Los buenos y los malos

Ya nos prevenía el escuálido Calderón de los caprichos que mecen el Gran Teatro del Mundo, y conste que en su época el mundo era mucho mayor de lo que es hoy. En la actualidad, el mundo es poco más o menos del tamaño de su ‘smartphone’ y las caras, las ropas, las comidas y los lugares cada vez se parecen más entre sí

Lo que continúa siendo común en todos los continentes a lo largo de los siglos es el ansia de los poderosos, que se materializa en el ansia por el dinero, por el control de los recursos naturales y, en última instancia, el control de las personas. No tiene más que ver con qué celeridad las tropas rusas se han acumulado junto a la frontera de Ucrania a las órdenes de un señor llamado Putin, y cómo han reaccionado los líderes de los diversos países de la OTAN, enviando efectivos a la zona de conflicto. Aquí todo el mundo puede identificar claramente dos bandos: por un lado Rusia y por otro la OTAN. Yo, por mi parte, no puedo dejar de ver dos bandos claramente diferentes.

Por un lado, los políticos y demás cuerpos diplomáticos, gentes de mesa abastada y tendencia a sacarse la chorra a costa del esfuerzo ajeno, con la capacidad de tomar decisiones en nombre de entidades llamadas países.

Por otro lado, están las gentes que engrosan las filas de los ejércitos y que serán los primeros en jugarse la vida en defensa de lo que creen que es la dignidad de su pueblo, cuando en realidad lo hacen defendiendo los intereses y cuentas bancarias de sus oligarcas y amigos. A estos se le suma el pueblo llano, que sufraga todo el tinglado y sufrirá la mayor parte de daños y bajas en caso de conflicto bélico.

Los partidos políticos, proyectos ‘fake’

Porque ya lo ha recalcado Pablo Iglesias el pasado fin de semana, tras asumir que, ahora que no es político, ya puede decir la verdad: los estados no actúan en defensa de ideales, solo lo hacen en defensa de intereses propios o de allegados. No puedo más que alegrarme de que, por fin, este señor diga alguna verdad. Ya era hora. Lo lamento por todos aquellos que le creyeron y le siguieron a pies juntillas desde los inicios del proyecto podemita, aunque en el fondo la mayor parte de ellos no lo va a ver claro, ni siquiera tras estas declaraciones. Encontrarán una u otra forma de asimilar esta declaración en el todo del proyecto fake que es hoy día cualquier partido político en España. Tanto esfuerzo para engordar una mentira que, tarde o temprano, reventará, salpicándolo todo con su hedionda porquería.

Pues sí, señores. En estos momentos, gentecilla de trajes caros, perfumes y fiestas secretas bien costeadas en medio de la pandemia, deciden si centenas de efectivos equipados con el armamento más letal que alguna vez existió sobre la faz de la tierra abren o no fuego contra objetivos al otro lado de una línea imaginaria. El objetivo sobre el papel será cualquier eufemismo improvisado. Las consecuencias forzosas, instaurar la tiranía del dolor, las heridas, la sangre y la muerte en personas con o sin uniformes, como tantas veces ya ocurrió antes en esta vieja Europa.

Mientras, sobre la piel de toro un tímido ridículo se deja sentir al oír a Margarita Robles haciendo alarde de fortaleza al anunciar el envío de efectivos a la zona de conflicto

Mientras, sobre la piel de toro un tímido ridículo se deja sentir al oír a Margarita Robles haciendo alarde de fortaleza al anunciar el envío de efectivos a la zona de conflicto. El sentimiento se hace objetivo y general tras conocer que el Sr. Biden deja a Pedro Sánchez en la puerta del despacho donde se toman las últimas decisiones. Qué pena da nuestro chico de oro, él que tan bien había quedado en el vídeo que le habían hecho en su despacho atendiendo el teléfono con su camisa roja, representando a un afanado ejecutivo, comprometido, resolutivo… Que guarde el vídeo y lo mande al próximo casting de Física o Química.

Uno no gana para vergüenzas. No importa el color de nuestros dirigentes, siempre que salen de casa ponen al país a la altura de una fulana en busca desesperadamente de un proxeneta que la proteja, a cualquier precio y sin importar cuánto la maltrate. Este es el proyecto de país de nuestros dirigentes: encontrar ese proxeneta internacional, sea potencia mundial o fondo de inversión, que les dé de comer a costa de maltratar a sus representados, que no son otros que usted y yo. Así se explica nuestra absoluta falta de criterio en asuntos internos, nuestra dependencia energética en el país del sol, nuestros medios postrados ante el poder, la nula promoción del registro de patentes, la nula apuesta por las pocas patentes que llegamos a registrar, el desprecio por la producción local (ver esta semana sin ir más lejos el caso de las naranjas que se van a dejar en los árboles en Valencia por su bajo precio) y, por no alargarme, el desdén con que se trata a la población en sus diferentes estamentos desde la clase decisora y sus caniches, los creadores de opinión.

Ante esta perspectiva, servidor denuncia lo evidente mientras se da cabezazos contra la pantalla del portátil. Usted, no sé. Posiblemente piense que es demasiado insignificante y no puede hacer gran cosa. Debe ser lo mismo que pensó el padre de cualquiera de los soldados rusos que están ahora en la frontera con Ucrania. A los descerebrados de Downing Street y compañía les preocupa un carajo si la metralla acaba alcanzándoles una pierna o un brazo. Y a sus homólogos rusos, ídem de lo mismo. Recuerde que unos y otros forman parte del mismo bando, tal como yo lo veo. Hoy la pólvora nos queda lejos. Mañana, quién sabe…

Qué bueno sería que, en un arrebato de histeria, esta misma tarde anunciasen fervorosamente una declaración de guerra, y en ese mismo momento todos los soldados, de uno y otro bando, soltasen sus rifles, dejasen sus buques acorazados y sus tanques y se fueran a sus casas en el primer autobús de línea para merendar con sus familias y contarse anécdotas hasta después de cenar. Y que les dieran por donde amargan los pepinos a sus excelencias los grandes magnates de Oriente y Occidente. Pero bien fuerte.