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Ricky Rubio en un partido con España. / GETTY IMAGES

Deportes, Opinión

En la mente de Ricky Rubio

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Nadie está a salvo del azote de una enfermedad mental. El trastorno, el brote, puede aparecer en personas con cualquier nivel económico y en cualquier tipo de profesión. Si ese trabajo es de gran responsabilidad, tienes más papeletas, porque el alto nivel de estrés ayuda a que surja el padecimiento. Es el caso de Ricky Rubio, uno de los mejores bases de la historia del baloncesto español y europeo

El base en un equipo de baloncesto es el creador de juego, el organizador. La personalidad de un playmaker condiciona la forma de jugar de sus compañeros. En la historia del deporte de la canasta ha habido bases cerebrales (Juan Antonio Corbalán, John Stockton, Joan Creus…) y otros más osados capaces de generar admiración con un solo pase o con un dribbling. Esta categoría tiene dos nombres de referencia en los diccionarios baloncestísticos: Pete Maravich y Earving Magic Johnson, padres del no-look pass. Luego llegó Jason Chocolate Blanco Williams y subió un peldaño más con el pase de codo, entre otras locuras maravillosas.

Y en esa lista de los José Tomás del basket, no puede faltar Ricard Ricky Rubio, el base de El Masnou (Barcelona) que, ya debutando el 15 de octubre de 2005 con el Joventut, hizo un récord: ser el más joven en jugar en la Liga ACB con 14 años de edad. Sus largos brazos, su rapidez, su movilidad, su capacidad defensiva, su visión de juego y su más que aceptable tiro de media y larga distancia hacían presagiar un futuro repleto de parabienes. De hecho, la primera etapa del camino fue fulgurante: fichaje por el Barcelona más molón de la historia, el que lo ganó casi todo en las temporadas 2009/2010 y 2010/2011, incluida la Euroliga con un Navarro estelar; su aterrizaje en la NBA, concretamente en Minnesota (también jugó en Utah, Phoenix y Cleveland); la plata de Pekín 2008 con aquella jugada en la final en la que mandó a por uvas a una leyenda como Jason Kidd; los dos oros europeos (2009 y 2011)…

Pero llegó el 25 de mayo de 2016, día en el que la persiana se rompió y no dejó pasar la luz. Tona, la madre de Ricky, muere de cáncer tras una dura lucha que se prolongó durante años. Entonces, Rubio comenzó a fallar triples, uno tras otro. Llegó la inseguridad y eso es un problema en un deporte de precisión como es el baloncesto. Scariolo y La Familia (así llaman ellos mismos a la selección española) le arroparon y le convencieron para que fuese a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Allí cumplió defensivamente, pero en ataque estaba negado. Sin embargo, esa estancia con sus amigos -sobre todo, Víctor Claver y Sergio Llull- le sirvió para tener la mente distraída.

La depresión es como una mochila pesada que llevas a la espalda: puedes hacer vida normal, pero con un peso extra que siempre te oprime, te recuerda que no puedes levitar de alegría como antes, que la risa tiene que ser, como mucho, sonrisa y que, aunque en algunos momentos te la quites y la pongas en la silla de al lado, siempre vuelves a por ella. Y otra vez a la espalda a caminar encorvado.

Así debió sentirse Ricky, que mostró una fuerza de voluntad inusitada para salir del pozo y, con la ayuda del junior de oro ya retirado Raül López, encontró la forma de mejorar su mecánica de tiro, se olvidó de las duras críticas que aparecían en redes sociales y en la prensa nacional e internacional y se reinventó, convirtiéndose en el líder de la selección española en el Mundial de 2019, en el que su producción a todos los niveles deja perplejos a sus haters y llena de razón a sus lovers. MVP de un Mundial, algo que sólo leyendas lo han conseguido, desde Pau Gasol hasta Drazen Dalipagic pasando por Serguéi Belov, Drazen Petrovic, Dirk Nowitzki o Kevin Durant. Ahí es nada.

Luego llegó la pandemia, parón deportivo. Y en el verano de 2021, llegan los JJOO de Tokio, donde Ricard vuelve por sus fueros y, en la despedida de los dos Gasol de la selección, realiza una de sus mejores actuaciones individuales, 38 puntos, que suponen una doble cima: la mayor anotación de un jugador ante Estados Unidos en la historia de los Juegos, así como de toda la carrera de Ricky. En ese momento, nadie podía imaginarse que ése iba a ser el último partido de Rubio con España (hasta el momento, puesto que no ha verbalizado si se retira también de la selección).

Una lesión le impidió estar en el milagro deportivo que supuso la consecución del oro en el Eurobasket 2022. Y, por fin, llegó la concentración del pasado verano con La Familia, pero… A los pocos días de estar entrenando, Ricky habló con Scariolo y le dijo que no se veía capaz de liderar a España en el Mundial 2023.

Hizo bien Ricky, un chaval que sólo pudo vivir una pequeña parte de la adolescencia y que, de repente, se vio inmerso en una vorágine de penetraciones a canasta ante bigardos de dos metros que le doblaban la edad. Como tantos otros genios del deporte, la música o el cine, tuvo que crecer muy deprisa, madurar a contragolpe y renunciar a rutinas que ayudan a equilibrar la vida de los jóvenes normales. Pero él amaba el basket por encima de todo y tenía a su familia apoyándole a muerte.

Se apartó de los focos para cuidar de su salud mental y, al hacerlo, rompió otro trozo del telón que se empeña en invisibilizar o menospreciar los trastornos mentales en esta sociedad de la apariencia y el postureo. Los problemas de la cabeza están ahí y, con la pandemia, han ido a más. El 59,3% de los jóvenes españoles de entre 15 y 29 años reconoce padecer problemas de salud mental según datos del IV Barómetro Juvenil 2023. Salud y bienestar realizado por la Fundación Mutua Madrileña y FAD Juventud.

Los datos definitivos de mortalidad en España en 2022 han constatado que ese fue el peor año en relación al suicidio (todavía no han salido los datos de 2023). Se registraron 4.227 suicidios, la cifra más alta de la historia y que, además, confirma una tendencia imparable: respecto a 2021 crece un 5,6%, pero en solo cinco años ha aumentado un 19,4%. En los últimos 40 años, la cifra ha crecido un 128%. Por eso es tan importante que los políticos cojan el toro por los cuernos y hagan de una vez un gran Pacto de Estado por la Salud Mental en el que todas las administraciones empujen en la misma dirección y doten del presupuesto necesario a un programa de prevención, de actuación y de seguimiento de los enfermos mentales en general y de las personas con historial de intentos autolíticos en particular. Menos confrontación barata en los atriles y más remangarse para solucionar este grave problema de la sociedad española.

Con respecto a Ricky, el protagonista de nuestra historia, sólo decirle, si la diosa fortuna hace que este artículo caiga en sus manos, que puede estar más que satisfecho por todo lo que ha hecho dentro del parqué y fuera de él. Dentro, asistencias excelsas, milimétricas, voluptuosas, provocando el ooooh generalizado como un Manolete cualquiera, además de ese tiro en paradiña de su última etapa que tanto recuerda al de Petrovic, el eterno comediante. Fuera, ha sabido canalizar su rabia por la falta temprana de una madre a través de una fundación que ayuda a la investigación contra esa otra gran lacra mundial que es el cáncer.

Los niños tendrán por siempre tus jugadas inspiradoras para poder imitarte, con esa humildad con la que hablas, como si esto no fuera contigo. La Gran Cruz de la Real Orden del Mérito Deportivo que ahora te otorga el Gobierno no te consuela, porque tú querrías -como Pau, como todos- ese cáliz de la eterna juventud del deporte como es el oro olímpico y esa anticitera que es el anillo de la NBA. No pasa nada. Si decides no jugar unos años más en el Barcelona y retirarte definitivamente, todo estará bien, en calma, en paz. Tienes ya tu sitio cerca de las estrellas a la derecha de Pau. Y Tona estaría, está, muy orgullosa, porque no hay nada que pueda enorgullecer más a una madre que comprobar cómo un hijo es capaz de hacer feliz a la gente y de inspirar resiliencia, perseverancia y capacidad de superación.


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Un comentario

  1. Álvaro Hidalgo

    Espectacular este articulo.
    Gracias Paco, por describir esta situación con muchos datos interesantes, y sobre todo, con una sensibilidad excepcional.

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