Hoy me he levantado temprano, como siempre. Me he lavado la cara y he salido a andar
Cuando había recorrido unos 100 metros, me he dado cuenta de que se me había olvidado la mascarilla. Pero, de repente, miré a mi alrededor y vi a personas mayores sin el cubrebocas. Gente desayunando en el bar de la esquina… Eran más de 20 compañeros de trabajo que habían juntado varias mesas.
Entonces, recordé que tenía que comprar un paquete de folios y fui a la librería del barrio. Me pareció extraño que no tuvieran en la puerta el gel hidroalcohólico. Pero es que luego fui a comprar el pan y en el despacho no había nadie con protección facial. Ni tampoco el dichoso gel.
Cuando llegué a casa, puse la tele y no estaba Fernando Simón. ¿Qué está pasando? El PIB se recupera poco a poco, han acabado los ERTE y el empleo sube. ¿Cuánto he dormido? Para seguir mis comprobaciones, salí corriendo hacia el centro de salud y no vi la cola de pacientes esperando su turno bajo el sol. ¡Estaban dentro! ¡Como antiguamente!
De repente, me paró una madre cuya hija está en la misma clase que la mía y me espetó: «¿Ahora para qué van a querer los colegios tantas mamparas y tantos millones de litros de gel?«. La conclusión era fácil: la vuelta al colegio en septiembre es totalmente segura. Ya no tiene sentido la amenaza de la Junta de Andalucía de denunciar a los padres que no querían llevar a sus niños a la escuela en septiembre por miedo al virus y acusarlos de incitar al absentismo escolar.
Todas las dudas parecían disiparse. Me he llevado más de cinco meses con el puñetero bicho metido en la cabeza y deseando que hubiera un hermanamiento global para evitar esta especie de holocausto de personas mayores y, por fin, parece que han podido doblegar al enemigo invisible más aterrador que se recuerda. Ahora sí me entran ganas de aplaudir.
Volví a casa nervioso, ilusionado… Cogí el móvil y empecé a leer noticias: «Sánchez e Iglesias convocan elecciones»; «La abstención llega a un 60%»; «España entra en periodo de libertad constituyente«… De la tragedia había brotado una nueva era. Del infierno había surgido la opción de acabar con los estómagos agradecidos y las corruptelas e instaurar una democracia real. Del pantano fanganoso del coronavirus había amanecido una vieja normalidad más ilusionante, en la que los españoles por fin podían decidir su destino…
(…)
Son las 8:15 horas y caigo en la cuenta de que todo ha sido un sueño, una bonita alegoría de un futuro esperanzador. Mucho sudor y pocas nueces. La pesadilla del virus (sanitario, económico, político y social) sigue siendo muy real. Salgo a andar y no me olvido de coger la mascarilla. El dueño de la librería se pone quisquilloso si no guardamos la distancia de seguridad. En el bar de la esquina no hay nadie desayunando y Gargamel Simón sigue copando el prime time.
Después llamo a un amigo que utiliza demasiado tiempo la misma mascarilla quirúrgica (siempre fue muy ahorrativo). Me dice que no se atreve a ir al cine. Y yo le contesto que, si quiere ver una buena película de terror, ponga la rueda de prensa posterior al consejo de gobierno de la Junta, los martes a las 13:30 horas en Andalucía TV.
Algún día apagaremos la televisión y nos veremos obligados a tomar las riendas de nuestra vida. El hastío y la crispación dejarán paso a la unión y a la solidaridad. La soledad del alma tendrá fecha de caducidad en pro del poder del corazón de un pueblo.
Nuestros hijos esperan el mejor ejemplo al que aferrarse, del que aprender, por el que luchar. ¿Será factible una sociedad con mascarillas pero sin máscaras? ¿Será posible una sociedad con distanciamiento social, pero con más cercanía emocional que nunca? Como dice Manolo García, vendrán días… Han de venir.
Muy buen artículo. Sólo con imaginación, como la que muestras, se puede sobrellevar esta penosa situación. Pero los sueños… sueños son.
Somos muchos los que tenemos el mismo sueño….
Que nunca se nos convierta en pesadilla y salga todo lo contrario de lo que esperamos, la Libertad Colectiva o Reforma Constiltuyente.
Yo soñé que un hombre había escrito un libro,ya sabemos que la historia siempre la han cambiado los libros, pues bien, este hombre había criticado duramente nuestra forma de ser: siempre nos ocupamos de nosotros mismos, no pensábamos en nada más.
dijo que teníamos que cuidar de las plantas, de los animales, del medio ambiente y de las personas que morían de hambre.
la gente se pusieron a trabajar en estos asuntos y era tanta la alegría que tenía que se olvidaron del consumo y del capitalismo, poco a poco fueron creando una sociedad cooperativa y creativa.
Ahora la gente no disfrutaba en bares y con botellónas , disfrutaban viendo lo bonito que estaba los paisajes y los cuidados que estaban los animales.
La cooperación se había hecho mundial y la gente estaba ocupada de la gente, no contra la gente.
Y además no veían que esto fuese una forma de ser altruista, sino una forma de ser justos y de perseverar y mirar por las cosas más importantes.