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familia

Una imagen de una familia al atardecer.

Educación, Opinión, Política

En la Bolsa de la vida también hay valores al alza y a la baja

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La familia es un valor tan importante que debería quedar fuera de las fluctuaciones de mercado. Sin embargo, por razones que no explicaremos pero que usted, señor/a, lector/a, podrán deducir, la hemos visto atacada

Es triste tener que recordar: familia es «conjunto de personas de la misma sangre, especialmente el padre, la madre y los hijos; podríamos añadir y abuelos». Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU 1948, Artículo 16.3): «La Familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado». Asimismo, es triste enterarse a diario que se conculcan «derechos humanos», que hay «niños de la calle, bandas, agresiones sexuales, violencia callejera»… Estos entrecomillados pueden ser, y son, titulares. Oímos o leemos noticias aberrantes: «En este mundo, más de 100 millones de niños malviven en la calle sin ninguna protección ni derechos a causa de separaciones matrimoniales, violencia contra mujeres, conflictos armados, pobreza extrema, racismo, ojos y oídos cerrados de los países del primer mundo…».

Políticos que se olvidan de la familia

De violencia, la que no quisiéramos; pero un día abusos, otro apuñalan al novio de una chica porque ambos llevaban bufandas de un equipo de fútbol rival del suyo (y el novio muere a los dos días), casos y cosas. Habrá que extraer consecuencias de los estudios de campo realizados por psicólogos y sociólogos, ya que a algo se deben estos comportamientos. Se vienen observando ataques directos o indirectos a la institución familiar. Es evidente que la familia no es protegida por los poderes públicos. Éste es el error mayúsculo de los políticos, de nuestros gobernantes; ¿por qué ellos no ayudan a la familia? ¿Por qué viven tan a gusto y despreocupados? ¿Por qué o para qué ocupan sus escaños? Casi todos, cuando les interesa, ahuecan la voz para decirnos: «La familia es la primordial y más sólida célula de la sociedad». Luego, se olvidan y hacen de mangas capirotes, porque lo que olvidan -por no decir que no comprenden- no son parejas inestables; uniones temporales más o menos esporádicas; ni otras formas que proporcionan promiscuidad y sexo sin responsabilidades; hedonismo como meta, vivir aquí y ahora, sin miras de futuro. 

Estas situaciones nos abocan a hacer un trasvase de contenidos: constancia-oportunismo, laboriosidad-pillería, generosidad-egoísmo, amor-sexo, honradez-cultura del pelotazo, etcétera. Esa concepción social fabrica ciudadanos sin ideales, sin criterios éticos, sin norte fijo, y entonces ¿qué? ¿Qué sociedad queremos, necesitamos? Si no hay familia, no hay sociedad.

Se lee en el Talmud: «La sociedad y la familia se parecen al arco de un palacio; quitas una piedra y todo se derrumba«.  Nos dirigimos desde estas líneas a quienes tienen encomendadas labores de gobierno en las administraciones estatal, autonómica y local, porque a ellas corresponde en gran parte la rehabilitación de la familia y el bienestar de los ciudadanos. Legislen ustedes conforme a razón, conforme a ley natural. Se restablecerán las formas éticas y morales de proceder. La familia y su autoridad-prestigio volverán a ser respetadas, tornarán a ser respetables. De nuevo, la familia tomará su preponderante papel educativo, tan descuidado ahora. Dentro de su ámbito es donde el ser humano crece psicológicamente sano; en ella vive el niño sus primeros estadios de relaciones sociales; en esa fuente se beben los valores por los que el individuo deviene en ciudadano. «El que es bueno en la familia, es también buen ciudadano«, enseñaba Sófocles. ¿Se entiende por dónde vamos? El Gobierno tiene la obligación de cumplir el artículo 16.3 más arriba mencionado. ¡Vale la pena apoyar a la familia! Este es el principal deber del Estado. Reivindicamos que se cumpla.


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