Nadie se ha percatado, pero los Reyes Magos no son sólo tres, sino cuatro
El cuarto rey tiene una magia diferente a los otros tres tan vitoreados y deseados, porque es la magia de lo real, la magia de la rutina de cada día, la magia que le permite tirar para adelante venga lo que venga; la magia de hacer que todo funcione como si no pasara nada, esa magia que hace que sus hijos no noten sus penas, sus debilidades… como si no pasara nada.
Todo está organizado: los regalos de los pequeños de la casa, los de los abuelos, el de la pareja y el de algún otro familiar o amigo que se arrima a la curiosidad de hallar un presente, algo que le haga partícipe de un cariño bien forjado. Todo está preparado, hasta el mínimo detalle y con el mismo interés de cada año, manteniendo la tradición que sus padres le inculcaron a golpe de esfuerzos y mucha ilusión.
El cuarto rey no lleva carroza ni pajes ni beduinos en su escolta; no viaja en camello ni arroja caramelos al cielo ni siquiera se elige cada año porque siempre es el mismo; y siempre va al final de la cabalgata, con su complicidad, con su discreción, con su pellizco de querer que todo salga perfecto.
El cuarto Rey siempre va corriendo de un lado para otro, de una necesidad a otra, de una solución a otra, de un saber estar a otro, dando la talla sea como sea para que a sus hijos no les falte de nada. El cuarto rey trabaja todo el año, a diferencia del resto; no sabe lo que es parar porque no puede, no quiere o no sabe cómo hacerlo. Esa es su magia, su truco secreto, su remedio para todo, porque a todo le encuentra arreglo. ¿Cómo lo hace? Nadie ha resuelto aún ese misterio. El cuarto rey o reina eres tú. Feliz magia para todos los días del año.
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