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papeles secretos

Un cajón repleto de papeles reservados.

Opinión, Política

Los papeles secretos de todos estos señores bajitos

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Los papeles. Los papeles. El sello. La firma y los nombres. Ah, ¡los secretos de Hispania! ¡Ah, el ‘cloaquismo’ que se inició cual ley de trapacería en aquellos tiempos antiguos y tan actuales del franquismo!

Un secreto es un ruido oscuro a voces en donde el silencio acostumbra a intentar fingir verdades que caben en los puños con guantes de cualquier boxeador.

Decía Quevedo aquello: «Unos hombres que piden prestado a imitación del día que pasó para no volver, discípulos de las arañas en cazar las moscas, se estaban en la cama al anochecer, por tener las carnes a letra vista. Habían gastado entre todos en oblea y tinta y papel, ocho reales que habían juntado a escote y todo lo consumieron en billetes, bacinicas de demanda, con nota rematada y cláusulas de extrema necesidad por ser negocio de honra en que les iba la vida, con el fiador de que se volviera con toda brevedad, que sería echarles una ese y un clavo. Y, por si faltaba el dinero, remataban con la plegaria, que es las mil y quinientas de la bibria, diciendo que si no se hallasen con algún constante, se sirviesen de enviar una prenda, que los buscarían sobre ella y se guardaría como los ojos de la cara, con su contera de que perdone el atrevimiento y que no se avergonzaran con otra persona».

Y es que, en este país de conejos, siempre se acostumbra a rociar la estafeta en todo lugar, bien sea lo sucedido en los Sanfermines de 1978, bien en las torturas de la Brigada Político-Social; bien en el 23-F de un 1981 en donde nunca estuvieron todos los que estaban, pero la ciudadanía calva y machadiana seguimos esperándoles; bien en aquella famosa X sevillí de los GAL; bien en… ¡Oxtre Cristo! Que nos queda toda la verdad y nada más que la verdad por jurar ante la Biblia.

Un tufo compartido

Existe esta enfermedad pandémica cuyo covid-19 afecta a todos los servicios secretos de los Estados, que no hacen uso de vacuna, en si no, de un tufo compartido que dura y se extiende y hiede cual mierdecilla que es morcilla y nocilla, aunque se baraje entre la internacionalizada peste. Albert Camus ya lo escribió.

¡Por la Virgen de la Ensaimada!, grito yo, que la Hora de Todos o la Fortuna con Sesos debe butronear las cámaras acorazadas de los sotanillos del Tribunal Supremo, que es donde ahora se hallan esos papeles con firmas y nombres, folios que ocultan la miseria de una España que vuelve a amanecer, que no es poco.

¿Durará la fama de la Preciosa mientras los siglos duren? ¿Nos hemos de olvidar de esta mesonera que es la justicia por que continúe guareciendo en sus cuevas todos los hurtos de Juan Carlos, el gitano? ¿Acaso la viejita que hizo de costurera en aquellos tiempos de la Santa Transición -presuntamente constitucional- debe morir mañana enterrándola con su vestido negro sin amor eterno o sin resucitar clemencia?

Y es que, como canta Coque Malla, «no hay manera«. Si bien Sinatra lo dijo al revés: «A mi manera».

Es necesario que torne el estilo para ser una mujer elegante. Pero esta confusión tan espantosa… Que en diciendo esto, uno cree que se ha de desclasificar el papeleo por que la falsa libertad vuelva a la cárcel.

«Aplicad vosotros este chiste, pues como gatazos, en lugar de limpiar la república, cazáis y coméis los ladrones ratoncillos que cortan una bolsa, agarran un pañizuelo, quitan una capa y corren un sombrero y juntamente os engullís un reino, robáis las haciendas y asoláis las familias. ¡Infames! Ratones quiero y no gatos». Esto escribió el que murió en Villanueva de los Infantes.

Y con esto doy por terminadas éstas mis tocadas de gorgorita repitiendo el aforismo: un secreto es un ruido oscuro a voces en donde el silencio acostumbra a intentar fingir verdades que caben en los puños con guantes de cualquier boxeador.


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