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Recurso Coronavirus 02

Una avenida sin coches debido al estado de alarma.

Opinión

La oportunidad

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Quiso el caprichoso destino que mi generación, la generación que nació en democracia o en sus aledaños, saborease el paso de sus días en una relativa comodidad, fruto de la ausencia de grandes eventos que marcasen el rumbo de nuestros destinos o cercenasen las esperanzas que cada uno íbamos cultivando a nuestra manera

Unos se aplicaban en los estudios para el día de mañana tener una colocación que le asegurase un confort aburguesado. Otros trabajaban en oficios más o menos especializados para reunir ese dinero que les permitiera cumplir tal sueño o cual proyecto de vida. En fin, cada hormiguita con su grano a cuestas, cada abeja cuidando su miel.

Oíamos a nuestros abuelos hablarnos de la guerra y a nuestros padres de la posguerra, las hambrunas, la relativa cotidianeidad con que las familias perdían alguno de sus muchos hijos fruto de la primera escusa que la miseria encontrase a mano.

Nos interesaban estos relatos y nos intentábamos colocar en tales escenarios para sentir el horror, la tristeza, la rabia y la impotencia de aquellos a quienes les tocó vivirlos. Pero ese ejercicio de empatía era un salto en una cama elástica: mal aparecía el menor signo de vértigo, la red de nuestra confortable vida nos acogía suavemente haciéndonos sonreír y nos lanzaba de nuevo al aire, seguros y serenos.

Aquí, ahora, estamos asistiendo impasibles a la pérdida de miles de vidas y ya está bien: yo no me trago que un país como España no pueda hacer más de lo que está haciendo y que no haya sido posible hacerlo antes

Nos preguntábamos cómo sería vivir una situación de aquellas, de las que dejan marca en la historia, de las que se hablaría años y años después, de las que los siglos difuminan, moldean, definen en diferentes perspectivas, pero no borran. Qué bueno sería –nos traiciona el ego– tener la oportunidad de ser un Schindler, un pianista, uno de esos tantos personajes de los que la posteridad habla contando cómo luchó a su manera ante la adversidad de las circunstancias y la sinrazón reinante. La sinrazón reinante es habitualmente denominador común. Como se suele decir, ten cuidado con lo que deseas. Ese momento ya está aquí.

Si bien la crisis de 2008 nos dio un buen collejón, que a algunos les pilló la cara y la oreja y les dejó el oído pitando varios años después, ahora la cosa es diferente. Hay muertos de por medio. Muchos. Y la inoperancia de las autoridades, entiéndase, el gobierno con su oposición y toda la corte de gentes con buenas pagas, pruebas epidemiológicas y mascarillas en casa para todos los suyos, se hace evidente a cualquier hijo de vecino.

Nadie entiende gran cosa, aunque muchos se esfuercen. Uno, o se lo traga, o no pasa. Lo primero que no se entiende es que, con tanto por decir, los discursos de los mandamases se alarguen hasta lo somnoliento engordados de palabras vacías, gestos copiados de películas americanas o de Goyo Jiménez, yo qué sé, y que lo poco que se pueda sacar de tanto palabreado sea o absurdo o grotesco. Una desgracia. Y la lista continuaría y continuaría como hoja de rollo de papel higiénico en boca de cachorro labrador.

Siempre me gustaron las pelis de superhéroes por la misma razón que a cualquiera que le gusten: simbolizan una lucha de valores con su cierta dosis de romanticismo maquillado. Cuando vi la penúltima entrega de los Vengadores, Infinity War, no pude dejar de pensar que el final tenía una doble lectura, aplicable a nuestra realidad cotidiana e insostenible. No haré spoiler, no hace falta.

Thanos, a punto de realizar el temido chasquido en ‘Vengadores Endgame’.

Pero los mimetismos a día de hoy son evidentes. Sin entrar en diatribas de si Thanos podría representar a tal país y el resto de héroes a otros tantos países del G-20, en un momento determinado a alguien le interesa, en pro de un bien ulterior, que mucha gente simplemente desaparezca.

Aquí, ahora, estamos asistiendo impasibles a la pérdida de miles de vidas y ya está bien: yo no me trago que un país como España no pueda hacer más de lo que está haciendo y que no haya sido posible hacerlo antes. Sobrando como nos sobra tiempo para pensar, a tenor de la actitud de la clase política, da la impresión de que no solo no les importa la pérdida de tantas vidas, sino que parece que actúan promoviendo que esto ocurra.

Está claro que es una buena forma de resolver el problema de las pensiones y rejuvenecer la pirámide de la población. La cuestión es que el pueblo no quiere vivir en ese lugar. ¿Quién podría querer? Este es el callejón sin salida al que nos llevan todos y cada uno de los gobiernos posibles que tenemos: habrá que encontrar la forma de deshacerse de las personas mayores no productivas porque si no el déficit no cuadra, el sistema no es sostenible.

Lo cómodo es creerse el cuento

Nos lo explicaron, intentaron convencernos de que el sistema de pensiones estaba en quiebra, pero no lo consiguieron, de forma que ahora intentarán convencernos de que lo que está pasando era inevitable, que nadie es responsable de la aparición de un virus, que hay que ser fuerte y que la vida sigue… Y lo cómodo será creérselo, pero el caso es que no es verdad. Si esta es la única alternativa del sistema, entonces hay que cargarse al sistema porque, si no, acabará él con nosotros y con los nuestros.

Se multiplican las cosas que se podían haber hecho mejor, y son cada vez menos las que se podían haber hecho peor. Y las críticas que se oyen desde la oposición dejan claro que ellos tampoco lo habrían hecho muy diferente, si cabe, incluso peor, mentirían aún más. Dirían que el virus lo puso ETA.

La UME desinfecta una residencia de ancianos en Andalucía.

Sabemos que en estos días de confinamiento se cultiva cierta propensión a la fuga de ideas y la divagación. Es inevitable. Sabemos que nuestro gobierno ni dice todo lo que sabe ni probablemente sepa todo lo que dice. Sabemos que además existen manos oscuras que mecen los intereses de los países occidentales a golpe de talonario. Grandes corporaciones, lobbies, asociaciones empresariales, para no mentar el entramado masónico y tantas otras agrupaciones que podrán ser cualquier cosa menos filántropas.

Aún así, pensar que este es un caos muy bien orquestado y que hay intereses ocultos a quienes esta situación le viene de perlas, que se está dejando al virus campar y hacer su tarea, no solo en España, pero también… En definitiva, pensar que estas miles de muertes se podían haber evitado con un poco de buena voluntad, tal como las que están por venir, y que esta situación haya podido ser buscada por sabe Dios qué cúpula de poder en la sombra, eso ya sería ir demasiado lejos. ¿O no?


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