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El Anfiteatro del Conjunto Arqueológico de Itálica (Santiponce).

Historia, Opinión, Política

La caída de los Spata en Andalucía

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En la edad más oscura de Europa, cuando Rómulo Augústulo fue depuesto por el hérulo Odoacro y las insignias imperiales fueron enviadas a Constantinopla, cuando ya no había ejércitos de Roma ni fronteras que defender, cuando se abría una nueva página en la historia, cuentan las viejas leyendas y las más antiguas crónicas de las que tenemos noticia, que un hispano romano nacido en la Spalis de la bética intentó dar estabilidad a la región y gobernar en nombre de esa nueva turba bárbara que había acabado con las legiones y con el imperio de occidente, dando forma a los nuevos mapas donde cambiaban hasta los nombres. El nuevo orden traía nuevas formas de gobierno

Así, las pocas fuentes que existen hablan y citan a un hispano de apellido Spata como el que ejerció el poder en la bética, siendo, además, un católico ferviente. Algunos de sus antepasados más lejanos fueron de la orden ecuestre y otros, más tarde, ocuparon cargos por derecho en el Senado de Roma. Sus posesiones se extendían por la Vega desde el final de muralla junto al río Guadalquivir hasta sobrepasar las huertas y el puerto de la antigua y noble ciudad de Itálica, cuna de emperadores. La propaganda familiar vendía que estaba emparentado con Adriano, aunque de forma lejana y a través de su madre. Y, sobre todo, que gracias a ellos existieron leyes desde Diocleciano que protegían la economía y el déficit público.

Quería heredar el antiguo oficio del poder territorial buscando el favor de los nuevos señores que iban y venían en sus propias luchas internas. Aunque estos eran minoría, detentaban las armas y el derecho de conquista y no buscaban una ruptura con el régimen de la antigüedad tardía del que se consideraban hasta sucesores. Pero también, por otro lado, Spata era heredero de una gestión impropia de su familia en la bética. Durante 40 años venían ejerciendo un poder absoluto mientras se desmoronaba el mundo a su alrededor. Habían gobernado sin oposición tras el vacío de poder que trajo la caída del Imperio. Habían practicado el nepotismo y la corrupción más absoluta en todas sus formas, nadie debía estar por encima de ellos, nadie con poder por debajo de ellos.

Nuevos amos con hambre de tierras

La política que practicaban era una dictadura férrea, apoyada por los nuevos amos que venían con hambre de tierras, de títulos, de propiedades y de nombres. En aquella edad oscura estaba prohibida la mezcla de sangre y decretaron que estaba prohibido casarse con los hispanos, fuera él o fuera ella. Estaba prohibida la mezcla de sangre entre las naciones que componían ahora el pueblo de Spania. Aquellos bárbaros no querían la integración local, querían ser la casta guerrera dominante, reivindicaban su cultura propia y hasta se diferenciaban en la religión. No en vano, los herederos corruptos del hereje obispo Arrio habían vivido y predicado entre ellos e imponían su fe por la fuerza si era necesario.

Tras el asentamiento del nuevo poder, los hispanos romanos se dedicaron a proteger sus intereses y sus posesiones, muchas de ellas eran objetos de deseo de los nuevos amos del norte. Y, en especial, de apoderarse del tesoro de la región tras los impuestos y los tributos anuales. Se hicieron contadores en nombre del nuevo poder y, desde entonces, hubo algunas mejoras en la vida civil. Se trajo la paz social, se limpiaron los caminos de bandidos y salteadores, se restauraron acueductos, se mantuvieron y arreglaron las antiguas vías romanas, se reconstruyeron las murallas, resurgió el comercio de esclavos y se avivaron los mercados en todas las urbes. Mientras más productos se movieran por la región, más impuestos se pagaban.

Las viejas políticas corruptas también volvieron. Esta vez con más fuerza y más vigor. Ahora los bárbaros entraban en el saqueo. Eran insaciables. Exigían tierras, posesiones y oro. La familia de los Spata entró en el carro de todo aquello, heredando las formas de sus antepasados. Crearon una estructura paralela de la administración que solo ellos controlaban. En ella metieron a los que les rendían homenaje y a todos aquellos que les juraban lealtad y les rendían pleitesía, reinstaurando así la forma más antigua de mantenerse en el poder que inventaron los propios hispanos antes de la llegada de las legiones de Roma. Restauraron el antiguo clientelismo en toda la región. Les eran fieles a ellos, no a los nuevos amos.

Dos contabilidades

Incluso consiguieron introducir medidas de protección a su obra en los nuevos códigos legales que firmaron, en su nombre, los nuevos reyes bárbaros. Mantuvieron un trasiego constante de oro y de plata en el tesoro, en el nombre del dux, el nuevo señor, de la región. Como contadores que eran mantenían dos contabilidades, una para ellos y su beneficio, que era la real, y otra distinta para los nuevos señores, que era totalmente ficticia.

La sangría tenía una explicación. Comprar voluntades para mantenerse en el poder. Cuando había problemas en una zona, en una urbe o en una comarca, acudían sus enviados con oro para comprar los problemas. Habían aprendido que, regando de oro a la gente, desaparecían las tensiones sociales y las manifestaciones contra su gobierno. Pero el sistema se extendió tanto que llegó un punto que había más gente en nómina del tesoro que capacidad tenía este de soportar la deuda que generaba, pues habían buscado cauces no legales para realizar esos pagos sin control de la intervención real.

Poco a poco, el cerco a los Spata se fue estrechando. Poco a poco, se iban quedando cada vez más solos en aquella tela de araña de comisiones y de pagos ilegales

El mayordomo real fue advertido de tamaño gasto con el único objetivo de mantenerse en el poder, al precio que fuera, pero siempre pagando de lo que le correspondía, por derecho, a los nuevos señores. Ya tras la pista del dinero, puso controles para que los Spata no se imaginaran nada y tuvo información de la sangría que poco a poco iba sufriendo la hacienda real. Así que usó un método que no falla desde aquellas famosas 30 monedas de plata. El oro es poderosa arma entre el pueblo, abre muchas puertas y también abre muchas bocas, con lo que muchos de los que habían colaborado en crear esa estructura de pagos para comprar la paz social hablaron, contaron y aportaron pruebas de lo que hacían con el tesoro que pertenecía no al rey, sino al conjunto del reino y del pueblo que era hijo de de la fe de Arrio.

Poco a poco, el cerco a los Spata se fue estrechando. Poco a poco, se iban quedando cada vez más solos en aquella tela de araña de comisiones y de pagos ilegales. Hasta llegar a un punto en el que los que cobraban de forma espuria hablaron de sus cobros, hasta de quién les pagaba y cómo les pagaban. El gran juez del reino instituyó el gran tribunal donde juzgar esa salida ilegal de dinero con el único objeto de mantenerse en el poder. La guardia real detuvo a toda la familia Spata y a sus más íntimos consejeros. La trama había corrompido todos los cimientos sociales del antiguo régimen. Fueron juzgados y condenados. A los nobles hispanos les recortaron sus derechos, los desposeyeron de sus bienes, algunos fueron tonsurados y obligados a entrar en la Iglesia y otros fueron expulsados del reino bajo pena de muerte de volver. No hubo piedad y la sentencia quedó inscrita en los anales reales, aunque las fuentes solo recuerden fragmentos, se conserva el hecho de que los Spata jamás volvieron a tener poder en la Bética.


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3 comentarios

  1. Antonio Higueras

    ¡Pues a mí que me suena a historia reciente!

    • Salvador

      La sangría tenía una explicación. Comprar voluntades para mantener el poder.

      Magnífica clase de Historia, enhorabuena.
      Un saludo.

  2. Lucía Ramos

    ¡Muchacho!…decimos en Canarias,
    por un momento me quedé de piedra,
    como un Guanche de Candelaria.
    Y yo pregunto ¿Quedan muchos Spatas de
    esos por acá? ; No se les ocurra guardar ningún cachorro.

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