Cuando se cumplen 40 días desde que el volcán de Cumbre Vieja de La Palma empezó a escupir lava, el profesor de Geología de la Universidad de Huelva Francisco Alonso analiza la situación para EL LIBRE en toda su dimensión
Han pasado 40 días desde que comenzó la erupción. Ríos de lava como pocas veces se han visto en la historia de España. Piroclastos, miedo y evacuación. La belleza estética ha dado paso al drama familiar y vecinal. Animales en peligro, álbumes de fotos abrasados y vidas desintegradas. 40 días de rugido magmático. Más de 1.000 edificaciones arrasadas. Infinidad de cultivos y empleos perdidos. Amenaza continua para los aparatos respiratorios. Son 40 días de manifestación impepinable del poder de la naturaleza y los expertos han salido a la palestra para dar explicaciones.
Francisco Alonso Chaves, geólogo y profesor del Área de Geodinámica Interna de la Universidad de Huelva, que fue premiado con el galardón Ingeniero del Año 2019 por el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos (Ciccp) de Andalucía, Ceuta y Melilla por su trabajo en el rescate de Julen Roselló (el niño de 2 años de la barriada malagueña de El Palo que el 13 de enero de 2019 cayó a un pozo de la localidad de Totalán, siendo localizado sin vida 13 días después), da su visión sobre lo que está pasando.
-¿Cómo puede afectar la erupción del volcán de La Palma a los habitantes del Golfo de Cádiz?
-La llegada de la lava hasta el mar implica, efectivamente, una interacción entre la lava y el agua, de tal manera que el enfriamiento de la lava conlleva un cambio de estado y la liberación rápida de una serie de gases que, hasta ese momento, van viajando en el paquete de flujo magmático. Son unos gases que ganan cada vez más altura, pasando de la geosfera hasta la atmósfera. Esto forma una columna, una pluma, de 7.000 metros de altura. ¿Qué llega a esa altura? Las partículas finas y los gases, que se van a redistribuir por las corrientes atmosféricas y, entre otras cosas, puede producir la llegada de esos gases a la Península Ibérica. Ya están condicionando el tráfico aéreo, porque afectan a la visibilidad y al rendimiento del motor por el potencial riesgo que puede haber. El escenario está cambiando fuertemente por su incidencia en la sociedad. Antes el volcán solo afectaba en el ámbito de la isla de La Palma y ahora ha cambiado el escenario.
-¿La complejidad de los movimientos geológicos del interior de la Tierra pueden explicar en parte lo que está pasando en La Palma?
-Es la constatación de una realidad: los procesos geológicos se repiten cuando las circunstancias son proclives para ello. La actividad volcánica en Canarias es una realidad. En nuestro país, es la única zona activa volcánicamente, no así desde el punto de vista sísmico (hay muchas más zonas sísmicas). Pero en las islas hay una situación muy excepcional en el planeta, porque están en una posición intraplaca. Habitualmente, la mayoría de los volcanes del mundo están asociados a límites tectónicos, pero siempre la mayor parte de la actividad volcánica está en esos límites de placas por procesos distintos, ya sea por convergencia de placas o por divergencia. El oso Yogui vive en otro punto caliente, el Parque Nacional de Yellowstone (Wyoming, Montana e Idaho) y, por otra parte, están las islas de Hawai, concretamente Pearl Harbor. En la vertical de esos tres lugares de nuestro planeta hay una serie de procesos que se enraízan en la estructura interna de la Tierra hasta la propia base del manto terrestre. Y, desde esos niveles tan profundos, a 2.900 kilómetros de profundidad, se conoce la existencia de procesos de ascenso de material, que llega prácticamente a la corteza terrestre e incluso producen una serie de anomalías. Además, asociado a esto, hay un desarrollo de cámaras magmáticas en esa vertical. Son unas lavas relativamente básicas con una viscosidad no tan elevada como si fuera silicio. Esto está controlando de por sí la actividad volcánica que está habiendo en La Palma, que pasó de una etapa estromboliana a hawaiana.
-¿Por qué la lava se ha vuelto más fluida?
-Porque a esa cámara magmática, que se va alimentando con el magma que procede de la parte más profunda, está llegando material que, incluso por la temperatura y por la composición, evoluciona a esa tendencia. Sería raro pensar que evolucionase a que la composición fuera más ácida y se volviera una erupción mucho más explosiva. Si fuera el caso, habría que evacuar toda la isla. Pero no es el caso. Ese escenario no está planteado.
-¿Se podría producir un tsunami?
-Potencialmente podría ser, pero ahora mismo no. Porque la erupción solo está en una zona concreta. Si se produjera una inestabilidad importante de las laderas y que un volumen importante de estas laderas se desprendiera y fuese al mar. Eso sí podría producir un tsunami, Pero para imaginar a eso, los terremotos y las erupciones tendrían que estar mucho más distribuidos por la isla. Por contra, la isla se está rajando, está manando magma por una zona casi puntual, de forma fisural.
-¿Cómo de perniciosos son los gases que emanan de la lava que pueden ser transportados por las corrientes atmosféricas?
-El magma es una combinación de materia sólida y gases. Al enfriarse, hay una retracción térmica, una disminución del volumen, y el gas que hay en el interior sale. Esos gases van mezclados con el resto del material fundido. Entonces, la lava contacta con el agua y se produce una importante nube de gas tóxico. Toda esta actividad volcánica ya está en la atmósfera, cuya dinámica permite explicar las vías preferentes que usan los aviones para volar (viento a favor o en contra). Podría ocurrir que, por una corriente atmosférica que venga hacia aquí, caigan partículas en la Península Ibérica, aunque Huelva esté a 1.405 kilómetros de distancia. Igual que para la Tierra hablamos de estratificación, se puede hablar de distintas capas y de estratificación de la atmósfera, lógicamente condicionada por las variaciones térmicas. El volcán de La Palma ya no es solo un problema de Canarias, tiene más trascendencia.
-¿Sigue latente el peligro de lluvia ácida?
-Mientras este proceso esté activo, hay peligro de lluvia ácida, que es algo corrosivo. Nos tenemos que defender de algo que quema, que nos quema la ropa. Las posibilidades de contaminación son evidentes.
-¿Es difícil para usted compaginar la visión de la belleza geológica del volcán con la de las familias refugiadas que atienden a los periodistas con lágrimas en los ojos?
-Cuando se te va por ahí tu vida y tu resguardo, lloro y me emociono. El proceso volcánico es espectacular y llamativo, pero si tengo que poner un balance, lo primero es lo primero. Por ver lo positivo a pesar de la adversidad y a diferencia de erupciones anteriores, nadie ha muerto, se ha podido predecir una erupción. Los médicos dan una fecha aproximada de parto a una embarazada, que puede dar en el clavo o no. Si hacemos lo mismo con la historia del planeta, que tiene 4.600 millones de años, y los geólogos decimos que va a haber una erupción y nos equivocamos en dos días, el error es mucho menor que el del ginecólogo. Los procesos de nuestro planeta hay que entenderlos en el tiempo del propio planeta, pero nosotros solo podemos aspirar a vivir 80 o 100 años, que es un latido del planeta.
-Con la erupción del volcán de Cumbre Vieja, mucha gente ha descubierto la importancia de los geólogos…
-Un geólogo te va a enseñar o plantear que vivimos en un planeta, donde, de él, conocemos su vestido (la superficie terrestre). A veces, con suerte, de ese vestido vemos pequeños cambios en el tiempo que vivimos, incluso erupciones volcánicas o algún terremoto. Ese es el dinamismo del planeta Tierra, que evoluciona lenta e inexorablemente y sin parar, a todos los niveles, en la superficie y por dentro. Por tanto, hay que saber entender que ese es el ritmo de la Tierra. A diferencia de otros países, en España hay sistemas de alerta temprana y han funcionado.
-¿Se valora poco a los geólogos en nuestra sociedad?
-Me decían el otro día en una empresa aseguradora: «Los geólogos tenéis un potencial tremendo para evaluar el riesgo. Ojalá hubiese en nuestra sociedad más especialistas y analistas en riesgo y, en particular, en riesgos naturales y, en particular, en riesgo geológico, que no los hay casi. Menudo campo hay ahí de cara al futuro». La geología es una profesión excepcional. Vivimos en un país en el que la cultura científica ha decaído y se ha devaluado. He visto con tristeza que se borra de los planes de estudios de Secundaria la enseñanza de la Geología. Si renunciamos a que los estudiantes sepan algo (lo mínimo, lo fundamental) de la geología, que es al menos conocer aquellos procesos que interaccionan con nosotros (inundaciones, lluvia, actividad sísmica, volcánica…). Es muy importante poner en valor el papel de los geólogos y nuestra sociedad lo necesita. Hace falta más que nunca, porque estamos en un escenario donde nos creemos con la energía suficiente como para enfrentarnos al planeta Tierra. Un geólogo ya mayor me dijo: «La Geología es la mayor escuela de humildad que existe».
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