Si enciende su televisión y no se topa con un programa de debate plagado de tertulianos licenciados en ‘todología’, enhorabuena: hoy es su día de suerte
En los 80 fue el 1, 2, 3; en los 90 las Mamachicho; en los inicios de siglo descubrimos los realities y, si un tipo de programa define la TV del momento, ese es el debate de actualidad política, poblado con su variopinto catálogo de listos.
¿De dónde sale tanto listo? Vaya usted a saber. De las capitales, que es donde se cuecen estos negocios. Quizás en la penumbra de esos edificios de austeras oficinas bullen agencias de listos, prestas a suministrar a la industria televisiva figurines de todo tipo, corte y calado. Orejudos, calvorotas, chicas con y sin gafas… Un amplio abanico donde elegir para aderezar el potaje ideológico que al final acaba siempre igual: con el espectador enconado en su cama convencido de que todo es muy complicado y, sobre todo, de que hay unos malos muy malos a la vuelta de cualquier esquina a los que hay que enfrentarse. Y a dormir.
La autodenominada izquierda no pasa de un vodevil
En estos debates van y vienen conceptos que son como modas. Uno de estos conceptos es el del ascensor social. Seguramente lo ha oído y, si lo ha hecho, seguramente ha sido de boca de algún defensor de la esfera perteneciente a la autodenominada izquierda española. Sí, porque pertenecer es muy de listos y mucho de listos. Que la autodenominada izquierda no pasa de un vodevil, cuyo barniz no aguanta ni la primera semana de invierno, resulta cada vez más evidente.
La defensa del ascensor social viene, además, a dejar constancia de la escasez de luces de líderes y apoyantes a partes iguales. Veamos. El ascensor social hace referencia a que alguien de origen humilde, hijo de trabajadores, pueda llegar a puestos de relevancia tales como, póngase el caso, ejecutivo de una eléctrica o ministre de lo que sea, igual da. En la buena voluntad de celofán de los defensores del afligido, hay que ver qué bueno es el buenismo. Observe que hay algo que se mantiene subyacente e inamovible: la idea de que tiene que haber un abajo y un arriba, y que a los trabajadores les ha de tocar estar siempre abajo, llueva, truene o haga calor.
La gran paradoja
A esa autodenominada izquierda española se le olvida que su papel fundamental debería ser conseguir que el piso del trabajador y el del ministre no estuviese separado por una escalera con tantos peldaños, de forma que coger el ascensor fuese una opción y no una necesidad. Pero no están en eso.
Como colmo de la paradoja: si todos los votantes de la autodenominada izquierda accediesen al ascensor social y pasasen a ocupar puestos directivos, ¿a quién representarían los partidos de izquierdas entonces? ¿A una nueva elite que volvería a someter a los trabajadores, los de abajo, o bien pasarían a representar a los que en otro tiempo fueron ejecutivos o empresarios de éxito, ahora ya en la miseria? Ideas bastante caóticas, conceptos enrevesados, argumentos que no resuelven nada porque se alejan cada vez más y más de la realidad… Tiempo perdido.
Y es que quizás lo único cierto sea que quienes hoy supuestamente nos representan en el Parlamento lo hacen porque vieron en la política su propio ascensor social en un edificio con los techos cada vez más altos. En toda su cara, para que vaya y les vote.
Ha sacado muy bien la voz y ha dado pecho al huracán…en realidad me «representa», vivo en un cuarto piso, trabajadora y subo por las
escaleras…. (…..)
Será mejor no votar.Puesto lo expuesto, seremos víctimas del juego de las semejanzas, cuyo propósito es hacer tolerable la existencia de las diferencias…
(las redime)… y habrá que ¿¿¡PAGAR UN PRECIO POR LA LIBERTAD!!? …UFF!!…
ya estoy sudando sólo con pensarlo…
(Espérame en el ático ♡, si …llegas primero)
Muy buen artículo.