Como decía aquel, hay tres fuerzas de la naturaleza que el hombre no consigue controlar: el fuego monte arriba, el agua monte abajo y una perra en celo
Lo de menos es si se aprieta el botón del mando a distancia con lascivia o con desidia. Si se hace con resignación o por simple inercia. En cuestión de milisegundos, la pantalla devuelve un sopapo de luz con ruidos, voces y sobreactuación en rebajas que orienta al espectador en un tiempo y un espacio divergente del suyo, sacándole del barro del día a día para reubicarlo en un campo de estiércol perfumado. Como debe ser. Son fracciones de segundo en los que se trueca a ciegas lo que tenemos por lo que nos quieran dar, que es gato por liebre, y sea como fuere lo hacemos convencidos de que salimos ganando. Unas cuantas sesiones y listos para tirarse a la calle. A jugársela con el primer incauto que pase.
Al otro lado del cristal, con luces electrónicas, posan los trabajadores precarios de la información, tan guapas, tan bonicos, escondiendo fatigas tras su maquillado gesto profesional, sujetos con pinzas a un contrato temporal que les obliga a besar con lengua en el cuarto oscuro de los juegos de poder a los cuatro mequetrefes que parten el bacalao en los medios. Los parásitos del Animal-Estado que quiere vivir, aunque mal consigue arrastrar los pies. Y eso es todo. El resto lo pone usted tragándose lo que le echan -o no-, posicionándose a rigor para a continuación actuar dócil y civilmente. Y de ahí que no le saque nadie. Mañana, a pasear por playas y montes desiertos con una mascarilla de repuesto en el bolsillo, por si acaso. Pasado, a lo mejor ya es exactamente lo contrario. Sin pestañear y convenciéndose de que todo va a ir bien. Porque sí. Por arte de magia. Como la cabra confía en que al tigre le gustan las aceitunas.
Parásitos en las instituciones
Perdóneme la franqueza, pero hay que ser ingenuo (y donde digo “ingenuo”, ponga usted “gilipollas” si bien le parece) para esperar que, alguna de las perras en celo que, cada cuatro años, nos piden mansa o ávidamente nuestro voto, van a espercojar de parásitos nuestras instituciones, nuestra sociedad y con ella nuestra empresa privada y medios de comunicación. Nuestro sistema de salud, nuestra educación, nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad, nuestro sistema judicial… En definitiva, nuestro país. Y hay que poner el énfasis en el “nuestro”. Porque al final son nuestros, sí, y no de cuatro pelagatos que asisten impávidos, absortos o eufóricos a la precarización de los servicios y de los puestos de trabajo en beneficio propio.
Cada cuatro años, nuestros políticos son perras en celo. Y que me perdonen las perras, que al final liberan sus feromonas en pro de la supervivencia de su especie y la creación de vida. La industria electoral, por su parte, solo mira, como cualquier otra empresa privada, a su balance de resultados y beneficios. Las feromonas de los Pedro Sánchez, los Pablos (Iglesias y Casado), Abascal, Ayuso, Arrimadas, etcétera, son sus discursos emotivos, su sobeteado informe de términos como “libertad”, “justicia”, “progreso”, “derechos”, “fascismo”, “comunismo”… y todos los epítetos, hipérboles y recursos tremebundescos que les vengan a mano para saltarse el control del raciocinio del votante y agarrarle por donde le duele, sus emociones.
Piense un poco, de verdad, no tenga miedo. Cuando vea que en Murcia declaran una moción de censura, no es por los escándalos de las vacunaciones, es porque quieren trincar el poder y administrar(se) el dinero público. Cuando vea que esa moción no prospera porque donde decían “digo” luego dicen “Diego”, no es por honestidad, es porque quieren trincar el poder y administrar(se) el dinero público. Cuando vea que un diputado salta de partido en partido, no es por sus ideales, es por su interés personal, su carrera de político. Cuando vea a una presidenta de la comunidad de Madrid convocar elecciones en mitad de una legislatura y de una pandemia, no es por servir a los contribuyentes, es porque quiere trincar el poder y administrar(se) el dinero público, y cuando vea a un vicepresidente dimitir para disputarle el puesto en el gobierno de la comunidad…
Se promete una lluvia de millones de Europa para ayudas a repartir entre las empresas patrias, concentradas buena parte en territorios nacionalistas -cotos privados de caza- y en Madrid. Quizás así se entiende mejor la efervescencia política del momento y el inesperado interés del ya ex vicepresidente Iglesias en la Comunidad de Madrid.
Quieren, ellos todos, trincar poder y administrar(se) el dinero. Y podríamos extender esta especie de oración postmoderna hasta quedarnos dormidos: es infinita porque es todo lo que hacen, es a esto a lo que se dedican. No se deje hipnotizar por las feromonas de sus discursos vanos porque, a resultas, entre ellos todo se resume a un reparto de poder -y de dinero-. Las perras en celo electoralistas no se pueden controlar, pero eso no significa que tenga que dejar que ellas le controlen a usted.
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