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en casa a los cuarenta

Un hijo, ya maduro, que no quiere irse de casa de sus padres.

Educación, Opinión

Hijos que no abandonan el hogar paterno: ¿problema actual?

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Para entenderlo bien, separemos las dos palabras del título. Se trata de un sustantivo y un adjetivo. Por lo tanto, el fondo significativo de ambas es bien distinto

Problema: «Conjunto de hechos o circunstancias que dificultan la consecución de algún fin» (hay más definiciones, con pequeña variación). Sugiere la necesidad de algún plan para hallar la solución.

Actual: «En el presente o que existe o sucede ahora». Condición solo temporal.

Sentado esto, iremos descubriendo que el hecho que nos ocupa no es solo de ahora, dado que los motivos que lo producen son de diversa índole, y no todos exclusivos de esta época. Hace bastantes, muchos años, que en nuestras latitudes, comentábamos con cierto asombro que en países nórdicos de nuestra Europa, o en los de otros continentes y culturas, los jóvenes se emancipaban alrededor -o antes- de los 18 años. Recuerdo que el dato rechinaba un poco en nuestra sociedad y mente conservadoras. Pero ha pasado el tiempo y el joven de hoy, dadas las circunstancias, se plantea: ¿tengo ya un proyecto para mi vida o sigo en casa con mis padres? Un alto porcentaje adopta la segunda opción.

Para situarnos algo más ahora, las estadísticas nos dicen estos datos: edad media de emancipación de los hijos en Europa: 26´3 años. En España, 30 años o más (media 29´8). Y se opina como edad más normal -casi aconsejable- hacia los 20 o 22 años. Una de las principales causas que les llevan a la segunda opción es el desempleo juvenil, aunque también, bastantes de los que han logrado un trabajo ven que el poco dinero que ganan no alcanza a cubrir los gastos que supone el vivir fuera.

La influencia de la digitalización

Además, es de tener en cuenta que la forma o posibilidad de integrarse en la sociedad cambia a un ritmo superacelerado marcado por las nuevas tecnologías y el nuevo enfoque que está transformando la estabilidad laboral, o mejor decir, por los enormes cambios estructurales de la organización de trabajo y empresas. Todo lo cual hace comprensible que la situación sobrevenida haya creado a muchos padres un grave problema, cuya solución dependerá, por una parte, de las causas que lo originaron, y por otra, del modelo o estilo educativo familiar con que se ha ido estructurando ese hogar, ya que eso habrá marcado el desarrollo de la personalidad de los hijos (importante factor, ya tratado en artículos anteriores).

Cuestión a tener en cuenta: que la situación problemática ha llegado a unos padres que lo normal es que anden rondando ya los 60 años, cara a la jubilación, con perspectivas de proximidad de una época de cierto descanso con descarga de preocupaciones y sacrificios por el bien de sus hijos… ¡al contrario de lo esperado, los sacrificios no cesan, sino que aumentan!

Si la causa es no tener aún trabajo, los padres serán compresivos y la convivencia agradable, dado que su hijo había venido demostrando que, desde algún tiempo atrás, ya tenía planes o ideas de elección de su futura actividad laboral y que, pese a la dificultad, se sobreponía a seguir preparándose, porque, para aspirar a un puesto, lo conseguirá quien pueda demostrar con su actitud y currículo que está preparado para ejercerlo.

Para este tipo de hijos, la dificultad actúa como un estímulo más en su preparación. Se da el caso de que algunos de ellos, mientras esperan alcanzar una colocación, se prestan a realizar alguna actividad o algún tipo de voluntariado, lo que les hace recargar las pilas mientras se preparan. Sabrán adaptarse, la tomarán como un nuevo reto. Las empresas siempre están necesitando buenos profesionales; la experiencia nos enseña que, quien vale, acaba abriéndose camino.

Dos variantes de la misma situación

Aquí vamos a situar, o mejor dicho, serán sus padres y madres los que sitúen a los jóvenes hijos que, teniendo edad de independizarse, continúan sin marchar de casa. Esta situación embarazosa, anormal, llega a darse provocada por la actitud de los padres o por la de los hijos.

Primer caso: padres que no han sabido o no han querido -por egoísmo de vivir su vida- educar a sus hijos dentro de un estilo educativo familiar coherente con el deber y natural obligación de prepararlos para la vida. Si pensaron que su forma de hacer familia es lograr que toda actividad de la casa funcione bajo su férreo control, con estrictas normas, con el timón siempre en sus manos, cometieron el mayor error de su vida, porque el estilo educativo autoritario, al no dar a sus hijos razones para su desenvolvimiento (tú obedeces y basta o es así porque lo digo yo), va creando en ellos una personalidad de baja autoestima, inseguridad, falta de orientación y criterio, escasa fuerza de voluntad, falta de autonomía (no sabrán actuar porque no se les ha enseñado a pensar), excesiva dependencia de los demás… ¡Está claro, unos jóvenes así no abandonarán jamás la casa (nido)! No encontrarán la forma de resolver solos las necesidades de una vida normal.

Segundo caso: padres que pensaron que, para hacer familia, no es necesario ser controladores. Su error estuvo en optar por la permisividad. La familia permisiva no tiene reglas, no propone ni tan siquiera la autoridad de padre/madre, no muestra ningún procedimiento (a mí qué me dices, no voy a dirigir tu vida, tú decides…). Son padres incapaces de decir un no a tiempo a sus hijos.

Cuando aflore en los jóvenes algún problema de fracaso escolar o personal o de inicio de hábitos no deseables –alcohol, tabaco, droga– , hemos de pensar en los fallos de sus progenitores: discrepancias entre el padre y la madre expuestas ante los hijos; padres que hablan poco o nada con sus hijos, que no les ofrecen disponibilidad para que les hagan confidencias; que no les preparan -ni se las comentan- para las contrariedades o frustraciones que la vida les puede presentar.

Al no haberles educado una personalidad equilibrada, los jóvenes se sienten indefensos. ¿Con qué criterio van a encarar cualquier situación? ¿No han aprendido a decidir, será tambaleante su autoestima, les faltará autonomía para elegir o iniciar alguna actividad a la que dedicarse? Nunca han tenido que resolver algo, se lo daban todo hecho… ¡Ni se les ocurre salirse de ese paraguas protector!

Hasta aquí hemos presentado dos ejemplos. Pero no abarcan, ni mucho menos, toda la casuística.

Cuestiones que plantea el hecho que estudiamos: ¿qué condiciones se tienen que dar para que un hijo llegue a ser capaz de organizar su propia vida? ¿Nos parece claro que se les debían haber dado oportunidad de actuar con autonomía, para decidir por sí mismo? Si el hijo o hija que han llegado a la adolescencia siguen obligados a vivir como digan sus padres, no podrán jamás ejercitar su autogobierno.

Otra circunstancia es el proteccionismo exagerado que se les da a los jóvenes, tanto el paterno como el materno. En estos casos, los jóvenes no se plantean el independizarse, ya sea por fragilidad de carácter (nunca han tenido que resolver algo por sí solos) o por exceso de egoísmo (los padres cargan con todo el trabajo de la casa y con los gastos de ropa, comida y los propios de su edad).

No es nuestra intención continuar sacando a la luz un sinfín de situaciones. Pero considero importante -una vez más- aconsejar a las familias conscientes que eduquen a los hijos, desde pequeños, en y con valores. Eso aumentará la esperanza de que estén preparados para la vida.

Es lógico, y de ley natural, tanto para padres como para hijos, que se produzca en la sociedad el relevo generacional, que los jóvenes vayan ocupando los puestos laborales de todo tipo y creen sus propias familias. Añadimos que también es de justicia que a sus progenitores les llegue el momento de disfrutar con tranquilidad el resto de vida que les quede.


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2 comentarios

  1. Lucía Ramos

    «ESO»
    Lo real, tan de actualidad :
    pobreza, enfermedad, vejez y muerte.
    Eso, que está en mí.
    ¿Quién lo quiere para nadie?
    ¿Quién contempló el rostro de alguien
    que entendió que fue abandonado
    para siempre?
    Abandonar o echar de su hogar…
    ¿Quién se atreve a hacerlo?
    Entender que ese «muro» no cederá
    a la estrategia de protección que
    existe en mí.

  2. Gelespozo

    Aquí en España el principal problema está en las escuelas, no hay nada más perjudicial y más tóxico que llevar a un niño al colegio para que allí sea disciplinado en mil tonterías que el profesor como buen contribuidor del estado le mete en la cabeza. No solamente adoctrina al niño sino también a los padres que los hace creer que porque el chiquillo se mete estudiando y que aprenda muchos idiomas se va a comer al mundo. Al final es el mundo el que se lo come a él.

    No a la enseñanza pública.

    Que los colegios no sigan los modelos que el Estado quiere imponer. Por una educación libre.

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