -en 1623- del príncipe de Gales, que luego sería Carlos I de Inglaterra. Cinco años más tarde, vuelve a engalanarse la plaza con motivo de la boda de la infanta doña María con el rey de Hungría. Otro motivo de festejos fue la entrada pública en la Corte, de la reina Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV, en 1645.
Durante el reinado de Carlos II, la plaza siguió siendo testigo de importantes eventos, tales como la llegada de María Luisa de Orleans, primera esposa del rey (año 1680).
Con lo relatado hasta aquí, queda probado que la Plaza Mayor de Madrid, en su nacimiento, cubrió tres objetivos: ser el mercado habitual de los madrileños; otro, ser el óptimo escenario de celebración de importantes festejos apropiados a la Corte, que durante bastante tiempo fue la más poderosa del mundo y, en tercer lugar, servir de foro donde debían desarrollarse algunos de los acontecimientos históricos más relevantes de aquella época.
También le tocó sufrir -en tres ocasiones- el desastre que llevan consigo los incendios. El primero sucedió en 1631. El segundo, en 1672, que casi destruyó la Casa de la Panadería. Y aún tuvo la desgracia de que, en el año 1790, le llegara el más tremendo. Sus llamas no se extinguieron sino al cabo de tres días, tras producir grandes destrozos. Al arquitecto Juan de Villanueva se le encargaron los trabajos de reconstrucción, obra que duró hasta 1853, dado que se introdujeron las oportunas mejoras que la convirtieron en un espacio enteramente cerrado. Y así la conocemos en nuestros días.
Fue que, con el comienzo del siglo XVIII, la Plaza Mayor de Madrid, debido a los avatares políticos que hubo de vivir España, entra en un período tumultuoso, que da principio con la dura represión de la dominación francesa, y le hacen cambiar de nombre en varias ocasiones.
En 1812, cuando Las Cortes de Cádiz, pasa a denominarse Plaza de la Constitución. Mas los sucesos políticos por la supresión de la vigencia constitucional que ordenó el rey Fernando VII dieron lugar a que se llamara Plaza Real. Poco después, en 1820, vuelve a tomar el nombre de P. de la Constitución. Al instaurar Fernando VII la monarquía absolutista, vuelve a denominarse P. Real. En ella, el rey festejó su boda con María Cristina, la cual tuvo que administrar la Regencia por la muerte de su marido hasta la mayoría de edad de Isabel II, la sucesora de la Corona, en cuyo reinado se colocó en el centro de la plaza la estatua ecuestre de Felipe III.
Con la llegada de la República, que finalizó el reinado de Isabel II, en 1873, el nombre será Plaza de la República, hasta que un año después recuperara el de la Constitución.
Al producirse la restauración de Alfonso XII se retorna a la denominación con que llega a nuestros días. Como curiosidad, hemos de mencionar que, en el año 1927, se empezó a celebrar al amparo de sus porches la costumbre de un mercado filatélico, que sigue siendo tradicional las mañanas de todos los domingos.
En 1961, la Plaza Mayor ha de aguantar nuevas obras de rehabilitación: corrección de desniveles de su pavimentación, se instala el reloj eléctrico con un carrillón de 11 campanas, es iluminada por nuevas farolas y se construye el aparcamiento subterráneo.
La Casa de la Panadería albergó la Academia de Bellas Artes de San Fernando hasta que se trasladó a la calle de Alcalá y, al quedar libre, se instaló en ella el Archivo de la Villa.
Por cuanto se ha expuesto hasta aquí -necesariamente resumido- nos queda la idea de que esta Plaza Mayor nos ha ofrecido un compendio de la historia, no solo de Madrid, sino en cierto sentido, también de España. El conocimiento de la creación, función y evolución de las plazas, más los hechos que en ellas han ido sucediendo, serán los libros en que ha quedado escrita la historia de la ciudad y/o del país.
La capital de España, igual que otras de las grandes ciudades europeas, además de su Plaza Mayor, cuenta con otras: Puerta del Sol, Plaza de Cibeles, en la que está el Ayuntamiento, Plaza de Neptuno (o de Cánovas del Castillo), Plaza de la Villa, Plaza de Colón, Plaza de Santa Ana, en el barrio de Las Letras, etcétera.
Tal vez, con la visita a la plaza, hemos iniciado nuestra llegada a Madrid. En los siguientes días será un verdadero gozo intelectual repartir el tiempo en el disfrute de museos, instituciones, monumentos, templos, así como aprovechar alguna tarde o noche para descansar, gozando de una buena obra de teatro, un musical o algún espectáculo deportivo.
Y es de todo punto muy aconsejable -en este u otro desplazamiento- no perder la ocasión de conocer a fondo el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial y alguno de los pueblos más célebres de la provincia por sus atractivos.
El poder viajar será siempre un placer y magnífica ocasión de disfrute al pie del terreno, tanto del arte como de la historia y de la naturaleza.
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