El desprecio del presidente Joe Biden a Pedro Sánchez, escenificado ayer en la cumbre de la OTAN ante las cámaras, en un encuentro frío y lleno de desdén y rechazo, demuestra no sólo la irrelevancia de España en el concierto mundial, sino el rechazo de las democracias mundiales al gobierno socialcomunista que rige los destino de España
El rechazo a Pedro Sánchez y a la misma España, manifestado por Biden y visible en cualquier foro o encuentro internacional, no se debe sólo a los gestos antinorteamericanos protagonizados por los gobiernos de Zapatero y Sánchez, sino, sobre todo, a la orientación antidemocrática y comunista de la política española, distinta en contenido y estilo a la que rige en Estados Unidos, Europa y los países libres del mundo.
En el encuentro forzado y tenso entre Biden y Sánchez, de 29 segundos, en la cumbre de la OTAN, no había sólo irrelevancia, sino desdén, rechazo y hasta algunos trazos auténticos de hostilidad.
De hecho, aunque la propaganda sanchista lo oculte, la España de Pedro Sánchez empieza a parecerse más a la Venezuela de Maduro y al México de López Obrador que al mundo occidental libre. En contra del sentimiento y la voluntad de su pueblo, la España dominada por el sanchismo duda entre la democracia y el autoritarismo de los regímenes caudillistas de izquierda que han hecho furor en América Latina, concretamente en Venezuela, Ecuador, Brasil, Bolivia y otros países de la zona. Con la aparición de Pedro Castillo en el poder político de Perú, la opción autoritaria, caudillista, antiliberal y lejana a la democracia occidental, a sus libertades y derechos, se potencia en el continente americano.
En Estados Unidos lo tienen claro
En Estados Unidos lo tienen claro. España, bajo el socialismo de Zapatero y Sánchez, es un país tentado de abandonar la cultura liberal y democrática del Occidente libre y de ingresar en la sucia cofradía de los países autoritarios, inclinados hacia el comunismo y ajenos al liberalismo y la democracia.
Los españoles no se dan cuenta de ese deslizamiento peligroso de los socialistas hacia la tiranía moderna, porque la propaganda que padecen, con la mayoría de los medios de comunicación comprados por el poder, es fuerte, eficaz y no para de esgrimir la palabra democracia, pero en el resto del mundo libre, incluyendo a Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN, está claro que España ya no es un país aliado fiable.
En el número correspondiente al verano de 1993, la revista Foreign Affairs publicó un artículo de Samuel Phillips Huntington, venerado profesor de Harvard, que defendía la tesis de que América Latina, por su cultura y rasgos de su raza mestiza, quedaría excluida del mundo occidental y se inclinaría hacia posiciones autoritarias como las que hoy florecen en Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros países que se debaten entre las libertades democráticas y liberales y el caudillismo izquierdista con inclinaciones comunistas.
Un país dudoso
España, un país que siempre fue incluido en el bloque liberal y democrático de Occidente, desde que es gobernado por los socialistas a partir de Zapatero y, sobre todo con Sánchez, empieza a ser tratado como país dudoso en los grandes centros de estudios que patrocinan el Pentágono, el Departamento de Estado norteamericano y algunas grandes empresas.
Si se analiza con detalle el pensamiento de los gobiernos populistas de izquierda latinoamericanos que gobiernan o han gobernado países como Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil y otros, se descubre que el rasgo dominante es el rechazo a Occidente, a su cultura, a su liberalismo y a su concepción de la democracia, una realidad que confirma como certera la tesis de Huntington.
Esas mismas críticas, curiosamente, están anidando en la izquierda española, sorprendentemente impulsadas por un PSOE que, bajo Zapatero y Sánchez, ha transitado desde Occidente a las tentaciones autoritarias y tiránicas, muy parecidas a las que florecen en algunos países latinoamericanos.
Decidir, como hizo Chávez, que el enemigo es Occidente, está funcionando en América Latina y empieza a ser una tentación sólida en ámbitos de la izquierda española, muy deteriorados y radicalizados, que anidan no sólo en el Partido Comunista y en Podemos, sino también en un PSOE que está aniquilando a la vieja guardia democrática que representaba el felipismo, que cada día está más cerca del chavismo y que se aleja de las raíces cristianas, humanísticas, liberales y democráticas que conforman el mundo libre occidental.
Algunos peligrosos radicales latinoamericanos están cerca de envolverse con el manto de Atahualpa y de lanzar el grito de guerra contra Occidente que hasta ahora ninguno se ha atrevido a dar. Puede que surja alguien que pida a sus hordas arrojar al mar a quienes que se identifican con los valores de Occidente. Pedro Castillo, a punto de ser designado presidente de Perú, ya lo asomó en su campaña cuando prometió que expulsaría a todos los extranjeros. Solo faltaría que añadiera «a los blancos y a los que sepan leer y escribir» para alcanzar una locura que haría retroceder a los países de habla hispana hacia posiciones peores que las más atrasadas del África negra.
Parece poco probable que el tal Pedro Sánchez, que se siente tentado de ser un bolivariano, sea capaz de cumplir esa valiosa misión histórica en el mundo hispánico
El papel de España en este mundo latinoamericano revuelto y al borde de la perdición debería ser el de aunar las fuerzas liberales y democráticas para que no permitan que América Latina caiga de lleno en la tiranía comunista, pero parece poco probable que el tal Pedro Sánchez, que se siente tentado de ser un bolivariano, sea capaz de cumplir esa valiosa misión histórica en el mundo hispánico.
El desprecio de la primera potencia mundial hacia España no sólo es el reflejo de los errores antinorteamericanos cometidos por los socialistas españoles cuando Zapatero permaneció sentado al pasar la bandera de Estados Unidos en un desfile, o cuando los militares españoles abandonaron sin avisar la guerra de Irak y la escolta de un portaviones de Estados Unidos en Oriente Medio. Detrás del inmenso desprecio de Biden a Sánchez hay también un serio reproche a la ideología sanchista, que se desliza hacia posiciones totalitarias y antidemocráticas, y un reflejo intenso de la hostilidad que los anglosajones sienten ante España, constante y llena de episodios bélicos desde el siglo XVI.
Una estupenda descripción del gobierno que tenemos. En las últimas líneas menciona el autor a los anglosajones. Una cosa que me gusta de ellos es que aman y defienden sus países, aunque tengan sus defectos, recordamos el America first del presidente anterior de Estados Unidos. Pero a una parte considerable de nuestros políticos progresistas no les gusta mencionar la palabra España, defienden más las ideologías e intereses de sus partidos que los de España, a la que están dispuestos a trocear y ceder partes a grupos separatistas, se avergüenzan e incluso reniegan de la historia, del himno y de la bandera de España, llegando a considerar fascistas a los que usan dichos símbolos, postura incomprensible en el mundo anglosajón, lo que en conjunto lleva a los anglosajones a cuestionarse: ¿aman a su país esos políticos? Ante esa pregunta viene otra: ¿Nos podemos fiar de ellos?