Una lengua no es nada más, ni nada menos, que un vehículo de comunicación entre las personas, y como toda entidad viva, mantiene un proceso de evolución y desarrollo a lo largo del tiempo
En la península ibérica, tras la dominación romana, el latín se impuso en todo el territorio y tras la caída del Imperio, la cultura visigoda y la invasión árabe, aparece la Reconquista y los diferentes reinos cristianos. Es entonces cuando desde el latín, se van formando las lenguas romances. El castellano, el galaico portugués, el catalán, el navarro-aragonés, y el leonés fueron lenguas romances que proceden del latín.
En el siglo XVI, con la reunificación de España por los Reyes Católicos, el castellano se impone, y la primera gramática que se escribe en Europa es la de la Lengua Castellana de Antonio de Nebrija, que se la dedica a la Reina Isabel, “señora de España y las Islas de Nuestro Mar” en 1492, para que “acompañara al Imperio”, el imperio que comenzaba a crecer.
Pero el castellano, a partir del siglo XVI, continúa evolucionando y en su desarrollo también se alimenta de muchas expresiones y vocablos de otras lenguas, muchas de ellas procedentes de los territorios españoles de ultramar. Es por tanto que, a partir del XVI, el castellano ha ido evolucionando tal y como lo hizo el latín, que dio paso a las lenguas romances, y por consiguiente, hablar hoy de castellano sería denominar a la lengua de Castilla que se hablaba hasta el siglo XVI, o de la variante del español que se emplea en Castilla en la actualidad.
Sin embargo, hete aquí que la política se introduce en el campo de la filología, y de esta manera, cuando se redacta la Constitución Española de 1978, a las minorías lingüísticas les molestaba que se usara el término español, y presionaron para que se omitiera en la Carta Magna y se empleara en su lugar «castellano”, y así se fijó en el artículo 3.1: “El castellano es la lengua española oficial del Estado”, forzando el sintagma “lengua española”.
Durante las negociaciones en 1985 del ingreso de España en la Comunidad Europea, el término que figuraba para nuestro régimen lingüístico era inicialmente “español”, pero finalmente las autoridades españolas (seguramente para estar en consonancia con la Constitución) lo reemplazaron por “castellano”, aunque más tarde el representante permanente de España pidió que, con carácter general, se utilizase la expresión “lengua española” (N. Labrie, París, 1993).
Otra cuestión es que la denominación de “español” no pertenece únicamente a los españoles, sino también al resto de los casi 600 millones de hispanoparlantes esparcidos, además de en Iberoamérica, también por el resto del mundo. Ocho de cada diez hablantes de español no son españoles, y existen 23 academias de la lengua española, incluyendo la de España.
Infortunadamente, la política en nuestro país ha seguido interviniendo en el campo de las lenguas, ignorando que éstas tienen sus propios mecanismos y leyes internas ajenas al voluntarismo político.
Como decíamos al principio, las lenguas son instrumentos de comunicación y entendimiento, pertenecen a quienes las utilizan para relacionarse entre ellos, su misión es tan alta que sirven para transferir conocimientos, ideas, sentimientos, anhelos, confidencias y cualquier necesidad de relación expresa entre el ser humano, aunque desdichadamente, muchos políticos la utilizan como arma para conseguir sus fines.
La última controversia referida al español en España, que el gobierno continúa nominando “castellano”, ha surgido con la llamada Ley Celáa. El Pleno del Congreso aprobó la reforma educativa Lomloe, con la enmienda aprobada por PSOE, Unidas Podemos y ERC, para que la nueva reforma educativa no incluya el castellano como lengua vehicular en la enseñanza.
Hay casi 22 millones de estudiantes de español como lengua extranjera, y es el idioma más estudiado en EEUU
La Ley Celaá elimina la expresión “lengua vehicular” de su texto, pero la ley de educación de Cataluña sí que la incluye. Así, el artículo 11 de la Ley de Educación de Cataluña declara: “El catalán como lengua propia de Cataluña es la lengua normalmente utilizada como lengua vehicular y de aprendizaje del sistema educativo”. Este logro de los partidos independentistas no sólo perjudica a los alumnos de Cataluña que tienen el español como lengua materna, sino al resto, al reducir su capacidad de comunicación fuera de la limitada área del catalán en el contexto del mundo. Sin embargo, esto no es lo que interesa a tales políticos sino utilizar la lengua como instrumento de poder, identificando lengua y nación. Por ello, desprecian la verdadera finalidad de la lengua como vehículo de comunicación, y la utilizan para crear una identidad sin reparar en el valioso beneficio del uso del español como idioma, que, según fuentes del Instituto Cervantes, arroja los siguientes datos: 577 millones de personas hablan español, el 7,6 % de la población mundial, e irá aumentando cada año. Hay casi 22 millones de estudiantes de español como lengua extranjera, y es el idioma más estudiado en EEUU, además de la tercera lengua más utilizada en internet. El español es la segunda lengua materna del mundo por número de hablantes, solo por detrás del chino mandarín y es también reconocida su importancia como trasmisor del conocimiento y uso en el ámbito de la diplomacia.
Pero en parte de España, se priva a sus jóvenes de tan poderosa herramienta. Una lengua tan grande y extraordinaria, tan rica, que ha producido un acervo literario inconmensurable, que goza de un grandioso prestigio internacional, y que se expande imparable por el mundo, en su país de origen no es apreciada como su magnitud requiere.
Amén Mercedes, totalmente de acuerdo contigo.