Poner negro sobre blanco. Eso es escribir. Y un servidor lleva mordiendo el folio 101 veces por estos lares. Ciento una manchas negras y blancas que un perro de la letra escrita como soy yo, hace que muerda las palabras hasta destrozarse los caninos. Y es que mi condición es la que hace que acabe con mis dientes. Perro no come carne de perro, pero el que escribe esto que están leyendo se comería sus frases si con ello consiguiera entender el porqué de cada una de ellas
En EL LIBRE me han dado la libertad, valga la redundancia y dándole todo el sentido a mi frase anterior, que en otros sitios no tuve. Uno escribe para dejar claro que está perdido con la vana esperanza de encontrar una brújula en ese batiburrillo de palabras que todas juntas significan cosas, pero que se saben solitarias y heridas. No hay cura como poner la enfermedad por escrito. Lo hacen los médicos con su mala letra y lo hago yo con mi mala orientación. No entender una receta no es tan peligroso como escribir un laberinto.
Tengo que darle gracias a EL LIBRE por permitir los actos crueles y viles de mis 101 dálmatas. Se han comportado con su naturalidad animal, instintiva. La razón hay que dejarla para la prensa deportiva, aunque tenga nombre de periódico al que le gusta jugar más que a estos, aunque sea con la ironía de cómo se hace llamar.
En mi mundo perfecto, la función de los periódicos sería más la de ironizar que la de razonar. Razonar es algo que el humano no busca al leer el periódico. Es necesario un diálogo que es imposible con varios trozos de papel emborronados en tinta. El día que te hable el periódico date por jodido. Oír voces no es malo, pero si piensas que te está hablando Marhuenda mientras lees su editorial, la extirpación de los oídos toma forma de consuelo musical.
Ironizar sobre la realidad
Ironizar sobre la realidad se acerca más a la verdad que presuntamente buscan estos medios. En ese punto medio entre la invención y el humor es donde la razón y la verdad más a gusto se encuentran. Cuando pretenden ser serios, preocúpate, pues seguro que están intentando engañarte. En la ficción de sus páginas es donde se cuentan las verdades, pero como con todo lo que merece la pena, hay que hace un esfuerzo para encontrarlas.
Por eso, en los periódicos, hay que leer a los columnistas y arrancar el resto de las páginas. Si el periódico es digital, la cosa es menos violenta y con no abrir la noticia, o mejor dicho el relato verídico basado en hechos ficticios, la verdad seguirá tranquila y virgen. Los columnistas simplemente dan su opinión. Los mejores son los que no se documentan en demasía. Que, de forma impulsiva y lo más bella y estéticamente posible, te forman una realidad cercana a la de sus pensamientos, siempre más reales que sus hechos.
De lo que no hay duda en este caso es que la realidad de un columnista es la que pone por escrito y, por tanto, lo que más cerca está de la verdad. Y los columnistas, por desgracia para ellos y también para los demás, tienen que convivir con el resto de los humanos. Lo que viven los columnistas, en cierta forma, también lo hacen el resto de mortales y rosáceos. Aunque yo no pincho nunca en una noticia de un niño enfermo que acaba muriendo.
Mis 101 dálmatas no han llevado nunca la correa, retorciendo sus cuellos llenos de metáforas a medio digerir y otras frases intragables. Dicen que el papel todo lo aguanta, pero son las gargantas las que tienen que estar hechas para cualquier tipo de escritura. Textos líquidos, pero a un servidor le gusta el engrudo hermoso. El más bello jardín extirpado de su suelo y mancharme las manos del barro y del fango que esconden debajo. La frase arenosa, que el lector o lectora se sienta como en la playa, es decir, como se le van introduciendo en sus bañadores las distintas piedrecillas que suelta mi escritura. Mi momento favorito del proceso creativo es cuando fantaseo que una mujer hermosa se sacude la parte de abajo del bikini y, entre la arenilla, se encuentra con alguna frase que ascienda de nivel en su tejido textil y quiera guardar junto a su corazón.
No se debe escribir si tienes la conciencia de estar vivo
Escribir a pecho descubierto para que la bala encaje. Darle facilidades a que el corazón se pare. No se debe escribir si tienes la conciencia de estar vivo. La escritura encuentra en la muerte física el motor de su existencia. Uno no puede pensar un texto si es consciente de que lleva el corazón encima.
Mis dálmatas se vaciaron por completo para poder salir al exterior. Vomitaron todos los huesos comidos. Las manchas blancas se oscurecieron y las negras se volvieron lechosas para dejarlo todo igual de enfermo, perfecto para la acción. Así se han escrito los 101 textos que un servidor creó para su lectura. Cada vez más delgado y con picores que solo me quita la escritura. Y es que a perro flaco todo son pulgas.
Los 101 nudos del perro vagabundo
La muerte en medio de la vida
Permanente e imbatible
Busqueda para preservarse
«Animar» de sentido el tiempo
en este mundo
Justificar la existencia
Es solamente un fenómeno publcitario
Perr@ sin am@ sin dam@
para poder ladrar con ganas
Me han gustado mucho tus ladridos
claros, cercanos y libres
Original como siempre
Buen descanso Manuel.
La originalidad es algo que el autor espera que observe el lector, uno no puede verla, pues uno no puede ser original consigo mismo. Uno es un perro que busca un buen amo o ama, querida Lucía, no hay que sacarme a desfogarme o a hacer mis necesidades. Escribir es para mí todas esas cosas.
Perr@s libres!!..
Perrer@s cerradas!!..
No tratar de apoderar/se del «perr@»
La solución produce el mismo efecto que siente un matemático por sus símbolos,
o los poetas por sus frases.
Elegancia en la vehemencia, Manuel.