Vecinos del nordeste madrileño, en colaboración con varias agrupaciones de la Tabarnia más profunda y al amparo del anonimato con el que las redes acogen todo tipo de propuestas e iniciativas, han puesto en marcha la creación de una nueva formación política que han tenido a bien denominar como Partido Heteropatriarcal
La agrupación defiende, atendiendo a la evidente diferenciación biológica, la mayor capacidad del hombre sobre la mujer para todas las actividades de gestión y toma de decisiones tanto en la esfera pública como en la empresarial, relegando la figura de la mujer a las labores de reproducción y crianza de la descendencia de la especie.
Algunas voces críticas han propuesto la inmediata ilegalización de este nuevo partido por atentar contra los derechos básicos de los ciudadanos, en este caso las mujeres, y a estas voces se han sumado un gran número de populares indignados con tales postulados, cartesianamente injustos y antisociales. La ilegalización del partido recién fundado, apoyada por la mayor parte de los partidos de izquierdas y centro, parece inminente.
Buenos días, estimado lector. En primer lugar, permítame tranquilizarle: la fundación del Partido Heteropatriarcal que acabo de narrar es fruto de mi invención (al menos, que yo sepa). Sirve solo para ilustrar cómo la ilegalización de un partido político no es algo tan demonizable como se pretende hacer ver desde ciertos sectores, cuando se habla de ilegalizar, por ejemplo, a los partidos nacionalistas que campan por nuestra Castilla ancha. Y para quienes pretendan argumentar que no se puede comparar nacionalismo y machismo, recordar solo que el nacionalismo ha estado en el origen de las guerras y genocidios más importantes de nuestra era, además de estar basado en la diferencia de los seres humanos y sus derechos por una característica tan absurda o arbitraria como su lugar de nacimiento. Diferencias en ocasiones incluso arengadas, véase sino el caso de Oriol Junqueras o los estudios del genoma vasco, por una supuesta diferenciación genética promotora de una eventual superioridad humana. En resumen: todo nacionalismo es deleznable.
Educación y libertad
En todo caso, no será un servidor, promotor de la educación y la libertad como pilares de una sociedad plena, quien promueva la ilegalización de un partido como solución al problema de los nacionalismos, que efectivamente son un problema. Lo que sí me asombra y donde pongo el acento es en el raquítico punto al que hemos llegado en términos educativos, como para que, en ciertas regiones el nacionalismo, haya calado entre tanta gente. ¿Cuántas guerras más harán falta? ¿Cuántas muertes, asesinatos y genocidios? ¿Cuántos enfrentamientos estériles?
Y, sin embargo, todo tiene sentido. Lo tiene porque todas nuestras alternativas políticas se basan exactamente en lo mismo: la confrontación, la prohibición y la censura del otro, la imposición y, especialmente, el militantismo ciego que sustituye educación por adoctrinamiento. Mandamos a nuestros hijos a colegios modernos donde se fomenta el sentido crítico, cargados con mochilas de 10 kilogramos: si tuviesen el más mínimo sentido crítico, ya le habrían metido fuego a la mochila.
Y cuando no hay ninguna alternativa para los hombres tranquilos, cuando la alternativa a una prohibición es otra prohibición, cuando educar y respetar deja de ser lo principal por miedo a que el de enfrente no entienda lo que cualquiera entiende, o peor, porque al final lo más importante no sean los ciudadanos sino los intereses de unos pocos, cuando todo esto ocurre al final nos encontramos con un contexto muy similar al que debió ser el de la España del 35, donde la única alternativa es la violencia eligiendo a algún bando, dirigido inequívocamente por algún tirano. Esto, o bien huir.
¿Y quién es el cómplice imprescindible? Para que el tirano prospere solo hace falta una cosa: hombres sensatos que permanezcan en silencio. El resto lo hará el ruido y la confusión.
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