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fernando pessoa

El escritor portugués Fernando Pessoa.

Cultura, Opinión

O todo o nada

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Lo único que escribo con éxito es mi autobiografía de mi fracaso existencial. Éxito y existencia son dos palabras que comienzan igual, pero que, aunque compartan rama, ésta siempre se resquebraja por la parte real

La lluvia siempre hace leña del árbol caído. La realidad siempre parece algo del pasado, una película en blanco y negro, pero en realidad es grisácea y metalizada, como los Mercedes que se pusieron de moda hace unos años, cuando las cosas que ocurrían se podían conducir sobre un asfalto de sueños prestados por el banco. A uno le gustan las ciudades navegables donde el mar está lejos. Una ciudad que le llueva por todos los lados y que le deje los costados con el hígado saliendo por ambos por sobrehidratación.

Una Lluvia oblicua como el título del libro de Manuel Moya, en el que cuenta los últimos días de Fernando Pessoa. Uno, que es pessoano porque no le quedó otra ni quería que le quedase, sabe que llevar la ropa mojada es un requisito indispensable para no ahogarse entre las palabras que quieres escribir. Hay que saber tirarse a la piscina y que el salpicón de tinta solo dé en los ojos a los cegados por lo que leen lo que no pone en el papel. El verdadero salpicón de marisco se come en tierra y utilizando como cubertería unas manos empapeladas en la liquidez de lo escrito. Papel mojado y absorbente.

Pessoa y su Lisboa son esa belleza gris, agridulce y tragicómica, donde el mayor destello de luz lo ponen las nubes cuando lo abarcan todo. El cielo encapotado brilla más que el rayo solar más fulgurante. Todo se vuelve difuso, dudoso, la realidad se vuelve borrosa a cada frase que lees de Pessoa o en cada paso dado y enterrado con fuerza en la capital portuguesa.

Madrid es cada vez más, para mí, la Lisboa de este autor tan querido para quien esto escribe. Madrid brilla en su dureza de piedra erosionada por el dolor que soporta. Es un diamante dañado y rayado por su cielo. Por debajo de este, el suelo está lleno de Pessoas, personas solitarias que pasan inadvertidas por mucho que su interior vocifere como los cerdos en la matanza. Pessoa intentó triunfar en la literatura, pero en vida solo pudo publicar un libro. Pronto entendió que era mejor asumirlo y fracasar de manera definitiva trabajando en algo que le era indiferente. La obligación siempre gana a la devoción. Soñar con la irrealidad solo trae malos despertares. Las pesadillas comienzan cuando abres los ojos por la mañana y sabes que queda todo el día por delante hasta que puedas volver a cerrarlos. Pessoa era demasiado sentimental y su talento literario se forjó en una parte en ella y, en otra, en explotar ese talento escribiendo casi todo el tiempo que le quitaba su empleo alimenticio.

Seres invisibles que no llevan sombrero

Madrid contiene millones de Pessoas, seres invisibles que no llevan sombrero, porque no pueden parar de tirarse de los pelos por la vida insignificante que llevan. Casi nadie hace lo que quiere ni lo que le gusta ni mucho menos lo que mejor se le da. Ese tipo de éxito está destinado a los insensibles y mediocres. La sentimentalidad de darte cuenta de que no llevas la vida que quieres te apaga y te paraliza hasta convertirte en un coche roto en un desguace. Solo sirven las piezas que, de manera autómata, nos saben reutilizar los diferentes tipos de negreros que en esta sociedad hay. A los y las que frustran las ilusiones basadas en algo tangible y sólido solo puedo desearos un sufrimiento similar al que proporcionáis con vuestras decisiones desde el púlpito del saberse poderosos, pero no justos ni preparados para tomarlas.

La mediocridad está en no intentar hacer las cosas que sabes que haces bien, aunque todavía nadie las haya validado como se merecen

Madrid y el resto de ciudades lisboetas que llenan este mundo están llenas de personas talentosas en lo que les gustaría hacer, y que por eso trabajan, estudian e intentan mejorar cada día más en esa faceta, pero la realidad imperante te pega un puñetazo que te noquea cada día y del que te recuperas al día siguiente asumiendo estar en el mismo sitio que ayer, y que antes de ayer, y así todos los días. A un servidor le gustaría saber lo que es tener éxito o validación en lo que realmente le gusta y me hace sentirme útil. En definitiva, convertirme en un insensible o mediocre, y saber en cuál de los dos grupos estoy. Que llegue un verdadero hijo de puta a llamarme insensible por no haberme preocupado en lo que a él le interesaba de mí, para el beneficio suyo. Presuntos amigos de cercanía variable y espero que de lejanía constante. La mediocridad está en no intentar hacer las cosas que sabes que haces bien, aunque todavía nadie las haya validado como se merecen. La frustración es natural, pero solo una fase más para conseguir lo que quieres. No parar de intentarlo y, aunque sigas sin conseguirlo, ver que cada vez fracasas mejor.

Pessoa asumió, con su postura, que luchar contra los elementos, ya sean atmosféricos o de dos patas y con una cabeza con forma de haber sido pisoteada por la razón, era gastar muchas fuerzas y llevar la decepción a un lugar peligroso. Él siguió escribiendo en la soledad de su pequeño apartamento lleno de papeles escritos por todas partes. Fumó y bebió mucho y folló, que se sepa, bastante poco. Los vicios que te matan duelen menos que los placeres casi desconocidos. Tuvo un amor de una nubosidad variable, pero esta lluvia sí que marchitaba lo que le rodeaba. Solo la muerte le trajo el éxito literario que humildemente creía merecer.

Por desgracia, les pasa lo mismo a los Pessoas de Madrid y del resto del mundo. Morir se convierte en dejar la frustración siempre soleada y expuesta y el éxito es que no tendrán que seguir haciendo ni lo que les obligan ni lo que no les gusta. El descanso eterno. Yo recomiendo ir practicándolo en vida. O todo o nada.


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Un comentario

  1. Lucía Ramos

    Pessoa, el poeta metafísico más vivo entre los muertos.
    Aquél que busca en la noche con la fuerza
    del conquistador.
    Sus diarios, su vida, su vértigo moral, nos
    lleva a la conquista del ser. La vida para no
    estar muerto. De principio a fín y de los pies
    a la cabeza trás sus periodos de desorden
    fecundo que siempre le conducen al golpe y
    al umbral , es su arte para conocerse.
    Su fé,es la sinceridad del hombre sentidamente integrado a los principios esenciales del liberalismo, al individualismo fratenal.
    (Gracias por recordarme a Pessoa, me ayuda
    mucho en mi continualidad diaria).

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