El Diario de la Peste de Daniel De Foe narra cuando la peste llegó a la Europa de 1663: “Adonde había sido traída según unos de Italia, según otros de Levante, entre las mercancías transportadas por la flota turca; otros decían que la habían traído de Candia, y otros que de Chipre”
La nueva peste que nos azota hoy ha usado los mismos mecanismos que siempre ha usado para expandirse por el mundo: la red de transportes.
Los paralelismos actuales los encontramos cuando en el mismo libro se lee: “Parece que el Gobierno estaba bien informado del asunto, y que se habían celebrado varias reuniones para estudiar los medios de evitar la reaparición de la enfermedad; pero todo se mantuvo muy secreto”. Aquí se sabía con antelación suficiente, pero primaron más los principios políticos que los sanitarios. Eso lo llevamos sufriendo los españoles desde la aparición de la monarquía absoluta allá por los tiempos de los Austrias.
El ser humano de hoy se creía inmortal. Todos los avances científicos pensábamos que nos habían llevado a un nuevo estado de existencia, de que estábamos a punto de no envejecer y de empezar a alargar la vida. Habíamos empezado a jugar con la genética, habíamos empezado a jugar a ser Dios, incluso soñamos con superarlo. La naturaleza nos ha vuelto a poner en nuestro sitio de una manera cruel, recordando nuestra debilidad como especie.
Las viejas teorías de Thomas Malthus parecían que habían quedado extinguidas. La población parecía que tenía alimentos suficientes, al menos en los países más ricos se cumplía esta regla. Habíamos creado un nuevo estado tras la Segunda Guerra Mundial en los países al otro lado del telón de acero; habíamos generado poderosos servicios públicos; habíamos creado potentes sistemas de salud para toda la población. Habíamos creado un modelo basado en el consumo de masas y en la creación de la clase media.
La economía repetía en 2008 algunos errores que se aprendieron en la crisis del 29, a lo que se sumaron los recortes en todos los estamentos de la economía
La crisis de 2008 arrasó con la clase media mientras los más ricos se hacían más ricos. La economía repetía algunos errores que se aprendieron en la crisis del 29, a lo que se sumaron los recortes en todos los estamentos de la economía. El flujo económico dejó de circular. Nadie se fiaba de nadie. La caída de Lehman Brothers señalaba que la economía mundial estaba herida. El mundo asistía atónito a la falta de liquidez tras los años de vino y rosas. Nos fuimos recuperando de aquello mientras mirábamos a un futuro esperanzador.
Pero un día de diciembre nos informamos de que algo había pasado en una ciudad china desconocida para muchos de nosotros, una tal Wuhan. Aquello estaba lejos, muy lejos para preocuparnos. Tras las primeas alarmas del Sars 1, del Mers o del ébola no teníamos conciencia del peligro que nos acechaba, parecía que estábamos más cerca de Dios que de los hombres. Bajamos la guardia mientras nuestros gobiernos empezaron a demostrarnos que eran unos irresponsables.
Los años de crisis económica trajeron recortes sanitarios. Tajos y tajos que se fueron dando a los sistemas sanitarios manejados por las comunidades autónomas alentados por el gobierno nacional. Las listas de espera se desbocaron, la población empezaba a hacinarse en inmensas sábanas de números que publicaban los sistemas sanitarios. Reducción de camas, de personal, de atención primaria, fusiones hospitalarias y gestión privada. Estábamos preparando la bomba perfecta.
Completamente desnudos ante el horror
Los primeros meses del año 2020 cogió demasiado acomodado a un Occidente y miraba a otro lado mientras en Oriente luchaban desesperados contra algo que no había conocido el hombre desde 1918 y que se le llamó la gripe española. No habíamos aprendido nada en todo un siglo sobre epidemias y pandemias. La penicilina había obrado milagros desde su descubrimiento y las vacunas habían erradicado enfermedades que habían sacudido la humanidad desde sus albores como la viruela. Cerramos hasta las antiguas leproserías. Dábamos la espalda a lo que nunca iba a pasar.
Y pasó. Los gobiernos no estaban preparados. Los sistemas sanitarios estaban aun menos preparados. La globalización económica había centralizado la producción en Asia porque la mano de obra era muy barata. Habían trasladado allí toda la producción sanitaria, incluidos los medicamentos, porque las plusvalías (término marxista que ahora cobra fuerza) hacían inmensamente ricas a las empresas transnacionales. La llegada del Covid-19 nos ha cogido a todos completamente desnudos. Y la gente está muriendo hoy por todas estas causas.
Así es, no aprendemos de los errores si no que los repetimos y, con más fallos. Ánimo a todos, y gracias por informarnos ????♥️?
Mejor explicado imposible