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Juan Marín, con Inés Arrimadas y otros miembros de Ciudadanos en una imagen de archivo.

Historia, Opinión, Política

El ejército colocado de Marín

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Cuando contaba con tan solo 9 años, Aníbal desembarcó en Cádiz en el año de 237 a. C. de la mano de su padre, Amílcar Barca

Tras la derrota cartaginesa en la isla de Sicilia en la primera guerra púnica y tras la guerra de los mercenarios que se levantaron contra Cartago, Amílcar decidió ampliar las riquezas y posesiones con la conquista de lo que más tarde fue conocida como Hispania. Habitaba aquí en el sur una reina oscura íbera nacida en un barrio de los tres ríos, impuesta desde el palacio de los sacerdotes que adoraban a los dioses más primitivos.

La corrupción campaba a sus anchas y corrompía el conjunto de la sociedad entera. Nada escapaba a la corruptela. Amílcar vino a poner cierto orden en aquella sociedad donde todo hombre libre sufría y donde estaba rodeado de oscuridad. Aquella reina derrotada se refugió en la ciudad república de la antigua Roma. Y desde allí fomentaba el enfrentamiento con los púnicos, cuyas ropas púrpuras les hacían parecer dioses en la Iberia primitiva. Esa reina de las tres anas tenía odio africano a estos extranjeros y su corte se llenó de saqueadores del tesoro del pueblo.

Pero Amílcar, por desgracia, terminó muriendo tras una celada de íberos furiosos cerca de la desconocida aun ciudad de Hélice y su yerno Asdrúbal lo sustituyó en el mando. Este continuó la expansión por Iberia y fundó la segunda Cartago, de nombre Nova, que aun hoy existe como Cartagena. El temor de los griegos y los aliados íberos de Roma le hizo firmar el Tratado del Ebro en 226 a. C., con estricto respeto a la ciudad de Sagunto. Este problema daría lugar a la segunda guerra púnica. Ya que tras el asesinato de Asdrúbal el Bello, el comandante cartaginés elegido por la tropa fue Aníbal Barca.

Aníbal el temible

Pero Aníbal tenía aun la espina clavada en el corazón de la derrota de su padre en Sicilia frente a Roma y, sobre todo, el desprecio de cierta parte de los nobles más poderosos de Cartago, como Hannón el Grande. El asedio a Sagunto le significaba la guerra con Roma. Con esto comenzó la segunda guerra púnica. Cogió a su ejército y cruzó los Alpes camino de Italia. Allí aplastó al ejército romano en Tricino, Trebia y el lago Trasimeno. Tras vencerlos repetidas veces, Roma nombró a un dictador e incluso volvió a realizar sacrificios humanos que estaban prohibidos. Tal era el temor que les infligía Aníbal.

Años más tarde, se enfrentaría en Cannas a los dos cónsules de Roma que pretendían aplastar a Aníbal. Caía en las calendas del 2 de agosto del 216 a. C. Emilio Paulo y Terencio Varrón se repartían el mando como cónsules de la ciudad capitolina. Habían reunido a más de 80.000 soldados entre romanos y aliados. El cartaginés tenía poco más de 35.000 soldados de diversas procedencias y pueblos. Al caer el día cerca de 50.000 romanos yacían muertos en el campo de batalla junto al cónsul Emilio Paulo -suegro de Escipión el Africano-, tribunos y 80 senadores de la República. Honda derrota que quedó para la historia.

El aun joven Escipión entendió que, mientras no aprendiera de Aníbal, nunca lo derrotaría. Y se puso a ello. Tras años de preparación con las legiones malditas (las que cayeron en Cannas), preparó la estrategia. Copió todo el genio militar de Aníbal sobre la infecunda llanura de Zama, cerca de Cártago, y allí la noche antes se reunió con el cartaginés en una conversación que ha olvidado la historia. Tras la batalla salió victorioso el Escipión, que luego fue titulado por su pueblo como el Africano, título que llegó en su familia hasta el imperio del infausto de Calígula. Pero broncas políticas terminaron por alejarlo de Roma y ser enterrado lejos de ella con el epitafio de Ingrata patria, ne ossa quidem habebis (Patria ingrata, nunca tendrás mis huesos).

Del oficio de relojero habían sobrevivido varias generaciones de su familia. Los Marín, sin embargo, no eran muy respetados en el Senado de Cartago

Tras Zama, Cartago daba la espalda a Aníbal. Poderosos enemigos había heredado de su padre. Uno de sus pocos aliados era el noble contador de tiempo en el templo de Baal. Fabricaba los mejores relojes de sol de todo el mundo conocido, con los materiales más nobles. De este oficio habían sobrevivido varias generaciones de su familia. Los Marín, sin embargo, no eran muy respetados en el Senado de Cartago. Habían recorrido todas las facciones del arco político apostando siempre a caballo ganador. Pero, como el hijo de Amílcar Barca no tenía muchos aliados, contó con Marín y su tropa para negociar con Roma.

A finales de agosto, cuando había que nombrar nuevo gobierno de Cartago, a nuevos cargos y sus asesores y a altos funcionarios, el famoso relojero del sol se reunió directamente con Escipión. Aníbal ocuparía el noble cargo de sufete en Cartago, desde donde luchó contra la corrupción, reorganizó la hacienda y la recuperación de su ciudad. Mientras, Marín, en cambio, se dedicó a colocar en la administración a todos sus amigos, a todos los que le habían ayudado a llegar al poder en Cartago, excluyendo expresamente de todo cargo, de todo sueldo y de toda honra a todos sus enemigos. Así, sin haber hecho nada, sin haber luchado ni participado en batalla alguna, es quien más había ganado, pues todo esto fue conocido en los anales púnicos como el ejército colocado de Marín.


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