La noche del 24 de diciembre, Nochebuena, estando juntos al fuego de la chimenea acompañando a nuestro querido abuelo en esta etapa de pandemia que asola todo el mundo y, a pesar de su tristeza por la pérdida de su esposa en esta terrible tragedia, se dispuso a contarnos este cuento:
Había una vez, hace mucho tiempo, un país en el que siempre se instalaban en sus tierras, otros pueblos que venían de naciones lejanas. Los primeros en llegar fueron unas gentes provenientes del norte de África. Estos pobladores, eran artesanos, comerciantes y bastante cultos, pues tenían alfabeto propio. Al contemplar que sus habitantes se dejaban enseñar y eran hospitalarios, se acomodaron y se mezclaron con ellos. Más tarde llegaron pueblos de Grecia, Italia, tribus del norte de Europa y de Asia y, por último, de Arabia; aportando todos ellos, conocimientos y progreso. Construyeron puentes, acueductos, calzadas, palacios, teatros, castillos etcétera. Introdujeron sus cultivos, sus técnicas, su arte, sus leyes, sus costumbres, sus lenguas. De este modo apareció una amalgama de tradiciones y avances, unificándose todo en un solo ente territorial y en cuatro lenguas en general.
Pero un día, después de muchos años de unión y convivencia de estas buenas gentes bajo reinados, algunos de esplendor universal, llegó el decaimiento. Surgió una guerra civil. Las consecuencias fueron desastrosas. En ese país, en el que siempre resplandecía el sol, quedó oscuro durante muchos años. Sus mismos ciudadanos, padres, hijos, hermanos… se dividieron y no se respetaron en sus ideas ni en sus opiniones.
Pasaron varias décadas y, al cabo del tiempo, apareció un tenue rayo de luz que irradiaba una energía compartida, era un rey que supo unir a su pueblo y que, durante muchos años, hizo que este país viviera en prosperidad, convivencia y alegría.
Pero, como no podía ser de otra manera, un día varios príncipes de su mismo reino se presentaron ante él para exigirle la división del mismo en tres trozos y conseguir un reino para cada uno. El rey les dijo: «¿Es que el reino no va bien?. Decidme ¿Viven mal mis súbditos?». Ellos contestaron que no, que nunca se había vivido mejor en la historia de este país. «Entonces ¿por qué me reclamáis algo que pertenece a todos mis súbditos?», replicó el rey.
Los príncipes siguieron su lucha y empecinamiento conjunto por adquirir ese poder. Mientras, en sus territorios, la corrupción, el abuso y el engaño abundaban por doquier. Todo esto propició que llegara el día en el que el sentido común y la sabiduría del pueblo hicieran que el país siguiera unido y que los príncipes desistieran para siempre de ese gran disparate.
Así, de esta manera, el rey siguió reinando muchos años y, tanto él como todos sus súbditos, fueron felices, comieron perdices y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Cuando finalizó su relato, nos dijo: «¿Sabéis cuál es la moraleja? Cuando más a gusto está la mayoría, viene una minoría a interrumpir la buena armonía».
Y de esta forma, levantando su espíritu, sin perder la esperanza, nos llenó, en esa noche mágica y familiar, el ánimo a todos los que estábamos escuchándole.
LO PELIGROSO NO ES EL CUENTO,
PORQUE NADIE SE LO CREE,
PERO….CUIDADO CON EL ABUELITO!! …
Feliz año y muy buena historieta para la época en que vivimos.
Volviendo al cuento, mi preocupación es que si la mayoría no espabila, la minoría que quiere romper el reino lo conseguirá y lo malo es que lo están logrando. Dios quiera que me equivoque en mi apreciación.
Doña Lucia gracias por su opinión .Las fábulas efectivamente no son peligrosas,siempre pueden enseñar…Con respecto a ese cuidado con el abuelito, he de decirle que él expone en su libertad,con respeto,y argumentado los hechos lo que piensa….a todo eso se le llama democracia…Saludos cordiales y un feliz año nuevo para usted,su familia y para toda la gente que lucha por el bien común….
Sería maravilloso!!!…
Tendríamos de Verdad entonces
un Nuevo Año con:
» COLORÍN COLORADO.»