Me desayuno hoy con una noticia en los periódicos que me deja conmocionado, a pesar de estar curado de espanto
En la avanzada, culta y sofisticada Inglaterra, el Tribunal Británico de Apelación ha rechazado los recursos presentados por Heidi Crowter, una joven de 27 años con síndrome de Down, y Marie Lea-Wilson, madre de un niño, de nombre Aidan, con la misma afección. En general, en Reino Unido la legislación permite abortar en las primeras 24 semanas de gestación, periodo ampliable hasta el momento del nacimiento, si existe un «riesgo sustancial».
Pues bien, parece que el alto tribunal considera que el síndrome de Down es un riesgo tremendo, de forma que esa decisión jurídica avala el aborto en estos casos hasta el mismo día del parto. Si mis padres y abuelos levantaran la cabeza, se volvían a morir. ¿Es esa la actitud correcta de una sociedad que se considera avanzada, culta, sofisticada y respetuosa con los derechos humanos? Una sociedad con esos principios éticos no es la que quiero para mis descendientes.
No es algo que me coja por sorpresa. Llevamos muchos años haciendo la prueba del Down y, tan pronto se detecta uno, buena parte de los supuestos especialistas sanitarios y psicólogos, con palabras bien sonantes y por «el bien de todos», encauzan a la pareja que espera a ese niño al aborto, es decir, al eufemismo de la interrupción voluntaria del embarazo. Otra mentira más con palabritas suaves. Conceptualmente, se interrumpe algo que, en un momento dado, se puede continuar. En este caso, la interrupción es definitiva, el fin último es destruir, o sea, matar a ese ser portador de una alteración cromosómica.
Descenso sorprendente
La tasa de nacidos con este síndrome ha descendido en nuestra querida España un 88% en los últimos 40 años y, según los cálculos, quizás no nazca ninguno para el año 2050.
Se está logrando que los niños con síndrome de Down desaparezcan de nuestra sociedad. Muchos quizás piensen que eso es un signo de progreso. Discrepo de forma radical con esa opinión. Pienso que esta situación retrata a una sociedad con principios éticos al menos muy cuestionables.
Yo he tenido la suerte de conocer y disfrutar del trato con varias personas con Down. El primero, en mi pueblo, cuando era niño y él también era hijo de un camarero del mayor bar de la localidad, situado en la plaza del ayuntamiento. Pasaba muchas horas en el establecimiento y todo el mundo le trataba con gran cariño. Él era simpático e incluso se divertía y entretenía ayudando un poquito de camarero (estoy hablando de la década de los 50). Conozco otro, que ya tendrá cerca de 70 años, capaz de leer y es un encanto, educado y de talante siempre afable. Además, al igual que otra vecina mía en la actualidad, son la compañía y razón de vivir para sus madres, ya viudas y de edad avanzada. Conozco a otro chico, hijo de un compañero de trabajo, y solo puedo hablar bien de él. Además es productivo, ha realizado sus estudios y trabaja.
Estas personas tienen capacidad de aprender, de superarse, tienen sentimientos, en general son cariñosos, son conscientes de estar vivos, es decir, son humanos. ¿Conoce alguien a un Down malo? Yo no. Incluso dan menos problemas a los padres que los demás chicos si salen algo rebeldes y contestatarios. Además de ser buenas personas, en ocasiones, incluso mejoran a sus familias, empezando por padres, hermanos y abuelos, que tienen a su alrededor, desarrollando en ellos la tolerancia, el amor, la entrega, el esfuerzo, el sacrificio si es necesario, y se despojan con gusto del egoísmo que inunda la sociedad en la que vivimos y se hacen más participativos en asociaciones dedicadas a la ayuda de cualquier tipo de discapacidad.
No entiendo esta filosofía de la cancelación, muerte y destrucción del débil. Lamentablemente, sí entiendo que esta sociedad hedonista, cómoda y egoísta, que solo piensa en el placer inmediato y en lo que apetece en el momento, está en la pendiente de la decadencia. Miro a los países occidentales y parece que quieran suicidarse y que desaparezca la cultura occidental. Quizás sea lo que merecemos, con nuestra actitud, por la acción de unos y la inacción de los demás.
Trágica noticia, sólo el pensar que la maturaleza seguirá pariendo a «monarcas» como ese país u otros vecinos …
mientras que la «vida» no podrá estar llena
de seres inocentes…sí, yo también estoy muerta, como sus abuel@s.
Gracias por su artículo, porque trae una cosa que sólo la sinceridad destroza.
Me alegra leerte, Mariano, y pienso exactamente como tú: de qué sirve proteger a los discapacitados en una sociedad que no quiere que nazcan, es necesaria una educación que reconozca como un bien precioso la vida humana. Pienso que son formas de eugenesia. Y de alguna forma nos recuerdan los métodos de Hitler. Además, conozco muchos casos de personas con peligro de malformaciones, a cuyos padres han aconsejado abortar, y que han nacido finalmente sin ninguna malformación.
Según su artículo, padecer esa alteración genética únicamente trae ventajas (basándome exclusivamente en lo que usted ha escrito). ¿No le parece que la imparcialidad periodística brilla por su ausencia? ¿A qué viene lo de hablar de la decadencia de occidente en casos como este, es que acaso en otras sociedades se les da un trato mejor o les espera una vida más digna a aquellos que padecen esta alteración?
1- No me gusta hablar con quien no se identifica, esta será una excepción, que no volveré a hacer. Me gustan las personas que dan la cara.
2-En ningún momento digo que sea mejor padecer una alteración cromosómica.
3- No soy periodista y doy una opinión personal, no una noticia.
4- No pretendo ser imparcial al oponerme a la muerte de un inocente y desvalido.
5- He mencionado a Occidente por ser donde vivo y gustarme su cultura. Que no quiero que desaparezca. No he mencionado otras sociedades.
6- ¿Es usted imparcial?
Un brillante y valiente comentario querido amigo. Estoy totalmente de acuerdo contigo
Ex Ministro Duque de Wellinton:
Mejor y más claro imposible, necesitamos
a alguien como ustd en el parlamento.
PD: (fuera de broma) tenaz y brillante comentario, muy politicamente y humanamente correcto.
Allan Touring fue condenado por un tribunal inglés en la década de los cincuenta del siglo pasado a un tratamiento hormonal simplemente por ser homosexual, o eso,. o la cárcel. Su fallecimiento sigue siendo hoy día un enigma, igualmente que el nombre con el que bautizaron el código secreto de comunicaciones de los nazis que él descifró.
En temas de pureza de sangre, racismo y demás barbaridades cometidas a lo largo de la Historia creo que no hay quienes les ganen.
¿Le suena de algo el Darwinismo Social?
Me sorprende mucho la admiración de muchos a otras sociedades llamadas occidentales y de raíces germano- anglo -protestante ya que son bastantes peligrosas (sus costumbres) y aquí llevamos años importando.
Tanta manipulación y propaganda nos tiene fuera de las realidad y al final lo terminaremos pagando.
Le felicito por su artículo ya que ésas personas también merecen vivir y tener lo mejor que podamos darles.