Una niña lanza una piedra el primer día de desconfinamiento para los más pequeños.

Política

Están mirando

Comparte este artículo:

Ya están aquí. Están entre nosotros. Empezaron a llegar no hace mucho, quizás hace unos 12 o 14 años, posiblemente hace algo más… pero no mucho. No puedo dar una fecha concreta pero lo que sí puedo garantizar es que su objetivo es claro: propagarse, habitar los rincones de cada ciudad, cada pueblo, el país… el planeta

Han venido a conocer poco a poco y cada vez mejor nuestra cultura, nuestros hábitos, nuestra forma de ser, nuestras grandezas y nuestros puntos débiles. Conseguirán sobrevivir, de una u otra forma. Tienen un objetivo claro, definido en sus genes: dirigir el destino de la humanidad. Y no le quepa duda, lo conseguirán.

No tienen caras verdes (o no suelen tenerlas) ni antenas más allá de sus móviles. Se han adaptado a nuestras comidas y al entorno, gracias a su impresionante capacidad de aprendizaje, su perseverancia y su plasticidad. Estos seres no vienen de otra galaxia. De un universo paralelo, quizás.

No, no estamos ante una nueva entrega de La Guerra de Los Mundos. Me estoy refiriendo a nuestros pequeños, nuestros hijos, nietos, sobrinos, esos vecinillos… Ese menudeo que nos alegra el día a día y nos ayuda a llevar con una buena dosis de ilusión este confinamiento que ahora nos toca.

Unos salen al balcón a dar palmas o a pedir auxilio porque sus padres los tienen secuestrados y no les dejan salir al parque, otros cantan el Resistiré inventándose la letra, tal y como sus padres se inventaban las canciones en inglés cuando eran más jóvenes… Bailan, saltan, bromean y viven este confinamiento como si de las reglas de un nuevo y absurdo juego se tratase.

Nuestro mayor tesoro

Lo único que nos preocupa en relación a ellos es cómo mantenerles entretenidos y cómo hacer que no pierdan el ritmo escolar. Estos seres que viven en nuestras casas son el mayor tesoro de una sociedad, su mayor inversión. Ahora nos cuesta un poco explicarles toda esta situación. Pero pronto todo pasará y los pequeños crecerán. Ahí, quiero ver qué les vamos a decir.

Nuestro panorama político, que ya hace tiempo dejó de ser de vuelo bajo para convertirse en un corral embarrado de gallos sin cresta, es incapaz de mirar a un horizonte en el que nuestros hijos les pidan cuentas. Tienen muy claro que no están a eso, de hecho todos sabemos a lo que están. Al quítate-tú-que-me-ponga-yo. Entrar, trincar, trepar y olé.

Cuando nuestros pequeños crezcan y nos pregunten qué pasó, qué fue aquello de la pandemia del 2020, es probable que nos falten las palabras. ¿Cómo pudimos permitirlo? Y el aparato político ya habrá mudado de piel para desentenderse del pasado que hoy es presente. Estaremos solos ante nuestra historia y ante los ojos de unos jóvenes adultos que nos devolverán miradas de comprensión paternalista, en el mejor de los casos, y sin faltarles razón.

Reyertas de diputados sobre asuntos intrascendentes sirven para que la calle mimetice sus crispaciones, mientras ellos se toman después unas copas juntos

De entre todos los pecados cometidos por nuestra clase política, muchos de ellos capitales, uno me resulta especialmente imperdonable: privar de un proyecto de futuro a todo un país. Viviendo en horizontes de cuatro años y con el único objetivo de enriquecer sus cuentas, vivir en chalets y adornarse con títulos universitarios que no han hecho, el futuro del país navega a la deriva en el mar de los tiempos, sin rumbo ni objetivo, indolente, distímico, consentido a su desgracia y convencido de que nada puede hacer para recuperar el timón de su nave.

Reyertas de diputados sobre asuntos intrascendentes sirven para que la calle mimetice sus crispaciones, mientras ellos se toman después unas copas juntos. Entre tanto, centenas de personas continúan perdiendo la vida en los hospitales, pero también cerca de nuestras costas. La profesional autónoma continúa perdiendo el sueño haciendo sus cuentas, el empleado sigue forzando una sonrisa mientras se pregunta si pasará el resto de su vida luchando para simplemente llegar a fin de mes, y los grandes grupos de comunicación se ajustan al interés de quienes les pagan, contribuyendo a una ficción que nos empequeñece como individuos y como sociedad.

¿A dónde vamos? ¿De verdad no asumiremos ninguno de los grandes desafíos que el presente nos ofrece? Cambio energético, educación con y para las tecnologías, vanguardia sanitaria universal, cuidado integral y aprovechamiento del conocimiento del otro gran valor que atesoramos, que son nuestros mayores. En el fondo, creo que todo se resume a esto: energía, salud, educación y tecnología.

Una madre sale con sus hijos el primer día de desconfinamiento para los niños.

Los niños son como esponjas, lo absorben todo. Es posible que aprendan con nosotros, a oír, ver y aceptar lo que les echen, sin rechistar. Es posible que hereden nuestra aquiescencia, nuestro oportunismo, nuestro miedo. Pero espero que no sea así. Cuando se hagan mujeres y hombres y vuelvan la vista a nuestros días, tendrán a su disposición más información de la que nosotros tenemos ahora.

De nada servirá argumentar relatos intrincados sobre izquierdas y derechas, rojos y azules, liberales y progresistas… No habrá mucho lugar a la teorización: todo está grabado y registrado como nunca antes la historia lo estuvo. Imágenes, declaraciones, decisiones, poco espacio habrá para la manipulación de los hechos.

Las cifras son arrasadoras y las conclusiones no ofrecerán margen de duda. Entonces, probablemente nos preguntarán ¿cómo os pudo pasar? ¿Cómo os dejasteis engañar de esa manera? Explícame otra vez, por favor, qué quería decir eso de izquierdas y de derechas. ¿Cómo es posible que no hicieseis nada? ¿De verdad no veíais que se enriquecían a vuestra costa? No sabremos qué decir. Y si tenemos el infortunio de encontrarnos ante una encrucijada como la que atravesamos ahora nosotros, ¿qué podremos pedirles? ¿Haced lo que nosotros no fuimos capaces de hacer?

Adolfo Suárez fue clave en la Transición Española.

Nuestros padres nos dieron las mimbres, en el 78 se fraguó la mejor solución posible teniendo en cuenta ese momento, y no podemos estarles más que muy agradecidos. Pero aquello solo era parte del camino, aún falta bastante por hacer para devolver la dignidad a las personas que vivimos en este privilegiado trozo de tierra, para vivir en democracia.

La calamidad que nos azota solo admite ya intervenciones paliativas. La aprobación de una renta mínima me parece una buena decisión bajo la que se intentarán esconder las vergüenzas que han quedado a la vista. Son demasiadas, es imposible. La crispación es el mar revuelto donde pescan las vetustas oligarquías que nos mantienen sujetos del cuello gracias a sus sabuesos, nuestros dirigentes. La sociedad está enferma porque esa oligarquía y esos dirigentes están enfermos de egoísmo y ambición.

Pero si soñamos con que nuestros hijos nos miren mañana a la cara con el mismo orgullo con que miramos hoy nosotros a nuestros padres, si realmente conservamos un atisbo de esperanza en un futuro mejor, si no hemos aún abdicado de nuestro derecho a soñar, hagamos algo para que ese futuro mejor ocurra. Hagamos lo que sea necesario para que ocurra. No nos lo darán hecho. Y no le quepa duda, querrán que usted, lectora o lector, crea que no cuenta, que no es importante para el efecto, que su voz no hará la diferencia. Y es exactamente lo contrario: usted es la pieza fundamental para mejorar las cosas. Usted es la persona más importante del mundo para sus hijos, un modelo para sus sobrinos, nietos o vecinos, esos extraños seres destinados a gobernar el planeta. No lo olvide.


Comparte este artículo:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*