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Vista del la pintura de Pedro Sánchez y Carles Puigdemont dándose un beso en el mural del artista urbano TVBoy, en la plaza de las Glòries de Barcelona. / EUROPA PRESS

Opinión, Política

La defunción va a comenzar

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Un servidor pensaba que los partidos políticos de izquierdas y progresistas defendían los estados fuertes y unidos. Los nacionalismos eran cosa de las derechas egoístas y malvadas. El nacionalismo, ese concepto que consiste en hacer del egoísmo su seña de identidad, y de creerse más guapo y más listo que los demás y, por tanto, merecedores de que nadie les quite esa supuesta belleza y de no querer compartirla con nadie. Que los nacionalismos en España se den en Cataluña o el País Vasco no es casualidad. Dos comunidades autónomas que son las más ricas de España junto a la madrileña

A Pedro Sánchez le parece bien condonarle parte de la deuda con el Estado a Cataluña, unos 15.000 millones de euros, casi un 20% del total. A los ricos hay que hacerles estos regalos para que sigan siéndolo, mientras Extremadura sigue con sus trenes que van a pedales. Y, en Canarias, las ayudas por el volcán se siguen esperando con una paciencia que volvería loco a Job. Un presunto partido progresista pagándole la fiesta a unos partidos nacionalistas cuyo objetivo final es destrozar y romper lo que nos une y que hace posible que Cataluña no esté en la bancarrota más absoluta.

Tanto el País Vasco como Cataluña tiene partidos nacionalistas de izquierdas, que, como contradicción, sería bella si se quedara en algo conceptual, artístico, pero, llevado a la realidad, da vergüenza y asco. Creerse merecedor de un trato especial, de pertenecer a una tierra que está por encima del bien y del mal y que, por tanto, se lo merece todo de progresista tiene poco y sí mucho de algo perverso y de una maldad incomparable.

Me sorprende lo callados que están los votantes socialistas, que no les indigne algo que les hace de menos respecto de los ciudadanos catalanes. No puedo entender cómo no se manifiestan por tener que pagarle la fiesta a quienes despilfarran el dinero de comunidades a las que no les sobra la pasta. La mafia se sienta a la mesa y, si no me das lo que es tuyo, me enfadaré y tiraré los platos y los vasos al suelo, como un adolescente rabioso al que se le ha dado todo sin hacer nada.

El virus de la partidocracia

Tenemos unos partidos presuntamente progresistas y que buscan la igualdad de oportunidades, que pretenden seguir gobernando a costa de hacer más pobres a los de siempre y más ricos a los que siempre lo han sido. ¿Qué diferencia hay entonces entre los partidos conservadores y los progresistas? Ninguna.

En este periódico venimos diciendo que no estamos en una democracia, sino en una partidocracia. Y lo que está haciendo el PSOE de Pedro Sánchez así lo demuestra. El poder político está por encima de la ley, de los jueces, de la Constitución, de la igualdad de los ciudadanos y de los territorios.

Pero que no les engañen, la solución no está en el otro lado de la clase política. La derecha española lo que no le parece bien es que estas cosas las haga su enemigo político, pero ellos no abogan por quitarle esos privilegios al gobierno de turno, pues saben que, tarde o temprano, les llegará su momento. Y ellos no van a ser tan imbéciles, después de haber tenido que esperar todo este tiempo, de no disfrutar de los beneficios de gobernar. Ellos también lo utilizarán para sacar nuevas leyes que les interesen y eliminar otras, utilizar todas las armas que les permite ese lugar para gobernar con mano de hierro. Y si necesitan amnistiar a alguien por perpetrarse en el poder también lo harán. Ellos no quieren cambiar las reglas. Quieren que cambie quien tiene el poder, para ejecutarlo de la misma manera autoritaria.

El Partido Popular y el PSOE nos engañan con sus supuestas peleas ideológicas, pero en lo troncal se parecen de la misma manera que dos gotas de agua. No cambiarán ni una sola norma que les quite una pizca de poder una vez hayan engañado al electorado. Son conocedores de una ley electoral injusta, que solo les benefician a ellos y a los partidos nacionalistas. Saben que, de ese problema, solo se benefician ellos y, por tanto, les compensa. Que no valga igual el voto de un aragonés, madrileño o extremeño que el de un catalán o vasco es una vergüenza se mire por donde se mire.

El Partido Socialista se desangra con la amnistía que quiere llevar a cabo Pedro Sánchez a unos delincuentes según nuestro código penal. Hasta los presos deberían indignarse ante este hecho. ¿Por qué no perdonar a un ladrón o a un estafador que está entre rejas y sí a unos políticos que han cometido delitos muy parecidos, si no peores?

Que el poder político pueda hacer y deshacer leyes, perdonar delitos, tomar decisiones que hacen que los ciudadanos vivan manifiestamente peor y no poder hacerles nada evidencia este sistema tan pernicioso y degradante para el pueblo. Han demostrado que pueden estar por encima de la ley sin que les pase nada, ¿qué será lo siguiente?

La defunción de nuestro sistema de derecho, a la vez que del político y de la poca moralidad que le quedaba a nuestro país como sistema unitario, por no decir del Partido Socialista como garante de unos supuestos valores, está a la vuelta de la esquina. Lo hemos permitido entre todos y ahora éstas son las consecuencias. Sigan votando y metiéndose con el vecino, el cuñado o el amigo por defender a su partido político de confianza. Tenemos lo que nos merecemos. Jodámonos.


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