Adviento es expectación ante la llegada de Jesús, luz del mundo. Es preparación interior, y a eso ayuda el silencio… que es mansedumbre de no reaccionar ante las ofensas; es dejar en manos de Dios la defensa del honor propio; es misericordia de pensar que tal persona que vemos agresiva ha sufrido agresiones y por eso se comporta así; es perdonar de corazón; es paciencia ante las dificultades procurando aprovecharlas como oportunidades; es la humildad de los pastores y la adoración de los magos que, siguiendo la estrella, encuentran la luz verdadera
Todo esto está expresado en el primer cántico navideño de la historia, el sonido interior de la Navidad, que no proviene de coros humanos sino angelicales. Son los «evangelistas» de la Nochebuena: «Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres…«. Somos objeto de un amor divino y esto nos llena de seguridad.
Es un cántico que nos trae la paz, shalom: nos habla de un mundo en el que reinen la confianza y la hermandad, en el que no haya temor ni carencias ni insidias ni mendacidad. En la tierra paz: objetivo de la Navidad no conseguido en el mundo que sigue con guerras, con inquietudes insatisfechas, con ansiedades. Y es que la paz va unida a la glorificación de Dios.
Jesús nos trae la luz que brilla en las tinieblas. El 25 de diciembre en el calendario judío es la fiesta de la banukkah, la fiesta de las luces, y era una representación del nuevo comienzo de la creación, del esperado tiempo de la libertad. Se esperaba el nacimiento del niño-Mesías para ese día y que enseñara cómo se puede dar correctamente gloria a Dios, que diera inicio al nuevo tiempo de la libertad.
Ya en tiempos de Jesús se celebraba esa fiesta como la fiesta de las luces, según la frase del profeta: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz» (Is 9,1). Y este es el significado simbólico del nacimiento de Jesús justamente en la noche de las luces.
A la pregunta ¿cómo podemos glorificar a Dios? Tenemos una respuesta de la tradición: «La gloria de Dios es que viva el hombre» (S. Ireneo). Dios está presente en la persona y el respeto a la dignidad de la persona va unido al culto auténtico a Dios, ambos se retroalimentan y, si no, es que no es más que fariseísmo o por lo menos no es auténtico.
Navidad es también tiempo de regalos. La Iglesia oriental canta: «¿Qué hemos de ofrecerte, oh Cristo, que por nosotros has nacido hombre en esta tierra? Cada una de las criaturas, obra tuya, te trae en realidad el testimonio de su gratitud: los ángeles, su amor; el cielo, la estrella; los sabios, sus dones; los pastores, su asombro; la tierra, la gruta; el desierto, el pesebre. Pero nosotros, los hombres, te traemos una Madre Virgen».
En la sencillez de Navidad, de la entrega sincera de sí, donde lo que vale es el corazón y no el dinero o la vanagloria del poder humano. Y seremos juzgados en ese amor: en el alimento y vestidos que damos a los pobres, la compasión y amor compartidos, la palabra de consuelo y la compañía para los perseguidos, los encarcelados, los abandonados y los perdidos.
Me ha gustado muchísimo este artículo, por su profundidad y sencillez en la exposición del significado de la Navidad.
Muchas gracias, Mª Reyes!!