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aborto

Una manifestación abortista. / EFE

Igualdad, Opinión, Política

Educación y libertad (III): aborto

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En esta tercera y última entrega de la saga ‘Educación y Libertad’, abordaré otra de las cuestiones más controvertidas en nuestra sociedad, la del aborto. Un tema que tenía previsto desde el inicio pero que, curiosamente, ha recuperado esta semana alguna pujanza a santo de un cierto avistamiento de brujas en el congreso… Para que luego digan que nuestros políticos no sirven para nada

Se trata de una cuestión al mismo tiempo de extrema complejidad y abrumadora sencillez. Su complejidad reside en que, aunque nuestra soberbia nos impida reconocerlo, somos incapaces a día de hoy de determinar qué es el origen de la vida y cuándo se produce. No podemos, por lo tanto, definir más que arbitrariamente el plazo para una interrupción del embarazo justificada (dejando de lado los casos de patologías fetales y riesgos para la madre). Pero entonces, ¿cómo puede ser una cuestión sencilla?

Lo es porque de nuevo, tal como ocurría en los casos abordados en los artículos anteriores (sobre los toros y las drogas), se continúa colocando el grueso de los esfuerzos en el lugar equivocado. En discutir, teorizar y actuar en torno a la prohibición, en lugar de dedicarle todo ese tiempo y esfuerzo a comprender el fenómeno en sí, a adoptar medidas paliativas y a ofrecer alternativas que resulten aceptables a las mujeres que se enfrentan a esta decisión. En facilitarle la vida a las mujeres que deciden no abortar. Si un país como el nuestro funcionase correctamente (permítanme el oxímoron), las instituciones públicas protegerían a las madres en general y a las madres solteras en particular, garantizando que la maternidad no les va a suponer en ningún caso un perjuicio ni en el plano social ni en el laboral ni en el educativo, etcétera. Al contrario, en un país cada vez más envejecido, sería sensato fomentar la maternidad desde las instituciones y celebrarla desde la sociedad.

Y para llegar a ese punto desde donde estamos ahora (que es lejos), es necesario invertir en educación, no solo en ambiente escolar sino especialmente en educación y sensibilización dirigida a adultos, jóvenes y menos jóvenes. Soy un acérrimo defensor de la igualdad entre hombres y mujeres, lo cual uno no sabe si le convierte en feminista o antifeminista, pero es evidente que los humanos presentamos un dimorfismo sexual. El papel de la mujer en la reproducción es diferente al del hombre. Y, si queremos preservar la especie, hay que adoptar medidas para compensar todas las cargas y responsabilidades derivadas de ese papel que, forzosamente, le toca a la mujer en esta perpetuación de la especie (la gestación, el parto, el postparto…), minimizando o eliminando los costes vinculados a ese papel reproductor.

Lo que no se puede es condenar a una persona a un callejón sin salida: usted no puede abortar, pero tampoco lo va a tener fácil para mantener su puesto de trabajo, para continuar su vida de estudiante, para salir con sus amigas, para dar a su hijo en adopción. Y además, la vamos a estigmatizar, vaya habituándose a ser señalada. Ya se ha dicho muchas veces y es de sobra sabido que ninguna mujer decide sonrientemente interrumpir su embarazo. Las presiones para hacerlo son en numerosísimos casos externas, prejuicios, problemas, proyectos a los que no se quiere renunciar o roles sociales que no se quieren asumir.

Una sociedad positiva, saludable, educada y con instituciones a la altura deberían no ya dejar atrás esos prejuicios y limitaciones, sino celebrar y premiar cada maternidad como el milagro y la fiesta que es, apoyando a cada futura madre. En estos momentos, el tiempo medio de espera para adopción es de 6 a 8 años. El número de padres que esperan poder adoptar ronda los 50.000, la sociedad envejece a pasos forzados… Y cada vez que una madre contempla abortar porque económicamente no puede permitirse mantener un hijo, en un universo paralelo se emite un nuevo certificado de inoperancia a nuestra sociedad.

Pero entiendo perfectamente que es más fácil prohibir y perseguir que educar y hacer un acompañamiento local, caso a caso y en positivo. Es más cómodo dictar un credo y someter a una sociedad que ofrecerle principios y confiar en ella, como se confía en un hijo que crece educado en valores humanos. Es más fácil, más cómodo y sobre todo es lo que le interesa a quienes quieren tenernos con la cuerda corta, los que quieren disponer de nosotros y nuestros recursos sin rechistar, los que quieren campar a sus anchas por los altos estratos y decidir nuestro futuro sin derecho a réplica y asegurándose el control del juego. Son los mismos que elaboran los criterios y publican los resultados del informe PISA, obsesionados en convertirnos en algoritmos con patas, sin gran énfasis en los valores y, a final de cuentas, sin una educación en valores y sin libertad.

Para someter a millones de personas a la voluntad de unos cuantos, como se somete a un caballo, hace falta disciplina. A eso es a lo que están los del informe PISA, a impartir disciplina, y disciplina no es exactamente lo mismo que educación. De hecho, está en las antípodas de lo que un servidor propone. Educación y libertad, una alternativa posible que demanda otra cualidad fundamental, cada vez más escasa: la valentía.


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Un comentario

  1. Ángeles Suárez pozo

    Este artículo me parece correcto en una lectura general. Ahora hay tres puntos que me han dejado un poco desorientada, en primer lugar no sé a qué viene ”las brujas en el Congreso”.

    He leído sus buenas intenciones a escribir este artículo, posicionándose a favor de la mujer y de la igualdad y también a favor de que éstas sean educadas para no incidir en el aborto.

    Más o menos dice que hay que proteger a la mujer y hay que educarla para que no se detenga la especie.

    Usted tampoco quiere que las mujeres aborten sin más. Dice que todas las mujeres tienen un motivo de peso para abortar y que, si esos motivos son subsanados, no tienen porqué hacerlo.

    En este punto no estoy de acuerdo y veo que usted tiene una resistencia bastante grande a que una mujer decida no abortar sin que exista un problema de fondo.

    Creo que una persona puede decidir abortar sin que le falte la comida o le falte la educación o le falte cualquier otra cosa.

    Esa es la idea que quiero defender, que no tiene que haber un motivo o una causa para la que la mujer no quiera abortar.

    Por otro particular, sí que estoy de acuerdo con usted en que las mujeres necesitan una seguridad laboral y emocional para tener unos hijos.

    Pero ya eso es otro asunto que me llevaría bastante tiempo desarrollar.

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