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Alemania da la bienvenida al 'gastarbeiter' número 1.000.000, obsequiándole con flores y una motocicleta. / CADENA SER

Opinión, Política, Sociedad

Migrantes que se casaron para toda la vida

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Josefa Felipe ganaba 400 pesetas al mes sirviendo en casa de unos señores de Béjar (Salamanca). En Madrid en 1960, muchos ‘gastarbeit’ emigran a Alemania. Tenía 21 años y las 400 pesetas no le servían para nada. «Unos amigos de Béjar se fueron a trabajar a Alemania y allí me consiguieron un contrato para irme unos meses más tarde», recordaba Josefa Felipe, natural de Béjar y residente en Remscheid, Alemania. Durante 55 años, trabajó en Murphy Remscheid

Igual que ella, otros 600.000 trabajadores españoles emigraron a Alemania entre 1960 y 1973. La mayoría de hombres gastarbeiter, pero también muchas mujeres gastarbeiterinnenEste año se cumplen años del primer convenio de emigración firmado entre España y Alemania, y de la llegada de los primeros gastarbeiter, es decir, los trabajadores de diversas nacionalidades que fueron contratados durante la década de 1960 por las autoridades de la República Federal de Alemania.

Alemania sería hoy un país muy diferente de no haber recibido a cientos de miles de trabajadores extranjeros. Y su cultura gastronómica hubiera perdido todos los aportes que recibió de todos esos trabajadores y sería mucho menos rica en sabores y en aromas. Tras la devastación de la II Guerra Mundial, Alemania impulsó, a mediados del siglo XX, políticas de empleo con países extranjeros. Se necesitaba mano de obra y reconstruir el país.

En diciembre de 1955, la República Federal Alemana cerró el primer acuerdo de contratación de trabajadores extranjeros con Italia. Le seguirían otros con Grecia, Turquía, Portugal o España. La idea original era que se quedaran en Alemania de forma temporal. «Se pensaba que venían y que regresarían a su país cuando ya no se les necesitase. El hecho de que después se quedaran en Alemania no era ni la intención ni el deseo ni se esperaba«, asegura Klaus Bade, investigador de emigración en la Universidad de Osnabrück. Todas las semanas, entre 1960 y 1973, una media de 800 españoles salía de sus casas con un contrato firmado con destino a Alemania.
 

Una decisión difícil

Las crónicas de la época describen una misma escena: los rostros cansados de los españoles que esperaban en fila india, con una etiqueta al cuello y cargados de maletas. Entre ellos, Antonia, que dejó Xinzo de Limia, en Ourense, para empezar una nueva vida en Alemania; o la familia Miráis-Rodríguez, que dejó Carbajosa, en Zamora.

«El viaje en tren era largo pero veníamos varias chicas de la misma edad. Un rato te reías y otro rato llorabas. Llegué y fui a trabajar a una fábrica en la que había más españolas. Era lo que había, o te arriesgabas a salir o tenías que vivir en España con lo que había, que en los años 60 no era mucho«, declara Josefa, gastarbeiter número 1.500.000 en 2013. Yo, José Mateos Mariscal, me considero gastarbeiter en Alemania en pleno siglo XXI.

La estación de tren de Colonia se convirtió en un punto central para la recepción de los gastarbeiter. El portugués Armando Rodrigues de Sá, el trabajador invitado un millón, fue recibido a su llegada a Alemania al son de una banda, obsequiado con un ramo de flores y con una motocicleta. Así Alemania agradecía, la contribución de los inmigrantes, cuyo trabajo fue clave para lograr el llamado milagro económico de Alemania.

La fuerza del amor en la emigración

«Éramos de la generación que nos casábamos para toda la vida», dice Josefa Felipe, de 77 años, quien lleva 49 años junto a Federico Fernández, de 80 años. Se conocieron en la década de 1960 en Remscheid, los dos emigrantes españoles gasteraberter cuando aún no existían los teléfonos móviles y mucho menos internet.

Ambos frecuentaban el mismo restaurante español en Remscheid. Habían coincidido allí en varias oportunidades. «No había teléfono, empezamos a conversar mucho y nos hicimos amigos», rememora Josefa Felipe.

«Un día, cuando yo venía saliendo para ir al trabajo, ella estaba parada en la esquina esperando transporte público. Le di el empujón. Nos enredamos, nos enamoramos, nos casamos, tuvimos hijos. Y aquí estamos», recuerda este abuelo, que es profesor universitario de la vida emigrante. Y hoy «es, sencillamente, la compañera para toda mi vida. Me casé con la intención de casarme de por vida».

¿Cuál es el secreto de las parejas felices para no separarse?

«Se trata, sencillamente, de conocerse el uno al otro. Saber cuándo hay que ceder el uno, cuándo tiene que ceder el otro. Es la única manera de que haya armonía. Nadie puede tener siempre la razón. Lo ideal es argumentar y razonar con argumentos lógicos que permitan entenderse», responde con seguridad Federico Fernández.

«Para que una pareja tenga éxito, es necesario que se respeten los espacios», continuó Josefa Felipe, que reconoce que, «hoy en día, las parejas lo tienen más difícil por tantas distracciones«.

¿La emigración les unió?

La emigración te aferra aún más a tu pareja, no tienes más familia que tú pareja. Eso une más, días de aferrarse uno al otro por la nostalgia, recordar nuestra niñez en nuestra tierra natal España… La aventura de la emigración une familias.

«No es lo mismo leer un libro de historia de emigrantes que tener ante ti a una persona que ha vivido la experiencia de la emigración y lo que cuenta», apostillan.

La pareja tiene tres hijos, todos hablan perfectos alemán, inglés y español. Dos están en Hamburgo y el pequeño, en Oberhausen.


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Un comentario

  1. José Manuel Melgar Lima

    Y cuántos más en Francia, Bélgica, Holanda y Suiza… dos millones.

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