anime cielo

Una ilustración de una niña mirando al cielo.

Opinión

Aquella tarde

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Aquella tarde vi la luz. Un rayo me atravesó y pude elevar mi alma a la estratosfera. Desde arriba, todo parece posible y los problemas tienen solución. Azahar y farolillos para tumbar el hastío, la desidia y la traición

Aquella tarde hubo abrazos, quesos y besos. Hubo miradas de reconciliación y se guardaron los sables para otro momento. Los Pershing eran, como diría Teo Cardalda, esa marca de rotulador con la que tú siempre pintas mi corazón.

Aquella tarde me pedí un café y estaba tan caliente como a mí me gusta, tan espeso como a mí me gusta y con tanta espuma como a mí me gusta.

Aquella tarde quise acariciarle la papada a mi madre una vez más y reconciliarme con algún que otro familiar. Realmente hice oposiciones a la bondad y quedé entre los 10 primeros (7º), porque había interinos que partían de salida con más puntos.

Aquella tarde, bajo un cielo azul anaranjado, una pareja de novios se besaba con pasión, una anciana se encontraba con su nieta y sonaban las campanas mientras las golondrinas volvían a su nido.

Aquella tarde, el todo fue más que la suma de las partes, el Principio de Incertidumbre se convirtió en la Verdad como Principio y el gato de Schrödinger resucitó, haciéndose inmortal.

Aquella tarde, los teléfonos móviles explotaron por combustión espontánea y los niños volvieron a la calle.

Aquella tarde, antes de la explosión, todos los mensajes de WhatsApp que mandé fueron respondidos con texto y emoticonos de cariño, de afecto.

Aquella tarde, el público de los estadios aplaudió a los árbitros y un dibujo de un crío que representaba la concordia, con muchas manos juntas, pudo parar una guerra en un remoto lugar.

Aquella tarde, todo el mundo saludaba a todo el mundo y no se escuchó a nadie protestar ni criticar al prójimo.

Aquella tarde sentí el calor en pleno invierno, el roce adecuado en el lugar del cuerpo adecuado, la sonrisa cuando se necesita y la frase alentadora que pensé que nunca llegaría.

Aquella tarde, solo aquella tarde, me imaginé estar en la bonita casa del lago jugando con los niños. Éramos felices y pensé que duraría toda la vida.

Aquella tarde nos alegramos de estar vivos sin echar cuenta al paso del tiempo.

Revivo aquella tarde todos los días, deseando volver al sitio de mi recreo con Antonio Vega, a tu lado con Enrique Urquijo y a tu vera con Rafael de León y Juan Solano.

Porque aquella tarde, un político dijo la verdad, un empresario abrazó a un trabajador y las ideologías brillaban por su ausencia. Los noes y los nanays se convirtieron en síes exclamativos. La educación imperó y el sentido común se impuso como un arco iris perenne, como un latido comunitario de alegría, como un chasquido de dedos que despierta a toda una humanidad.

Aquella tarde podrían ser todas las tardes.


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2 comentarios

  1. Alicia

    «Azahar y farolillos… » En nuestras manos está experimentar las sensaciones que nos lleven a pensar que «Todo es posible…»
    Precioso escrito, ya el título connota buenas vibras 😉

  2. José Carlos

    Mucha sensibilidad en la pluma de un gran tipo.

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